COFFEE AND CIGARETTES
Coffee and Cigarettes (Café y cigarrillos) es una serie de 11 pequeñas historias realizadas por el director independiente norteamericano Jim Jarmusch (Extraños en el paraíso, Mistery Train, Night on Earth, Ghost Dog) a lo largo de casi 20 años y reunidas para formar un largometraje. Cada una de ellas reúne a varios personajes sentados alrededor de una mesa tomando café, fumando cigarrillos y discutiendo de temas diversos.
La primera historia, protagonizada por el cómico italiano Roberto Benigni y el estadounidense Steven Wright, es una pieza de humor absurdo y desquiciado realizada para la televisión en 1986 y supuso el arranque del proyecto. En la segunda, rodada en 1989, dos gemelos, hermanos del director Spike Lee, tienen que soportar a un extraño camarero (Steve Buscemi) que les cuenta una teoría sobre el hermano gemelo de Elvis. La tercera data de 1993 y recibió el premio al mejor cortometraje en el festival de Cannes de ese año. En ella dos músicos famosos, Iggy Pop y Tom Waits, charlan amistosamente sobre café, tabaco, adicciones y música. Estos tres cortometrajes constituyen la base para los ocho restantes, rodados entre 2002 y 2003, ya que en cierto modo son variaciones sobre los temas ya apuntados en los primeros.
Además del café y el tabaco, las historias tienen en común la excelente fotografía en blanco y negro, obra de Frederick Elmes, Robby Müller, Ellen Kuras y Tom DiCillo, y ciertos elementos recurrentes, tanto temáticos como decorativos (el ajedrezado) sirven para cohesionar el conjunto. El reparto es un variado grupo de conocidos actores y músicos, amigos del director, que en general se interpretan a si mismos mostrando su lado más humano y cotidiano, y rozando con frecuencia la autoparodia. En algunos casos las interpretaciones son excelentes, como la de Cate Blanchett, que hace el doble papel de sí misma y de su prima bohemia que va a hacerle una visita mientras está de gira promocional.
El minimalismo habitual en el modo de narrar del director se acentúa en algunos de los fragmentos, auténticos ejercicios formales casi abstractos, aderezados con el peculiar sentido del humor del director, que cuenta con la complicidad de los actores. A pesar de la aparente banalidad de algunas de las situaciones y diálogos, la película cuenta mucho más de lo que parece a través de los gestos, las miradas o los silencios, utilizados de manera magistral por Jarmusch. La calidad de los fragmentos es un tanto desigual, aunque al final se consigue un conjunto coherente con algunos momentos de gran interés, en los que salen a la luz tanto la belleza como las miserias de la condición humana, algo realmente difícil de ver en una pantalla de cine.