VI Época - 40

LA ‘SINIESTRALIDAD LABORAL’, SÓLO EN 2020 CAUSÓ MÁS MUERTES EN EL MUNDO QUE LA COVID

El pasado 28 de abril se celebraba el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, instituido por la ONU. Con tal motivo y ocasión, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la oficina especializada de la ONU sobre estos temas, elabora su Informe Anual-2020, en el que constata que en ese año se han producido más de 2,7 millones de muertes por accidente laboral, una cifra que supera el número oficial de fallecidos por Covid. No obstante, la brutal mortandad por accidentes de trabajo y enfermedades laborales, se repite año tras año desde ni se sabe cuando, en medio de la indiferencia cómplice de las autoridades estatales de cada lugar, como si se tratara de una catástrofe natural e inevitable.

En España, las muertes por accidente en el lugar de trabajo ascendieron en 2020 a 595, lo que supone 53 fallecidos más que el año anterior, con un aumento en valores relativos del 9,8%, y todo ello pese a la menor actividad y presencia en los centros de trabajo por la pérdida de empleos, ERTE y teletrabajo, según expone la OIT. A esa elevada cifra de muertes por accidente en el lugar de trabajo hay que añadir otros 113 accidentes laborales producidos en siniestros ‘in itínere’, hasta un total de fallecidos por accidente laboral de 780, según los datos ofrecidos por el Ministerio de Trabajo español.

Según el Informe, las enfermedades y accidentes laborales matan en el mundo, al menos, a 7.500 personas cada día, siendo una de las causas subyacentes más importantes el exceso de trabajo (jornadas y ritmos intolerables), que afecta al 36%, de la clase trabajadora mundial, con jornadas superiores a las 48 o 50 horas semanales y sistemas de hiperconectividad (estar pendiente del teléfono o del correo electrónico o bajo control telemático por la empresa) que imposibilitan el descanso y la distracción necesarias, con graves consecuencias de fatiga -factor determinante en múltiples accidentes en los centros de trabajo e ‘in itinere’- y deterioro de la salud mental.

La gravedad de estos hechos reside, sobre todo, en su repetición.

Cada año y desde hace decenios, al menos 400 millones de personas (registradas en las estadísticas oficiales de la OIT, por supuesto una cifra muy inferior a la real: 374 millones) sufren accidentes laborales, una causa por la que diariamente mueren cerca de 1.000 en todo el mundo. A esta escalofriante cifra hay que sumarle otra no menos impactante: la de los 6.500 fallecidos diarios que las denominadas enfermedades profesionales (en su mayoría respiratorias – en un 17% de los casos-, del sistema circulatorio -31%- y cánceres -26%-). Así las cosas, y ateniéndose a los últimos datos disponibles (previos al Informe-2020 de la OIT, que ahora reseñamos) el documento indica que en 2017 se habían perdido 2,78 millones de vidas por motivos atribuibles al trabajo, mientras que los días no trabajados por razones relacionadas con la seguridad y la salud representan “alrededor del 4% del PIB mundial, una cuota que se eleva hasta el 6% en algunos de los países estudiados”. 

Aunque no dejemos de señalar lo sesgado de las conclusiones ofrecidas por la OIT en su Informe (siempre en favor de una solución paliativa de la siniestralidad laboral que resulte compatible con la explotación capitalista y la organización de la producción y la actividad laboral bajo los principios de mercantilización general y beneficio privado) no debemos desdeñar y, mucho menos, desconocer, la dimensión escalofriante de los hechos que se cifran. Pues esos hechos y datos manifiestan la imperiosa exigencia de que las organizaciones sindicales -entre ellas la nuestra, la CGT- reivindiquen e impongan con toda la contundencia posible la jornada semanal máxima de 36 a 40 horas, la regularización de los descansos y desconexión obligatorios, sistemas de protección y prevención adecuados a cada sector y puesto de trabajo, estrechar los vínculos con la salud y la higiene públicas … y, ya en nuestro ámbito concreto, combatir y denunciar el sistema actual de las Mutuas laborales, así como la escasa funcionalidad y dotación en medios de la Inspección de Trabajo.

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