LA REDENCIÓN DE LAS MUJERES EN EL SINDICALISMO LIBERTARIO
En ocasiones parece que estamos empeñados en no reconocer que nuestros antecesores en el sindicalismo de raíz anarquista tenían sensibilidad por otras cuestiones distintas a la Huelga General o la Acción Directa. Nada más lejos de la realidad: en los Congresos Obreros reflejaban problemáticas avanzadas y que los colocan muy lejos de los obreros henchidos de machismo con que algunos los retratan. Por ello, al igual que hicimos la semana pasada, queremos recuperar algunas de las decisiones del Congreso de Constitución de la CNT (hoy CGT), celebrado en Barcelona entre el 30 de octubre y el 01 de noviembre de 1910.
Preside la sexta sesión el compañero Ávila, de los Aserradores y Cajonistas de La Coruña, cuando se da lectura al dictamen elaborado pola la ponencia sobre el trabajo de la mujer, que quedaría como sigue:
“La ponencia entiende que dada la constitución física de la mujer, este Congreso debe considerar como inhumano el trabajo que ésta efectúa, ya sea en la carga y descarga y en otros trabajos cuyo esfuerzo es superior a su constitución. Nosotros consideramos que lo que ha de constituir precisamente la redención moral de la mujer -hoy supeditada a la tutela del marido- es el trabajo que ha de elevar su condición de mujer al nivel del hombre, único modo de afirmar su independencia.
Además, hemos de considerar que la disminución de horas de trabajo de muchos de nosotros la debemos indirectamente al penoso trabajo de las mujeres en las fábricas; mientras tanto que muchos de nosotros permitimos que nuestras compañeras se levanten de la cama antes de las cinco de la mañana y nosotros permanezcamos descansando, y cuando la mujer acaba de derramar su sangre por espacio de doce horas, para mantener los vicios de un explotador, llega a su casa y en lugar de un descanso se encuentra con un nuevo burgués -compañero- que con la mayor tranquilidad espera que haga los quehaceres domésticos.
Por consiguiente, como conclusiones la ponencia expone al Congreso:
Abolición de todo trabajo que sea superior a sus fuerzas físicas.
Entendiendo que para lograr su independencia la mujer necesita del trabajo y por consiguiente éste es penoso y mal retribuido. Proponemos:
Que el salario responda a su trabajo con idéntica proporción al del hombre.
Que sea deber de las entidades que integran la C.N. del T. Española, se comprometan a hacer una activa campaña para asociar a las mujeres y para disminuir las horas de labor.
Esta ponencia determina que no debe permitirse bajo ningún concepto que trabaje un mes antes de su parto y hasta un mes después de haber dado a luz.
Rafael Bernabeu, José Pons, José M.ª Carreras, Pablo Pérez”
Para muchos -y muchas- estas pocas líneas serán demasiado modestas en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, pero haberlas plasmado por escrito hace la friolera de 113 años, como consecuencia de un debate en la constitución de un nuevo organismo obrero, tiene un mérito indiscutible. Se habla de afirmar la independencia de la mujer, de igualdad salarial, de asociar a las mujeres en organizaciones esencialmente masculinas y se entra en las casas trabajadoras para recordarles a los obreros que sus compañeras han de caminar también hacia la redención. Toda una batería de conceptos nuevos que habrían de revolucionar la convivencia entre hombres y mujeres y que eclosionarían con las constitución en 1936 de Mujeres Libres.
No podemos dejar de rendir un reconocimiento y homenaje a aquellos trabajadores -muchos de ellos iletrados- que, en un mundo con más penurias que alegrías, supieron sobreponerse a la miseria de la vida cotidiana y establecer las bases de un mundo nuevo. El compañero José Negre, el primer secretario general de nuestra organización, se despidió de las representaciones presentes en el Congreso diciendo “que lleven a sus localidades las ansias de emancipación y les digan a todos los inconscientes, como la frase bíblica: “Lázaro, levántate y anda”, para que todos, bien unidos, marchar hacia el fin de la redención total de los trabajadores mundiales.” Entre estas ansias de emancipación está -estaba ya entonces- la de la mujer. Y aquí seguimos.