VII Época - 8

LEY DE ¿BIENESTAR? ANIMAL

“Esterilización obligatoria de todos los gatos a partir del medio año de vida” (Excepto, claro está, los útiles como “reproductores” a la empresa privada)

Han denominado a esta ley “Ley de Protección de los derechos y bienestar de los animales”, lo cual permite concluir que es un derecho universal y un merecimiento en su propio bien (físico, ‘sintiente’, quizá psicológico) de los gatos “independientemente de raza, género o situación del felino”, el ser castrados, esterilizados, capados, etc. Ignoramos si la campaña de castración iniciada por tan filantrópicos humanoides (aunque animales, con frecuencia de compañía, no podrán de momento beneficiarse de las bondades de la medida) afectará a los gatos salvajes o asilvestrados, sin dueño reconocido que les dedique su amor y cariño desinteresados. Quizá baste con organizar cacerías ecológicas, que mantengan su población a raya.

El 29 de marzo de 2023, se publicó en el BOE la “ºLey 7/2023 de protección de los derechos y el bienestar de los animales”, tras haber obtenido en el Congreso los 174 votos a favor de PSOE, Unidas Podemos, ERC, EH-Bildu y CUP; la abstención de BNG, Teruel Existe y Compromís y 172 votos en contra del PP, Vox, Ciudadanos, PNV, PdeCat, Junts per Cat, Más País-Verdes Equo, UPN, Foro Asturias y PRC. Entró en vigor, el pasado 29 de septiembre.

Es indudable que todos los seres vivos -plantas o animales- son seres ‘sintientes’, pues sin ‘sensibilidad’ hacia los cambios que se producen en su entorno no sería posible la vida para ninguno de ellos. Por supuesto, tanto los mecanismos como las estructuras anatómicas y fisiológicas, que intervienen y colaboran en esa función de “relación” entre el individuo y el entorno en los animales (el sistema nervioso y ganglionar, aparato locomotor, sistema glandular, hormonal, etc) son extraordinariamente variados.

Sin embargo, en la nueva ley, se pretende sustituir lo que es una condición natural de todo ser vivo, de todo animal, en un “bien jurídico” protegido que afectaría a unas especies y no a otras, pero que además, con la excusa de su aparente ‘protección’ se ejerce, en base a desnaturalizarlos y negar su condición propia, hasta el punto de amputarlos, castrarlos, matarlos selectivamente o normalizar sobre ellos la cadena.

Semejante decisión de la clase política española, resulta injustificable e insufrible por más que se la pretende disfrazar con eufemismos. Tales como, el hecho retórico de degradar a toda una especie o genero animal a la condición de ‘mascota’. Por ejemplo, un gato/a, en virtud de esta operación lingüística, ha de modificar la conducta propia de su especie, adaptándola a la voluntad del legislador-humano. Bajo riesgo de sanción, será ‘mascota’. Siempre cariñoso y amable (ya no felino, ni siquiera ante unas presas de las que apenas podrá tener memoria), castrado (ya no fecundo y ajeno a los de su propia especie), comedor de pienso fabricado (ya no cazador), permanentemente infantilizado -en eso consiste la domesticación- (ya nunca libre). Esta es la filosofía que los legisladores y autores de esta delirante Ley pretenden que rija en las relaciones de los seres humanos con los animales y, en definitiva, entre ellos mismos.

Lejos queda la Fábula del autor francés La Fontaine del “perro y el lobo”, con moraleja de que “el bien más preciado (del ser humano, del lobo, del perro …) es la libertad”. Más o menos el cuento, decía así: Un lobo que se encontraba hambriento, se encontró a un mastín gordo y sano. Sintiéndose el lobo sin fuerzas para atacar al perro, se le fue acercando zalamero. “¡Que bien se te ve!”, le dijo. A lo que el mastín respondió: “Si no estás tan bien como yo, es porque no quieres. Deja el bosque y sígueme. Tendrás una vida excelente”. Y el lobo preguntó: “¿Qué tendré que hacer?”. “Casi nada”, dijo el mastín, “atacar a quien ponga en peligro al amo; querer a los dueños de casa, y complacerlos. Con eso tendrás las sobras de todas las comidas, huesos de pollos, carne fresca”. “Allá vamos”, dijo el lobo. Pero en el camino, el lobo observó que el mastín tenía el cuello pelado. “¿Qué es eso?”, preguntó. “¡Nada que importe demasiado frente a una buena comida! ¡Es la marca del collar con el que a veces me atan!”, dijo el mastín. El lobo, huyó entonces con las pocas fuerzas que le quedaban, monte arriba, monte abajo, sin collar, ni cadena, sin amo ni interesadas caricias, libre.”.

Claro que esta era filosofía del siglo XVIII y ahora, estamos en el siglo XXI, cuando la izquierda gobernante (o en ínfulas de serlo) ya no siente y no proclama que la “libertad sea el don más preciado” ni que la naturaleza sea madre y maestra, sino un producto fabricable -y, por tanto, mercancía- a la medida de la mediocridad hogareña y la afectividad melindrosa, diseñada por la industria estadounidense en la segunda mitad del siglo XX.  La naturaleza como un jardín de Walt Disney y las mascotas como bambis hasta ayer desamparados (desde hoy, será la ley punitiva la que los proteja, aún que tenga que mutilarles para ello). Es el modelo ideológico diseñado, ahora impuesto coactivamente, por las empresas fabricantes de espejismos.

1 comentario

  • María Lucila Valenzuela Fernández

    No entiendo qué es lo que no gusta de la ley, él título o qué se castren gatos
    0.0
    Creo entender qué se confunde reaccionar Al ambiente con sentirse afectado a nível emocional por este
    También creo entender qué la definición de natural, es un poco rara, pues si desde ella debemos dejar a las hembras procrear según su instinto, me resulta chocante la velada crítica Al ser humano de tener mascotas, algo que há estado en nosotros desde tiempos inmemoriales

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