LITERATURA NADA MÁS

[Publicado en periódico CNT, nº 104 del 14 de mazo de 1933]

No afirmamos nada nuevo cuando decimos que el mundo está podrido ni somos los únicos en reconocerlo.

Hace tiempo que los propios burgueses se han dado cuenta de esta verdad y se aprestan a reconstruirlo a su manera.

Lo nuevo: he aquí dos palabras que han asumido el máximo valor representativo de esta inquietud.

Cuando alguno de los nuestros tiene audacias de lenguaje y de concepto para expresarnos su voluntad de renovación, que escandalizan a los ingenuos, nosotros sonreímos levemente; y no nos sonreímos de los que se escandalizarían, nos sonreímos del pseudo audaz, porque hace mucho tiempo, mucho, que nuestros oídos escucharon ese lenguaje.

A los que hemos convivido con las generaciones literarias de los años 19 al 25 no puede asustarnos ningún atrevimiento; la palabra dura y hasta el concepto brutal fue la originalidad de los que en aquella época dieron en llamarse vanguardias del arte.

Una generación de muchachos que presenciaron, de más o menos cerca, la hecatombe mundial de 1914-18, tenían que reaccionar violentamente contra una civilización que había parido aquella monstruosidad. Aquella monstruosidad no era la guerra propiamente dicha, aquella monstruosidad culminaba a espaldas del frente, en la retaguardia de las ciudades, en el feroz egoísmo de los emboscados, en el sentimentalismo morboso asexual de las tocas blancas de las enfermeras, en los compases de «La Madelon».

En la línea de combate estaban la muerte y la vida, ambas desnudas como una sola verdad; el instinto natural en magnífica apoteosis; detrás estaba el patriotismo, Dios, la ley, lo monstruoso. Y aquellos muchachos, al abrir los ojos sobre el panorama

del mundo, sintieron una oleada de rubor en la frente, y una blasfemia brotó natural y espontánea de sus labios.

Los que nos encontrábamos entre ellos sabemos de unas horas de nihilismo exasperado. Reconocían el crimen de sus padres —entiéndase bien esto: sus padres eran los que habían creado aquella civilización— y se avergonzaban, y en el interior de sus conciencias advertían cómo concepto a concepto, el recuerdo de sus antepasados iba desmoronándose.

Abominaron de Dios, se ciscaron en la patria y gozaron transgrediendo la ley. «Vivir, solo vivir»; este fue su lema. ¿Un nuevo concepto de la vida? No; la vida desnuda de conceptos es vida espontánea, como el agua brota del manantial. Roto el cordón umbilical del pasado, el porvenir limpio esperaba un esfuerzo creador.

Abajo lo burgués, fue su grito. Lo burgués era la decadencia, la vergüenza de su … [ininteligible], lo burgués era el afeite con que se tapaban las crudezas, el bálsamo con que se disimulaban los hedores del mundo en descomposición.

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