VII Época - 10

HAY QUIÉN NO QUIERE APRENDER

La formación de nuestra militancia es imprescindible. Es un aspecto orgánico que nunca se puede dejar de lado, ya que, en gran medida, la continuidad de nuestra organización depende de que la afiliación sepa afrontar las situaciones con las que la CGT se encuentra en el devenir de la vida confederal.

Entendemos la formación como algo amplio, no circunscrita al conocimiento de fundamentos de la legislación laboral, sino también al conocimiento de las bases de nuestra organización: los clásicos del anarquismo, la historia del movimiento obrero y, especialmente del anarcosindicalismo y de la CGT, las bases filosóficas en las que se basa nuestra concepción social, son necesarias para una militancia consciente y valiosa.

La militancia, en especial la que ocupa cargos de responsabilidad, no debe limitarse a ello, sino que debe estar dispuesta a conocer (y a sacar la debida enseñanza) de los avatares que han traído a nuestra organización a lo que ahora somos, no solo de los hechos más o menos gloriosos en los que la CGT fue protagonista de la historia (la huelga de la Canadiense o las colectivizaciones de 1936), sino de aquellos acontecimientos internos que nos han marcado (el trentismo, la postura ante el comunismo soviético, el cincopuntismo, los sindicatos de oposición, etc.).

Digo esto porque también es obligatorio el aprendizaje de cómo se desarrollaron algunos acontecimientos en el pasado (también en el reciente) y cómo y por qué se adoptaron decisiones orgánicas que enfrentaron el problema. También la memoria de acontecimientos pasados puede servir para aprender en situaciones actuales.

¿A qué cuento viene esta introducción? Pues al caso de la antiorgánica desfederación del Sindicato de Transportes y Comunicaciones de Madrid decidida por la territorial de Madrid, Castilla-La Mancha y Extremadura. Y decimos que es antiorgánica porque fue adoptada por un organismo evidentemente incompetente, porque se ha hecho obviando el más mínimo respeto a los valores confederales al negar al sindicato afectado el derecho a exponer su caso y defenderse ante el organismo que acordó su separación de la CGT y porque -y ahí viene a cuento lo del principio- nunca se ha hecho así en la historia de la CGT, seguramente porque quienes tenían las responsabilidades orgánicas en otros tiempos eran conocedores del mecanismo adecuado o porque, simplemente, tenían la formación y los valores confederales más arraigados que los actuales.

¿Por qué digo lo anterior? Pues por la sencilla razón de que no es la primera vez que un sindicato es desfederado de la CGT. Solo con que el comité de MCLMEX o el Secretariado Permanente del Comité Confederal hubiesen tenido la formación o las convicciones debidamente asentadas hubieran aprendido de esas otras veces en que la organización se vio empujada a separar a sindicatos de su seno.

El primer ejemplo es el del Sindicato de Administración Pública de Valencia. Hace bastantes años, este sindicato de la CGT adoptó unos acuerdos con la Intersindical Valenciana para la presentación conjunta de candidaturas a las elecciones sindicales en unas condiciones que contradecían los acuerdos adoptados por la organización al respecto. Alertado por la territorial y tras abrirse la información correspondiente -incluyendo las adecuadas alegaciones del sindicato-, el Comité Confederal, en plenaria, acordó su desfederación, no sin haber intentado infructuosamente que el sindicato afectado modificase su actitud. Esta desfederación fue cautelar, ya que se le concedió la posibilidad de acudir para la revisión de su caso al Congreso Confederal, aunque esta posibilidad ya no fue ejercida por los desfederados.

Un segundo ejemplo lo tenemos con las desfederaciones de Sevilla. Hace también unos años, una compañera fue agredida sin que se tomasen medidas contra los agresores. El asunto se sustanció con la petición de desfederación -efectuada por la territorial andaluza- de cuatro sindicatos sevillanos (Banca, Metal, Enseñanza y Administración Pública). El Comité Confederal, en plenaria, debatió el punto y, tras estudiar la cuestión -con documentación, informe del secretario de organización y alegaciones de los sindicatos- determinó la desfederación de Banca y Metal y contradijo a Andalucía en las otras dos desfederaciones propuestas.

Por los ejemplo expuestos, vemos que hace unos años -no olvidemos que los Estatutos de la CGT eran los mismos que los actuales- todo el mundo tenía claro que era el Comité Confederal quien acordaba, cautelarmente, la desfederación de los sindicatos. Sin embargo, en la actualidad, la territorial de MCLMEX se considera con la suficiente capacidad para proceder, unilateralmente, a la ruptura del pacto federal que vincula a todos los sindicatos de la organización -no solo a los de su territorial- y, para más bochorno, el SP del CC avala su actuación y le hurta al Comité Confederal el debate y decisión de la cuestión.

No sabemos si es falta de formación lo que está provocando esta situación. Seguramente la habrá entre quienes creen que los comités, formados por compañeros y compañeras de confianza, nunca se equivocan y que los que decimos lo contrario lo hacemos porque formamos parte de un grupo con intereses particulares ajenos a los de la organización. Sin embargo, los ejemplos expuestos indican meridianamente el camino a seguir y al SP se le han dado ocasiones y argumentos suficientes para que rectifique y haga volver las aguas a su cauce estatutario. De ahora en adelante, visto lo visto, ya no podremos hablar solamente de falta de formación ni de equivocaciones porque, si las ha habido en compañerxs que ostentan cargos de resonsabilidad, es malo; pero si fuera lo contrario, es decir, que los compañeros sí tenían esa formación, es peor.

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