VII Época - 9

LA CGT NO ES UN TROFEO

Dicen por ahí que en la CGT no hay problemas, que lo único que pasa es que unos cuantos “perdieron” el Congreso de Zaragoza y, como no lo pueden admitir, lo único que han hecho desde entonces es intentar sabotear cada una de las iniciativas del Secretariado Permanente del Comité Confederal en venganza de aquella pérdida insoportable.

No importa que el SP permitiese las actuaciones antiorgánicas de la territorial de MCLMEX con respecto al Sindicato de Transportes y Comunicaciones de Madrid, que culminaron en su desfederación. Tampoco es importante que el SP mintiese a la CGT diciendo en circulares e informes que estaban intentando solucionar el conflicto, mientras en realidad tomaban partido y respaldaban todas las acciones de la territorial. Ni que no haga cumplir el acuerdo de la Plenaria de Zaragoza con respecto a las inhabilitaciones de los cargos del sindicato mencionado. Nada tiene que ver en el lío la decisión del SP de no convocar la plenaria extraordinaria promovida por más de ⅓ del Comité Confederal, violentando gravemente los Estatutos. Tampoco importa no admitir la inclusión de puntos del orden del día de una plenaria solicitados por Galicia ni ocultar esto a la organización. Da igual que el SP impulse acuerdos rechazados por el Congreso, como el de la llamada unidad de acción anarcosindicalista. No importa que el propio SP intente acallar la voz -a grito pelado- de una compañera representante de la Federación de Transportes en las plenarias confederales. Por supuesto, el conflicto es independiente de que en dos publicaciones administradas por el SP -a través de la Secretaría de Comunicación- se propusiese la afiliación de los guardias de seguridad, olvidando los acuerdos de nuestra organización al respecto, ni que una de ellas se hubiera convertido en un boletín propagandístico de una policía amable, sin que sirvan para nada los acuerdos reiterados del anarcosindicalismo de disolución de los cuerpos represivos. Tampoco tiene nada que ver el conflicto con la defensa hecha por el secretario general de la afiliación del director del Libre Pensamiento a un sindicato distinto al que le corresponde según los Estatutos. Por supuesto, el conflicto no tiene nada que ver con lo expuesto anteriormente, pequeñeces, casi nimiedades, con la auténtica razón que lo mantiene vivo: hay un grupo de “perdedores” del congreso” a los que lo único que les importa es tocar las narices y poner palos en las ruedas de la CGT simplemente porque está “dirigida” por el SP elegido en el Congreso.

Lo preocupante de todo esto es la concepción que los defensores de esta infantil teoría es justamente lo que no dicen: si consideran que hay “perdedores”, también habrán de considerar que existen una personas “ganadoras” del Congreso. Para los defensores de la teoría del ganapierde, el SP salido del Congreso son, evidentemente, los “ganadores” y, por ello, tienen carta blanca en su quehacer. Poco importa -algunos aún tenemos memoria- que las ponencias promovidas por su candidatura antes del Congreso -en una acción propagandística nunca vista antes- no hubiesen salido adelante. ¿Para qué, si han “ganado” el Congreso y se pueden intentar llevar adelante desde la “cúpula” -el SP- en lugar de cumplir con lo que sí realmente aprobó el Congreso?

Seguramente esta concepción de “ganar” o “perder” un Congreso, como si la CGT fuese un trofeo a conquistar para llevar a cabo la acción sindical del “ganador”, independientemente de la voluntad de los sindicatos, venga de ya de antiguo y no nos habíamos dado cuenta. Hay personas que tienen claro que la conquista del poder es el camino adecuado para llevar a cabo sus ideas, sobre todo si las ideas de la organización chocan con las suyas reiterada y tozudamente. En lugar de respetarlas, se las lamina por la vía de los hechos consumados, se amordaza al Comité Confederal intentando relegarlo a figura decorativa y se buscan apoyos entre capitostes de prestigio en puestos claves, que puedan maniatar y amordazar a sus propias organizaciones.

Sea como sea, la culpa es nuestra. La aprobación de los actuales Estatutos en el Congreso de Tarragona fue una desgracia para la organización: presentación de candidaturas a los cargos, como si se tratase de la democracia burguesa; que las ponencias las pudiesen presentar personas sin que los sindicatos participasen en ellas; que las mesas de los congresos fuesen únicas para todo su desarrollo; que las comisiones de ponencias se elijan por anticipado sin que sepamos la postura de los sindicatos y fomentando el amiguismo y el compadreo; que el voto tenga una corrección mínima y sea casi proporcional a partir de un determinado nivel de cotizaciones, son decisiones cuya gravedad casi nadie vio venir.

Hoy el problema es urgente e inmediato: pararle los pies a este SP, que mantiene secuestrado al Comité Confederal, con la colaboración de algunos de los miembros de este, se hace ya perentorio. Corregir aquellas decisiones que han ayudado a llegar hasta aquí ha de ser el siguiente paso. Y cumplir los Estatutos y principios básicos de la CGT, siempre. Porque la CGT no es un trofeo de nadie, por mucho que crea que ha “ganado” un Congreso.

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