HUELGA GENERAL

[Entrada primera]

Continuamos hoy una didáctica sección en nuestra revista, al objeto de ir ofreciendo cada semana, desde la A a la Z (hoy, la letra inicial es la H), palabras, frases, conceptos, voces … que La Campana viene utilizando desde su inicio en 1980 (I época).

Lo que hoy solemos nombrar en España como “Huelga General” tiene muy poco que ver con la noción que fue formulando el movimiento obrero europeo en la segunda mitad del siglo XIX y se propagó al resto del mundo a partir de 1895 desde Francia.

Una “Huelga general” de 24 horas convocada siguiendo los cauces y modos previstos por la legalidad política y, sobre todo, en defensa de unas reivindicaciones u objetivos que en ningún caso representan alteraciones profundas de la estructura social, la morfología económica o el formato productivo capitalistas, … no se corresponde con los conceptos de Huelga General desarrollados históricamente por el anarco-sindicalismo.

La idea de que “todos los trabajadores podían dejar de trabajar en un momento dado y de forma más o menos simultánea, con una reivindicación común” no tiene un origen anarquista, sino probablemente en las Trade Unions inglesas. En las escasas ocasiones que se intentó llevar la idea a la práctica en esos términos, fracasó rotundamente.

En los siguientes 50 años, la idea de la Huelga General surgía esporádicamente en los medios obreros, con planteamientos y objetivos diversos. Hay que esperar hasta el Congreso de Bruselas de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), en 1868, cuando los delegados consideraron que las clases obreras podían oponer a las guerras la huelga general, “basta con que los productores dejen de producir para que se hagan imposibles las empresas de los gobiernos personales y despóticos”. Aquel Congreso concluyó recomendando a los trabajadores que hiciesen Huelga general “cuando llegue a estallar una guerra en sus respectivos países”.

Muy relacionada con esta concepción de Huelga General venía popularizándose otra, la Huelga revolucionaria, que en Francia, España, Italia y otros países había adquirido extraordinaria importancia, ofreciendo episodios de lucha obrera ejemplares. Quizás fuese el encuentro de esta tradición insurgente, política, de los obreros con la experiencia acumulada de numerosas huelgas parciales (de empresa, sectoriales o locales) que solían terminar en tragedia y frustración si no intervenía la solidaridad general, la que logró finalmente que llegase a cristalizar la noción de Huelga General como instrumento para la emancipación obrera y el logro de grandes metas sociales que cohesionasen la voluntad de cambio social revolucionario.

Fue en EE UU que se retomó la idea de utilizar la Huelga General para la reivindicación de las ocho horas. El IV Congreso de la American Federation of Labor, reunido en Chicago en 1884, lanzó la consigna de la huelga universal para hacer efectiva la lucha por la jornada de las ocho horas, fijando la fecha del 1 de mayo de 1886 como el día que debía inaugurar la aplicación generalizada de dicha jornada. Es bien conocido lo que siguió a esta decisión, con la ejecución de cinco anarquistas, cuya memoria honramos cada 1º de Mayo, asumiendo su llamamiento a la lucha contra la explotación.

Fue a finales del siglo XIX que la noción de Huelga General se perfiló con mayor nitidez sindical, convirtiéndose en uno de los principales ejes de diferenciación de estrategias y concepciones sindicales y sociales, especialmente entre marxistas y anarquistas.

Los anarcosindicalistas comprendieron entonces que la Huelga General representaba un instrumento eficaz y una meta revolucionaria idónea, alternativa a la vía parlamentaria y electoralista de los socialistas y acorde al principio de acción directa, antiautoritaria, que defendían a ultranza. Por ello, los más de los socialistas rechazaron inicialmente el recurso a la Huelga general, y sólo la admitieron, aún con muchas reservas, cuando se limitó a ser instrumento para la conquista de derechos políticos o laborales precisos y limitados. En ese momento, serán los anarquistas quienes pongan reparos a las convocatorias de huelga general o bien participen en ellas, intentando ampliar sus objetivos y organizándola desde una perspectiva libertaria, ajena al centralismo y ejecutivismo sindicales.

Con todo, fueron muy pocos los anarquistas que llegaron a considerar la huelga general como el único o más importante medio para lograr la emancipación del proletariado e incorporar a los trabajadores al esfuerzo de la revolución social. Preveían que la resistencia de los poderosos, los recursos inmensos de los estados y la limitada influencia de los trabajadores en el orden social a corto plazo, impedirían que una huelga general pacífica llegase a fructificar como derrumbe del sistema capitalista y la organización estatal.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *