VII Época - 13

UNA MONSTRUOSA CARNICERÍA

Silenciada, pero fríamente diseñada y fríamente ejecutada

La estadística es escalofriante: Según informa la ONU alrededor de 2 400 millones de personas en el mundo (30% de la población mundial) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria en 2022. De ellas, 783 millones, hasta alcanzar el 10% de la población mundial, han sufrido subalimentación crónica y hambre.

Cada día 24.000 personas mueren de hambre en el mundo. De ellas, 18.000 son niños y niñas de entre uno y cuatro años. 45 millones de niños menores de cinco años padecían en 2021 emaciación, la forma más mortífera de malnutrición, que aumenta hasta 12 veces el riesgo de mortalidad infantil. Además, 149 millones de niños menores de cinco años sufrieron (y continúan padeciéndolo) retraso en el crecimiento y el desarrollo debido a la falta crónica de nutrientes esenciales en su dieta.

Por uno u otro motivo, en todo caso siempre previsibles y evitables, todas estas cifras -la horrenda realidad que describen- han empeorado respecto de los años anteriores, antes de comenzar la ominosa década actual.

La fabricación interesada de esta brutal carnicería, se distribuye geográficamente de modo desigual. La desnutrición se ha reducido apenas en zonas de Asia y de América Latina, pero se ha incrementado en África, donde 11 millones más de personas no disponen de alimentación suficiente [en torno al 20% de la población del continente], el Caribe, donde el hambre ha aumentado hasta un punto y medio, y en Asia Occidental hasta un 0,6%.

Actualmente, miles de organizaciones públicas y privadas, junto a los gobiernos, llevan a cabo una serie de ‘soluciones’ para acabar con el hambre en el mundo, pero resulta evidente que su acción sólo sirve en el mejor de los casos para paliar algunas situaciones particulares más o menos notorias, pero que para nada combaten la raíz del problema ni logran evitar que el número de muertes y afectaciones vaya creciendo año tras año y no reduciéndose.

En el mundo se producen alimentos más que suficientes para mantener a toda la población mundial bien alimentada, pero, al mismo tiempo, hay la firme voluntad geo-política de los países más poderosos de controlar mundialmente tanto la distribución injusta de los productos como la cobertura de la ‘ayuda humanitaria’, en la que participan las ONG’s autorizadas. El por qué esos alimentos llegan a ciertos sitios y colectividades humanas, pero a otros no, responde a pura y dura decisión político-económica de aquellos que rigen los mercados alimenticios, decidiendo en cada ocasión quienes y cuantas personas anónimas han de morir de hambre, cuántas han de sufrir desnutrición fatal o malnutrición y cuántos niños morirán. Todo es puro cálculo e interés de mercado o control. Esto es, la miseria del régimen político-económico que hegemoniza el planeta.

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