Editorial
Este editorial campanero se limita a recoger la crónica de las últimas seis semanas de un crimen incesante, iniciado hace más de 70 años: el despojo del pueblo palestino y la colonización de su tierra ancestral por Israel.
A un lado de esta dramática historia: los gobiernos de Israel que se han sucedido desde 1948 hasta hoy, acompañados de los poderosos socios internacionales que les apoyan y encubren, principalmente, EE UU y la Unión Europea. Al otro lado, el pueblo palestino, despojado de su tierra, bienes y querencias, encarcelado, sus hijos una y mil veces perseguidos y asesinados, resistiendo pese a todo.
¿Y, nosotros? Nosotros hoy, recluidos en una frontera imposible -pues no queda otra que elegir, a un lado u otro de la fractura-, acallaremos la rabia que nos producen estos hechos y dejaremos que hablen por si mismos, pues nuestra impotencia proviene de la inevitable traición de los gobernantes. Son estos quienes, a la misma hora en que afirman representarnos se niegan cínicamente a cualquier muestra de dignidad, justicia y respeto por los seres humanos y actúan como cómplices necesarios del crimen.
Les niegan el agua. Cuatro organizaciones de derechos humanos han elevado este mes de noviembre un llamamiento a la ONU exponiendo la grave crisis de agua potable y de aguas residuales que sufre la población palestina. En la actualidad, Israel controla y niega a la población palestina más del 85 por ciento de los recursos acuíferos palestinos. Según la OMS, la práctica totalidad (el 97%) del agua distribuida y ‘concedida’ (después de robada) por Israel a la población palestina de Gaza ya no es potable, por lo que una gran parte de la población (el 95%) está enferma y muere prematuramente. Al mismo tiempo, Israel toma para su uso el 90% de los recursos de agua de la Cisjordania ocupada, mientras los campos y la población palestina claman contra la sed y aumentan las enfermedades mortíferas por consumo de agua insalubre.
26 de octubre – Un joven palestino de 18 años llega moribundo al hospital después de haber sido salvajemente pateado y golpeado por militares israelíes en el cuello, nuca y espalda con las culatas de sus rifles. Nada había hecho, sólo “ser palestino”. Esto les bastó a los militares para justificar su hazaña, ante la mirada aterrorizada e impotente de varios testigos palestinos. Nadie va a ser juzgado por el hecho.
4 de noviembre – Un automovilista palestino es abatido a tiros por soldados israelíes que afirmaron, sin prueba alguna, que había disparado una pistola en un puesto de control militar en la Cisjordania ocupada. Sin embargo, el ejército israelí impidió a los médicos de Cruz Roja internacional próximos al lugar de los hechos acceder a la escena y prestar primeros auxilios a la víctima, cuyo cadáver se mantuvo bajo ‘custodia’ israelí y no pudo ser recuperado.
10 de noviembre – Organizaciones humanitarias hacen un llamamiento a la ONU y a la comunidad internacional -infructuoso como siempre- para investigar la política intencional de Israel de negligencias médicas, la conducta de dejar morir a los prisioneros palestinos y la urgente necesidad de abrir las cárceles a las organizaciones internacionales para verificar las horribles condiciones de los prisioneros palestinos. El prisionero palestino Kamal Abu Waar, acababa de morir en dolorosa agonía ese 10 de noviembre en su celda israelí, después de que durante meses sus carceleros le negasen cualquier tipo de asistencia y atención médica.
Mediados de noviembre – El 2 de diciembre, la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos en Palestina pidió una investigación -¡una vez más infructuosamente!- sobre los sucesos en que las fuerzas de ocupación israelíes en Cisjordania habían herido gravemente a al menos cuatro niños y adolescentes palestinos, al dispararles con munición real y balas de metal recubiertas de goma en incidentes separados ocurridos durante las últimas dos semanas. Al resumir los hechos la Oficina del Alto Comisionado recordó que en noviembre los militares dispararon al pecho a dos palestinos de 16 años, otro sufrió heridas en el cráneo y un cuarto perdió un ojo tras ser alcanzado por una bala en un campamento de refugiados. Una vez más, el Alto Comisionado de la ONU pidió la libertad de los niños ahora prisioneros de Israel, sin ningún éxito.
27 de noviembre – Soldados israelíes disparan y matan a un hombre palestino en el puesto de control de Al-Zaeem, que separa un asentamiento ilegal sólo para judíos en la Jerusalén Oriental ocupada. La víctima fue acusada, sin prueba alguna y contra lo que observaron testigos oculares de los hechos, de “intentar huir de una inspección en el puesto de control, golpeando e hiriendo levemente a un oficial de fronteras israelí” (En España, se conoce esa excusa con el nombre de “Ley de fugas”).
5 de diciembre – El niño palestino, Ali Ayman Abu-Alayya, de 13 años, fue herido gravemente en el abdomen por disparos de las fuerzas de ocupación israelí, durante un acto pacífico de protesta contra la ocupación. Murió poco después en el Complejo Médico Palestino de Ramallah, a consecuencia de las heridas sufridas. “Un horrible crimen -dijeron los testigos-, un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad». Ninguno de los responsables será investigado ni juzgado por el asesinato.