Editorial

Salario Mínimo Interprofesional: una operación propagandística, mentirosa y falaz”. Así titulaba nuestra compañera, Leticia Munda, su comentario al pacto alcanzado por la ministra de Trabajo y líder de Unidas Podemos, Yolanda Díaz, con el tándem CCOO-UGT, para subir en 15 euros el Salario Mínimo Interprofesional (de 950 a 965 euros) a partir de este mes de septiembre de 2021, con el compromiso, no cerrado ni cuantificado, de “avanzar” hacia los 1.000 euros en 2022 y a 1.050, en 2023.

Por más que el acuerdo entre ambas partes fuese publicitado por el gobierno “progresista” y sus ocasionales compinches sindicales como “un gran logro”, como una manifestación excelsa de su política de “no dejar a nadie atrás” o como un “acto de justicia social” y un “éxito personal de la ministra de Trabajo’, nuestra compañera estaba en lo cierto.

Aplaudir como un “acto de justicia social” la imposición a millón y medio de trabajadores la pérdida efectiva del poder adquisitivo de sus salarios, a cambio de una mezquina subida meramente nominal, es un acto que no cabe definir de otro modo que el de una cínica agresión al conjunto de la sociedad, disimulada bajo el manto de una gran mentira.

Más aún. Plenamente conscientes del engaño social que estaban dispuestos a cometer, valiéndose del coro mediático a su servicio, los autores del pacto llegaron a calificarlo como “una victoria para la clase trabajadora” frente a una patronal CEOE-CEPYME, cicatera e insensible ante la “pobreza laboral”, que reclamaba mantener congelado el SMI, al menos durante todo el 2021, pero que nada más logró que esa congelación se mantuviese efectiva durante los ocho primeros meses del año, ya que los 15 euros de incremento sólo se aplicarán sobre 5 pagas de las 14 que corresponden anualmente. De ahí que las muecas de disgusto exhibidas por los directivos de la patronal, resulten tan deplorables y cínicas como la algarabía mediática del gobierno y los sindicatos pactistas.

Hasta aquí la palabra embustera del tándem gobierno-burocracia sindical y la palabra cínica de la patronal. Sin embargo, semejante palabrería de unos y otros no resiste el más mínimo contraste con la tozuda realidad, revelándose como lo que en verdad es: un monumental fiasco.

Todos los analistas estadísticos saben -y la clase obrera lo experimenta cada día- que el Índice de Precios al Consumo (IPC) está muy lejos de reflejar la subida real del precio de la vida, que suele ser bastante superior. Así, por ejemplo, “la cesta de la compra” se ha encarecido en los 12 meses últimos un 6,6% de media y los combustibles casi un 20%, mientras que la inflación anual estimada en el IPC era en agosto de 2021 exactamente la mitad, un 3,3%.

No obstante, si insistimos en tomar como elemental referencia del coste de la vida el IPC actual, lo que en verdad significa esa ‘subida’ de 15 euros (sobre 950) en los cuatro últimos meses de 2021, sola cabe una conclusión: tan mezquina ‘subida’ disfraza una disminución real de las retribuciones y reducción del poder adquisitivo del millón y medio de trabajadores que cobran el SMI, que apenas podrán hacer frente al recibo de la luz o a la cena y el vestir de sus hijos, el alquiler de la casa o cualquier otra cosa necesaria.

Esto es la realidad que evidencia el hecho de que el SMI, según el pacto suscrito, suba a partir de septiembre un 1,58% frente al 3,3% que ya han subido los precios en general en estos últimos ocho meses. A comienzos de octubre, quienes reciban en su nómina esos 965 euros de los que ahora presumen el gobierno y las burocracias sindicales, serán en su salario más pobres que hace un año. Y eso, cuando cuatro millones y medio de personas están en España bajo la pobreza severa, careciendo de los recursos mínimos para atender sus necesidades más básicas.

Por otro lado, el incremento del SMI sólo afectará durante este año a cinco pagas (cuatro ordinarias y la extraordinaria de Navidad). Es decir que el importe del incremento real en términos anuales será de un 0,56% o, lo que es lo mismo, la mezquina limosna de 5 euros al mes. Dicho de otra manera, el trabajador que fue retribuido por el SMI en el año 2020 percibió 13.300 euros (950 x 14 mensualidades), durante 2021 percibirá 13.375 euros (950 x 9 meses más 965 x 5 mensualidades).

A mayor prueba de lo que venimos afirmando, la naturaleza lesiva para la clase trabajadora de este pacto por las alturas se manifiesta también en el dato indubitable de que ese ‘aumento’ es inferior al incremento del salario medio que recogen los convenios colectivos firmados este año. Resulta evidente que si la pretensión de los responsables fuese la que afirman que es (acercar el SMI al 60% del salario medio, durante 2021, según el criterio de la Carta Social Europea) el pacto de ahora significaría un paso en la dirección contraria, un retroceso.

A mayor desgracia para la clase trabajadora, hay que tener en cuenta que el SMI ni siquiera llega en su cuantía total a todos los trabajadores, pues muchos asalariados continuarán o se hundirán en la pobreza cobrando por debajo del SMI: trabajadores a jornada parcial, precarios temporales, en situación de paro más o menos prolongado, etc.

Cabe concluir este editorial con el permanente llamamiento a la movilización que realiza nuestro sindicato contra toda palmaria injusticia. Frente a tanta mentira y exhibición fingida, sólo la verdad es transformadora y la rebeldía es honesta. Organicémonos sindicalmente para acabar con esta deliberada construcción de la miseria social y con esta organización del embuste como instrumento para la docilidad global.

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