VII Época - 8

ALCARRÀS

Título original: Alcarràs

Año: 2022

Duración: 120 min.

País: España

Dirección: Carla Simón

Guion: Carla Simón, Arnau Vilaró

Reparto: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otin, Xènia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou, Josep Abad, Montse Oró, Carles Cabós, Joel Rovira, Isaac Rovira, Berta Pipó, Antonia Castells, Djibril Casse, Jacob Diarte, Oumar Balde, Alhousseyhou Diallo, Abril Baltrons, Irati Elordui

Música: Andrea Koch

Fotografía: Daniela Cajías

Melocotoneros hasta donde alcanza la vista. El viento susurra suavemente entre el follaje. Lluvia cayendo sobre la tierra. El resplandor rojo-amarillo de la fruta madura. Una y otra vez, la mirada se detiene en la belleza de este huerto de Alcarrás, en Cataluña. La familia Solé lleva décadas cultivando, cuidando y recolectando melocotones. Es un negocio duro para todos los implicados y el sustento de tres generaciones, pero la plantación tiene los días contados. El padre del abuelo Rogelio (Josep Abad) escondió una vez a los terratenientes durante la Guerra Civil y les salvó la vida. A cambio, las tierras fueron cedidas a la familia Solé con un apretón de manos. No existe ningún contrato escrito. Ahora el terrateniente Pinyol tiene nuevos planes e informa a los Solé de que la plantación tendrá que dejar paso a un parque solar después de la última cosecha.

Alcarràs ganó por sorpresa el Oso de Oro en la Berlinale del año 2022. Fue una sorpresa porque este retrato familiar, protagonizado exclusivamente por actores no profesionales y narrado con parsimonia, no es la típica película premiada. El interés de la directora Carla Simón se centra por completo en la dinámica intergeneracional de la familia extensa y el trabajo agrícola, que es también lo que hace tan atractiva la película. La propia familia de Simón cultiva un huerto. Conocedora de la región y de sus gentes, ha reunido para su segundo largometraje a un fabuloso elenco de aficionados en varios pueblos. Bajo su dirección, los actores crecen juntos en la pantalla para formar una auténtica familia. Encarnan con credibilidad una estructura familiar poco frecuente hoy en día, en la que varias generaciones viven y trabajan juntas.

Las líneas de conflicto en el seno de la familia recorren las generaciones y los géneros. El abuelo Rogelio no puede creer que el apretón de manos vinculante de antaño ya no valga nada, e intenta desesperadamente aferrarse a viejas promesas. Quimet (Jordi Pujol Dolcet), que actualmente dirige la plantación, simplemente se niega a afrontar la realidad y descarga su rabia impotente y su desesperación en el resto de la familia. Ambos son patriarcas rotos e incapaces de articular sus sentimientos.

Los hijos de Quimet, en cambio, representan una generación que no tiene planes de futuro. Su hijo Roger (Albert Bosch) debería estar estudiando, pero prefiere cultivar marihuana a escondidas en el maizal de al lado. Su hermana pequeña Mariona (Xènia Roset) está atravesando la pubertad y prefiere bailar vídeos de TikTok que recoger fruta. Por encima de todo, la madre Dolors (Anna Otin) mantiene unida a la familia y el negocio. Sigue adelante, busca opciones de futuro, ayuda a los hombres en todo lo que puede, pero también les da bofetadas cuando se vuelven completamente locos.

Además del núcleo familiar, Alcarràs también aborda temas socialmente críticos. Las protestas y manifestaciones de los compañeros de Quimet, que exigen precios justos por su duro trabajo en la producción de alimentos, reflejan toda la problemática de la política agrícola europea y el desplazamiento de los pequeños agricultores por las grandes corporaciones. También hay un mensaje sutil en la decisión narrativa de dejar que la plantación dé paso a un parque solar y no a un campo de golf o a un hotel de lujo. Simón nos recuerda, sin ser sentenciosa, que las energías renovables y libres de emisiones necesitan espacio y que la gente sufrirá por el cambio estructural necesario. Así pues, la película de Simón es también una afirmación de que no puede haber un final feliz con el que todos estén contentos.

Destacan las escenas protagonizadas únicamente por los niños. Simón demuestra una enorme empatía con los mundos de experiencias de los niños. Los más pequeños, que sienten las preocupaciones de sus mayores pero aún no las comprenden, se refugian en el juego y la fantasía. Los coches destrozados se convierten en naves espaciales, el salón en una pista de circo y las cajas de fruta en escondites secretos. En un juego despreocupado, los niños muestran más sabiduría que los adultos. Mientras los adultos se pierden el hoy por miedo al mañana, los niños viven plenamente el momento, que disfrutan mientras dura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *