LA MUERTE DEL SEÑOR LAZARESCU
Título original: Moartea domnului Lazarescu
Año: 2005
Duración: 153 min.
País: Rumanía
Dirección: Cristi Puiu
Guion: Cristi Puiu, Razvan Radulescu
Reparto: Ioan Fiscuteanu, Luminita Gheorghiu, Mimi Branescu, Dana Dogaru, Florin Zamfirescu, Mihai Bratila, Monica Dean, Bogdan Dumitrache
Música: Andreea Paduraru
Fotografía: Andrei Butica, Oleg Mutu
El Sr. Lazarescu (Ion Fiscuteanu), un anciano alcohólico con problemas de salud, intenta llamar a una ambulancia desde su desordenado piso. Después de esperar una eternidad, pide a sus vecinos Sandu y Mihaela que le den analgésicos. Estos piensan al principio que el Sr. Lazarescu está sentado como de costumbre, pero después de observarle un rato, empiezan a preocuparse.
Tras unas cuantas llamadas, por fin aparece una ambulancia. La conductora, Mioara Avram (Luminita Gheorghiu), lo tiene claro: hay que llevar al Sr. Lazarescu a un hospital lo antes posible. Posteriormente, Mioara acompaña al anciano a varios hospitales, pero allá donde van, se enfrentan al rechazo implacable. A medida que avanza la noche y el estado del Sr. Lazarescu empeora, la pareja se ve cada vez más enredada en una maraña de procedimientos burocráticos y lacerante hipocresía.
El director Cristi Puiu, uno de los integrantes de la corriente de la nueva ola rumana, ganó el premio Un Certain Regard en Cannes por La muerte del Sr. Lazarescu. Puiu muestra de forma sencilla pero contundente el lado más lamentable de los hospitales y servicios de urgencias rumanos. La tragedia de su película radica en la actitud indiferente de varios médicos y subordinados que hacen alarde de su grosería ante el Sr. Lazarescu. No es que con el tiempo se hayan vuelto insensibles hacia su profesión, sino que consideran inferiores a personas como el Sr. Lazarescu. El espectador, oscila constantemente, al igual que los personajes, entre la impotencia y la frustración.
En el papel del Sr. Lazarescu, Ion Fiscuteanu (famoso actor de teatro rumano) interpreta un personaje memorable. Es gruñón, depresivo, ingenioso, realista, frustrado, cariñoso, cínico y vulnerable, todo ello de una forma muy creíble. A lo largo de la película se van desvelando poco a poco sus antecedentes. Es viudo y tiene una hija, pero emigró a Canadá hace años. Desde entonces, el viejo borracho vive hacinado en un piso con sus tres gatos, a los que deja deambular sin trabas por el edificio, lo que suele ocasionar molestias a los vecinos. Al Sr. Lazarescu, sin embargo, esto le importa poco, ya que los gatos traen consuelo y alegría a su desolada existencia.
A medida que avanza la noche, el Sr. Lazarescu se da cuenta de que lo más probable es que no pueda reunirse con sus gatos. A medida que se hunde más y más en un estado de inconsciencia, solo hay una persona en la que puede confiar: Mioara. La experimentada paramédica hace todo lo posible por sacar decentemente al Sr. Lazarescu del orwelliano mundo hospitalario. Luminita Gheorghiu interpreta a Mioara con sinceridad y pureza. Pronto queda claro que lleva tiempo en el mundo de las urgencias médicas. Es astuta y sin complejos. Además, su aspecto es completamente anodino. A lo largo de su carrera ha pasado por todo tipo de cosas y estos incidentes no le resultan extraños.
La muerte del Sr. Lazarescu es una experiencia cinematográfica apasionante. Hay momentos en los que la película parece un documental, en parte por su estilo cinematográfico realista y estático. También hay momentos de humor negro, con diálogos ingeniosos y personajes excéntricos. Pero, ante todo, La muerte del Sr. Lazarescu es una aguda denuncia de la sanidad rumana. En este sentido, la narración nunca es teatral o incorrecta. La película es todo lo contrario; invariablemente sincera y acertada, como el personaje principal. El Sr. Lazarescu no es ni un héroe ni un mártir. Pero, ¿qué es? Sencillo: un ser humano. Eso debería ser más que suficiente.