VII Época - 9

Editorial

Te han sitiado corazón
y esperan tu renuncia.
Los únicos vencidos, corazón,
son los que no luchan.
No te entregues, corazón libre.
No te entregues.

Rafael Amor

La decisión, los fusiles, los aviones de la muerte y el expolio, las matanzas, la apropiación de tierras y bienes, el saqueo, el racismo, el apartheid, el genocidio … todo ello lleva la bandera del gobierno y parlamento israelí, pero es el consentimiento interesado o pusilánime de otros (básicamente EE UU y la Unión Europea, con sus aparatos de propaganda mediáticos y de coacción desplegados hasta el aturdimiento general de sus poblaciones respectivas) el que organiza y garantiza la impunidad del crimen incesante de Israel hasta el exterminio del pueblo palestino.

Hoy, ahora mismo, Palestina está siendo de nuevo crucificada. A la historia de la infamia humana y a los nombres del Gueto judío de Varsovia, Petersburgo, Guernica, … añadámosle hoy un nuevo nombre: Gaza, como antes fueron Sabra y Chatila.

Ya nadie recuerda la excusa falsa esgrimida por sus autores para librar aquellas matanzas de ayer. Lo mismo ocurrirá con el crimen genocida de hoy, por más que se apele cínicamente “al derecho de Israel a defenderse”. Derecho que, por supuesto, no asiste al pueblo palestino, pues a poco que intente ejercerlo será tildado inmediatamente por el despreciable coro mediático de ‘terrorista’.

¿Defenderse Israel de quién? ¿Acaso de los habitantes del gueto gazatí, convertido en la mayor prisión del mundo, cercado de alambrada y muerte, una y diez veces bombardeado, una y diez veces insumiso? ¿Defenderse Israel de qué? ¿de la rabia y el sufrimiento del apartheid, racista y sangriento, impuesto en Cisjordania? ¿De la destrucción de los barrios árabes de Jerusalén? ¿Del árbol de la libertad que pueda prender en el ánimo de cualquier niño palestino?

En esa enloquecida historia, ¿quién puso el primer muerto y quién la primera víctima? Eso no lo sabemos, pues no somos historiadores, pero sí sabemos a ciencia cierta quien perdió́ sus tierras, quien fue expulsado de sus casas, a quien le fueron robados sus huertos, quien fue encarcelado, preso, asesinado en masa, bombardeado, fusilado y vive mayoritariamente en Campos de Refugiados a la orilla del desierto, sufre el apartheid racista o agoniza cercado y asediado. También sabemos quién se queda con las tierras robadas y con las casas saqueadas, quien coloniza y quien encarcela, quien es el rico y quien el pobre, quien tiene el avión y quien la piedra y el arma casera, quien el ejército y quien el hijo terrorista, quien invade y quien es invadido, quien dinamita la casa y quien se queda al raso o en la tienda de campaña prestada.

Pero, si sabemos todo esto ¿Por qué́ estamos tan confundidos con lo que ocurre en Palestina?

La historia de Israel en el siglo XX y lo que va del XXI es tanto la historia de la construcción nacional y delimitación sangrienta de un nuevo estado en la región de Palestina -el Estado de Israel- previo despojo y supresión del pueblo árabe palestino que habitaba aquel territorio, como la historia de la dramática resistencia de este pueblo a tan brutal despropósito y a la culminación del genocidio que se cierne sobre sus habitantes.

El Estado de Israel fue construido, como todos los estados nacionales, mediante la mentira y la violencia homicida, justificadas a ojos de los verdugos por la ideología nacionalista que los animaba: el sionismo. Una doctrina atroz (en todo similar a la del partido Nacional-Socialista hitleriano, por ello declarada ‘racista’ por la ONU) de la que Israel no acaba de despojarse, sino que reafirma con cada vez mayor descaro, dados los ‘éxitos’ que logra: haberse apropiado del 78% del territorio de la Palestina histórica, por más que el 22% restante esté sometido a condiciones espantosas de apartheid (Cisjordania ocupada y Jerusalén Este) o de atroz asedio, en el penal más grande y funesto del mundo (Gaza).

Ahora mismo, Israel pretende dar ante el mundo el penúltimo paso para la anexión definitiva de la Palestina histórica, como paso previo a la “Solución final” que ultime el genocidio del pueblo palestino. No en vano EE UU y la Unión Europea, ya le han ofrecido su apoyo para la barbarie que va a acometer, aunque eso signifique que, una vez más, caiga en la basura la burda máscara ‘humanitaria’ con la que la gobernanza de la UE pretende ocultar su verdadero rostro internacional: colonialista y racista, imperial y ladrón. Ya no podrán engañar a nadie, por más que exhiban alguna palabrería de pésame al pueblo palestino y donen alguna partida sobrante de sus presupuestos como “ayuda humanitaria”, arrojada a los pies de la fosa común a la que van a ser arrojadas más de dos millones de personas.

Con todo y pese a todo, Palestina, como viene haciéndolo desde hace más de 70 años, lucha ahora mismo por librarse de esa amenaza intolerable. Y lo hace con un coraje inaudito, cuando los poderosos del mundo -la hez de la sociedad humana- le reclaman que se doblegue, que huya, que aguante y calle en su papel de víctima del genocidio decretado.

Contra esa falsa ‘solución final’ e indigna proposición se dirige expresamente este editorial de La Campana, dispuestos a compartir y difundir la justa lucha del pueblo palestino, en pos de una salida esperanzada, por la libertad y la dignidad humanas. Aún es tiempo, pues por más muertos y mutilados que llegue a producir la vesania israelí e internacional en Palestina, habrá millones que sobrevivan pese a todo … y volverán a intentar romper las alambradas, a derribar los muros del exterminio … serán de nuevo ‘terroristas’, pero sólo hasta el día en que la humanidad venza.

La decisión, los fusiles, los aviones de la muerte y el expolio, las matanzas, la apropiación de tierras y bienes, el saqueo, el racismo, el apartheid, el genocidio … todo ello lleva la bandera del gobierno y parlamento israelí, pero es el consentimiento interesado o pusilánime de otros (básicamente EE UU y la Unión Europea, con sus aparatos de propaganda mediáticos y de coacción desplegados hasta el aturdimiento general de sus poblaciones respectivas) el que organiza y garantiza la impunidad del crimen incesante de Israel hasta el exterminio del pueblo palestino.

Hoy, ahora mismo, Palestina está siendo de nuevo crucificada. A la historia de la infamia humana y a los nombres del Gueto judío de Varsovia, Petersburgo, Guernica, … añadámosle hoy un nuevo nombre: Gaza, como antes fueron Sabra y Chatila.

Ya nadie recuerda la excusa falsa esgrimida por sus autores para librar aquellas matanzas de ayer. Lo mismo ocurrirá con el crimen genocida de hoy, por más que se apele cínicamente “al derecho de Israel a defenderse”. Derecho que, por supuesto, no asiste al pueblo palestino, pues a poco que intente ejercerlo será tildado inmediatamente por el despreciable coro mediático de ‘terrorista’.

¿Defenderse Israel de quién? ¿Acaso de los habitantes del gueto gazatí, convertido en la mayor prisión del mundo, cercado de alambrada y muerte, una y diez veces bombardeado, una y diez veces insumiso? ¿Defenderse Israel de qué? ¿de la rabia y el sufrimiento del apartheid, racista y sangriento, impuesto en Cisjordania? ¿De la destrucción de los barrios árabes de Jerusalén? ¿Del árbol de la libertad que pueda prender en el ánimo de cualquier niño palestino?

En esa enloquecida historia, ¿quién puso el primer muerto y quién la primera víctima? Eso no lo sabemos, pues no somos historiadores, pero sí sabemos a ciencia cierta quien perdió́ sus tierras, quien fue expulsado de sus casas, a quien le fueron robados sus huertos, quien fue encarcelado, preso, asesinado en masa, bombardeado, fusilado y vive mayoritariamente en Campos de Refugiados a la orilla del desierto, sufre el apartheid racista o agoniza cercado y asediado. También sabemos quién se queda con las tierras robadas y con las casas saqueadas, quien coloniza y quien encarcela, quien es el rico y quien el pobre, quien tiene el avión y quien la piedra y el arma casera, quien el ejército y quien el hijo terrorista, quien invade y quien es invadido, quien dinamita la casa y quien se queda al raso o en la tienda de campaña prestada.

Pero, si sabemos todo esto ¿Por qué́ estamos tan confundidos con lo que ocurre en Palestina?

La historia de Israel en el siglo XX y lo que va del XXI es tanto la historia de la construcción nacional y delimitación sangrienta de un nuevo estado en la región de Palestina -el Estado de Israel- previo despojo y supresión del pueblo árabe palestino que habitaba aquel territorio, como la historia de la dramática resistencia de este pueblo a tan brutal despropósito y a la culminación del genocidio que se cierne sobre sus habitantes.

El Estado de Israel fue construido, como todos los estados nacionales, mediante la mentira y la violencia homicida, justificadas a ojos de los verdugos por la ideología nacionalista que los animaba: el sionismo. Una doctrina atroz (en todo similar a la del partido Nacional-Socialista hitleriano, por ello declarada ‘racista’ por la ONU) de la que Israel no acaba de despojarse, sino que reafirma con cada vez mayor descaro, dados los ‘éxitos’ que logra: haberse apropiado del 78% del territorio de la Palestina histórica, por más que el 22% restante esté sometido a condiciones espantosas de apartheid (Cisjordania ocupada y Jerusalén Este) o de atroz asedio, en el penal más grande y funesto del mundo (Gaza).

Ahora mismo, Israel pretende dar ante el mundo el penúltimo paso para la anexión definitiva de la Palestina histórica, como paso previo a la “Solución final” que ultime el genocidio del pueblo palestino. No en vano EE UU y la Unión Europea, ya le han ofrecido su apoyo para la barbarie que va a acometer, aunque eso signifique que, una vez más, caiga en la basura la burda máscara ‘humanitaria’ con la que la gobernanza de la UE pretende ocultar su verdadero rostro internacional: colonialista y racista, imperial y ladrón. Ya no podrán engañar a nadie, por más que exhiban alguna palabrería de pésame al pueblo palestino y donen alguna partida sobrante de sus presupuestos como “ayuda humanitaria”, arrojada a los pies de la fosa común a la que van a ser arrojadas más de dos millones de personas.

Con todo y pese a todo, Palestina, como viene haciéndolo desde hace más de 70 años, lucha ahora mismo por librarse de esa amenaza intolerable. Y lo hace con un coraje inaudito, cuando los poderosos del mundo -la hez de la sociedad humana- le reclaman que se doblegue, que huya, que aguante y calle en su papel de víctima del genocidio decretado.

Contra esa falsa ‘solución final’ e indigna proposición se dirige expresamente este editorial de La Campana, dispuestos a compartir y difundir la justa lucha del pueblo palestino, en pos de una salida esperanzada, por la libertad y la dignidad humanas. Aún es tiempo, pues por más muertos y mutilados que llegue a producir la vesania israelí e internacional en Palestina, habrá millones que sobrevivan pese a todo … y volverán a intentar romper las alambradas, a derribar los muros del exterminio … serán de nuevo ‘terroristas’, pero sólo hasta el día en que la humanidad venza.

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