AUTORITARISMO SIN EXCUSAS
Causante de graves daños al conjunto de la sociedad, de modo particularmente doliente a la infancia y adolescencia, indefensas
Las evidencias son abrumadoras. Cada día que pasa, a cada decisión del gobierno y de la clase política en todos los niveles de la administración, a cada declaración ministerial …, se pone enteramente de manifiesto que las medidas impuestas con la excusa de la Covid ya no son otra cosa que puro abuso de poder y delirio autoritario. Una extralimitación de las autoridades, seguramente exitosa y eficaz para quienes aspiran y logran el control social, por cualquier medio, incluso el más lamentable e irresponsable.
A modo de primer ejemplo: el pasado 13 de octubre, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, declaró: “aunque los datos de la pandemia están mejorando … Las mascarillas han llegado para quedarse, al menos mientras tengamos virus de la gripe u otros virus estacionales”. Dicho de otro modo: No le faltarán excusas ‘sanitarias’ al gobierno para amenazar impunemente y con la debida colaboración de la cobardía ciudadana, a todo aquél que rechace participar en la mascarada general.
¿Qué excusa legítima pueden alegar las autoridades de nuestro país, entre ellas la ministra de Sanidad, para imponer la mascarilla sobre el rostro de la población? A estas alturas, la respuesta no puede ser otra que: ¡Ninguna! o, en todo caso, ¡ninguna en relación con la salud pública!, cuando por todas partes se advierte del grave daño causado a la población si se perpetúan esta y otras medidas restrictivas.
Por más que se intente disimular, la manifestación más dramática del daño causado por este uso fraudulento de la pandemia y la utilización de la excusa del Covid-19 para el control biopolítico del conjunto social -ya indefenso, en tanto que víctima de la abrumadora actividad narcotizante y engañosa de los medios de comunicación- se ejerce sobre la población infantil y adolescente.
El pasado lunes, el gobierno salió al paso de un rumor creciente en Madrid, conforme se libraría a los niños y adolescentes del uso de la mascarilla en los colegios, para reafirmar que de ningún modo eso podría ocurrir, pues seguía siendo obligatorio el embozamiento infantil y juvenil incluso fuera de las aulas, si no se podía mantener una distancia de seguridad de 1,5 metros. Lo que ocurriría inevitablemente, en caso de juegos, encuentros y otros corrillos propios del patio y recintos escolares.
¿Cómo llega a justificarse este comportamiento, pese a la evidencia de su irracionalidad dolosa?
Sabemos que todas las informaciones, tanto de España como del resto del mundo, señalan que, al menos, los menores de 17 años apenas sufren la Covid más que como una enfermedad leve que, en más del 90% de los casos, superan en tres o cuatro días; que no hay registro de fallecimientos por causa principal de la Covid en estas edades o que apenas son responsables de una mínima proporción de los contagios a adultos, incluso cercanos.
Y, sobre todo: ¿Es inocuo para la población infantil y adolescente perpetuar el uso de la mascarilla? De ningún modo.
En primer lugar, el bozal dificulta, cuando no impide la normal maduración de la respuesta inmunitaria de los más pequeños. Con toda rotundidad el doctor inmunólogo, José Gómez Rial, señala “Su sistema inmune [de los niños y adolescentes] está en desarrollo y necesita exponerse a los diferentes patógenos y demás factores ambientales para su correcta maduración. El que no hayan contraído enfermedades infecciosas de tipo respiratorio durante la pandemia, aunque parezca bueno no lo es del todo, ya que su sistema inmunitario no se ha desarrollado como debería. Si se pretende perpetuar esta situación durante las temporadas invernales con el objetivo de evitar que enfermen sería una intervención no adecuada que podría poner en peligro el correcto desarrollo de su sistema inmunitario.”
Por otro lado, las medidas adoptadas con la excusa de la pandemia en nuestro y otros países, ¡que no en todos!, están provocando un fuerte impacto en el ámbito psicosocial de la infancia y la adolescencia. Tal y como alertaban en julio de 2021 desde la Asociación Española de Pediatría (AEP) “se están duplicando los casos de urgencias psiquiátricas infantiles, los trastornos de conducta alimentaria, que son cada vez más graves, los casos de ansiedad, trastornos obsesivo-compulsivos, depresión y las autolesiones e intentos de suicido en adolescentes”. A todo lo que hay que añadir el drama del no-encuentro, no-juego, no abrazo, no reconocimiento ni visualización del rostro del otro y de su gestualización facial, no moverse libremente, etc, cuyas dolorosas consecuencias no tardaremos en comprobar.