CONTRA LA DEROGACIÓN DE LA REFORMA LABORAL
Cuando las consignas se convierten en señuelos
Estamos a las puertas de un nuevo Primero de Mayo y la clase obrera saldrá otra vez a la calle para afirmar su conciencia de clase y para denunciar, en tan señalado día, aquellas cuestiones que, por suponer una bota en nuestro cogote, son más urgentes. Y si algo ha venido siendo habitual en nuestras reivindicaciones en los últimos tiempos es reclamación de la derogación de la reforma laboral de Mariano Rajoy.
Pero, en realidad, ¿estamos seguros de que es esta la reclamación que debemos poner en primera línea de nuestras reivindicaciones? No voy a ser yo el que niegue que la reforma laboral del gobierno Rajoy fue una patada en el estómago y en la frente de la clase obrera, que supuso un retroceso en las relaciones laborales y que nuestra situación ha empeorado notablemente desde su aprobación, pero hemos de reconocer que casi ¡diez años! de utilizar la misma consigna, de simplificar nuestros mensajes, han venido a convertir la lucha contra la reforma laboral en algo parecido a «¡qué bien estábamos antes de la reforma laboral!». Y, claro, este es un mensaje muy nocivo y, lo que es peor, una mentira si seguimos utilizándolo sin más matices en nuestros mensajes.
Llevamos más de 40 años de democracia burguesa y, en esos 40 años, la clase trabajadora no ha mejorado en su situación ni en su consideración social. No ha mejorado la jornada laboral; antes al contrario, ha empeorado al reformar el método de su cómputo. No han mejorado los salarios, incluido el mínimo; solamente ha brillado un poco la luz el primer año del gobierno actual, mejora paralizada posteriormente. No han mejorado las pensiones ni en su cálculo, ni en sus requisitos ni en la edad; al contrario, han modificado el cálculo para que las pensiones fuesen más bajas, han endurecido los requisitos y han retrasado la edad de jubilación. No han mejorado las prestaciones de desempleo; al contrario, han ido recortándolas y son peores que nunca. No han mejorado las referencias para las prestaciones sociales; al contrario, eliminaron las referencias al Salario Mínimo y se han referenciado al IPREM, mucho más bajo. Antes, para despedirte, un empresario debería abonar 60 días por año en un despido improcedente; ahora son 33. Hace 40 años el prestamismo laboral estaba desterrado; hoy está legalizado a través de las contratas, subcontratas y ETT. Antes, las horas extraordinarias tenían topes mensuales y anuales; ahora, el cómputo es mucho más beneficioso para las empresas. Pues bien, todas estas reformas, que han supuesto un empeoramiento de nuestra situación, son anteriores o tienen origen anterior a la reforma laboral de Rajoy. El dedo señalando la luna y nosotros mirando hacia el dedo.
La democracia burguesa ha ido barriendo aquella legislación que supusiese un beneficio para la clase obrera. Lo han hecho todos los gobiernos, de izquierdas o de derechas, que han ido pasando por el poder. Para ello han contado con la complicidad valiosísima del sindicalismo institucionalizado, comprada su voluntad por el fortalecimiento subvencionado de sus aparatos sindicales. Mientras, una clase obrera anestesiada, sin formación e inconsciente de su propio papel social, acepta sin rebelarse la traición permanente, el juego del voto y la propaganda del poder.
¿Debemos entonces seguir, como hace casi 10 años, reclamando la derogación de la reforma laboral de Rajoy? ¿O debemos pararnos, elaborar una tabla reivindicativa clara que pueda ser trasladada a la clase obrera para su asunción e interiorización combativa? La respuesta está, para mí, clara: debemos reivindicar la reducción de la jornada laboral, la eliminación de las horas extras, la supresión de las contratas y de las ETT, el aumento de las prestaciones de desempleo y de las sociales, la revisión del concepto e indemnizaciones del despido improcedente, la revisión de la edad y requisitos de las jubilaciones, la posibilidad del control obrero de las empresas, etc. Este es un programa absolutamente reformista que deberíamos publicitar y difundir de inmediato; si se trata de hacer comparativas sobre cuál ha sido la legislación laboral mejor, quizás nos encontraríamos con la sorpresa de vernos reivindicando la derogación de todas las reformas laborales desde la legislación post franquista o, lo que es lo mismo, reivindicando la legislación franquista.
No, pues, a la derogación de la reforma laboral. Dejémonos de entelequias, señuelos y cortinas de humo y dediquémonos a reivindicar aquello que responde a los intereses inmediatos de los trabajadores. Y cuando estos lo hayan asumido, hablaremos de la revolución.