SÁHARA OCCIDENTAL
La libertad, una y mil veces, traicionada.
La libertad, una y mil veces, irredenta
Comienza la colonización española del Sáhara Occidental, antiguamente denominado Río de Oro, en 1884, al que seguiría en 1912, la ocupación de la región de Saguía al Hamra.
Es un territorio de unos 266.000 kilómetros cuadrados (más de la mitad de España) que corre paralelo al océano Atlántico, desde el sur de Marruecos hasta Cabo Blanco. Bajo el franquismo el territorio llegó a tener por breve tiempo la consideración administrativa de provincia (entre 1958 y 1976) española y sus habitantes el reconocimiento oficial como “españoles”.
Sin embargo, a medida que se acercaba el final de la dictadura franquista, a comienzos de los años 70 del pasado siglo, EE UU, Francia, Marruecos y los propios saharauis presionaron al dictador español para que descolonizase la provincia. Los primeros, para hacerse con las ciudades y villas, minas de fosfato, banco pesquero canario-sahariano y la vía terrestre que uniese el Magreb occidental con el África Occidental a través de Mauritania. Los saharauis para defender su hogar y raíces, bienes y lugares de la memoria ancestral o, como ellos decían, la hermosa luna de su vida en libertad
Era el pueblo español víctima de la dictadura de Franco
Era el pueblo saharaui víctima del colonialismo y el ejército español
Todo empezó en los años en que la dictadura franquista agonizaba de vejez y esclerosis en España. Sus estertores sangrientos llegaban tambié al Sáhara Occidental, convertido formalmente en provincia española desde 1958, aunque con legislación específica.
Tras la voladura de Carrero Blanco en 1973, la dictadura anunció que realizaría en 1975 un referéndum de autodeterminación para que los saharauis pudiesen escojaer su inmediato futuro. España, en tanto que metrópoli colonial del Sáhara Occidental y en función de la legislación internacional vigente en materia de descolonización, actuaría a partir de ese momento y hasta que el proceso culminase con la decisi´ñon del pueblo saharaui, como “potencia administradora” del proceso de autodeterminación.
Sin embargo, el rey de Marruecos, que desde el primer momento busca apropiarse del territorio (aún sin tener ningún argumento convincente a su favor, ni histórico ni de vínculo efectivo entre las poblaciones respectivas), “convence” al gobierno español de que paralice la convocatoria hasta que el Tribunal Internacional de La Haya “determine si existían o no lazos históricos que vinculasen o no al territorio y sus hsbitantes con Marruecos antes de la llegada de los españoles, en 1884”.
Tribunal de La Haya
El 16 de octubre de 1975 el Tribunal de la Haya dictó una resolución ambigua (no había lazo alguno de soberanía entre los habitantes del Sáhara y el reino de Marruecos, pero sí una débil dependencia de algunas tribus nómadas saharauis que solían llegar en sus correrías hasta Marruecos) que enseguida aprovecharon el rey marroquí y los malhechores del gobierno español, para ponerse de acuerdo y repartirse el botín saharaui.
Al día siguiente de esa sentencia, el gobierno de España, en sesión secreta, dio a los jefes militares del ejército español la orden secreta de evacuar el Sáhara a partir del 10 de noviembre, dejándolo en manos de la inminente invasión marroquí. Así fue como el último gobierno de un Franco agonizante anunció en noviembre de 1975 que abandonaría la zona, pero haciendo entrega del territorio a Marruecos y Mauritania, que no a quién pertenecía: el pueblo saharaui. Todo ello se plasmaría pocos días después, el 15 de noviembre, en el llamado Acuerdo Tripartito de Madrid (nombre simplificado de la Declaración de Principios entre España, Marruecos y Mauritania sobre el Sahara Occidental).
Poderoso caballero es Don Dinero
Las “poderosas” razones de semejante donación -por parte de un dueño que no lo era legítimamente y entregada a un destinatario también ilegítimo- se encuentran en la riqueza pesquera de sus caladeros litorales y en los fosfatos de la región, además de importantes minas de hierro y reservas petrolíferas, ya localizadas en esa época.
Los ministros españoles firmantes del indigno pacto, entre otros Álvarez Miranda y José Solís, recibirán importantes privilegios por parte del rey de Marruecos. Así, por ejemplo, el primero será nombrado vicepresidente de la sociedad explotadora de fosfatos, Fosbucrá, una de las más ricas en mineral del mundo. El segundo verá garantizados sus negocios agrícolas y pesqueros con Marruecos, pues entre otras cosas era el propietario de gran número de los 800 barcos españoles que durante 20 años podrán faenar sin cortapisas en el banco sahariano. Así fue como los últimos ministros de Franco arramblaban como posesos con todo lo que podían antes de confirmar la muerte del dictador, que tendría lugar diez días después.
Apaño entre ladrones
Organizando el reparto del botín
Aunque el drama saharaui empezó oficialmente aquél aciago día del 15 de noviembre de 1975, tras la firma del llamado Acuerdo Tripartito de Madrid, ya todo estaba perfectamente amañado desde finales de octubre. El contubernio entre el gobierno español y el monarca marroquí para impedir la descolonización legítima de la provincia española y acabar donándosela a Marruecos -¡un secreto a voces!-, ya había culminado con éxito en aquellos días otoñalesa. Sólo faltaba ponerle inmediatamente en práctica. Así lo hicieron, en apenas dos semanas.
El dictador Franco agonizaba y, con él, el africanismo colonial español. El futuro rey Juan Carlos, en su calidad de jefe del Estado en funciones, reunió entonces al Gobierno y a los jefes del Estado Mayor del Ejército para comunicarles que viajaría a El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental español. “Franco se encuentra a dos pasos de la muerte y yo soy el heredero… en funciones. Por lo tanto, voy a ir a El Aaiún para explicar a Gómez de Salazar (gobernador del Sáhara español) y a sus hombres lo que debemos hacer y cómo lo vamos a hacer. Vamos a retirarnos del Sáhara, pero en buen orden y con dignidad. No porque hayamos sido vencidos, sino porque el ejército no puede disparar contra una muchedumbre de mujeres y niños desarmados”. La justificación de Juan Carlos era absolutamente cínica, ya que los servicios secretos españoles y el propio Ejército español habían informado oficialmente de la presencia de miles de soldados de las Fuerzas Armadas del Reino de Marruecos en la Marcha Verde que se estaba preparando. Un cinismo que el Jefe del Estado en funciones, y a los pocos días nombrado Rey de España, volverá a exhibir nada más llegar a El Aaiún, esta vez ante los mandos militares destacados en el Sáhara.
La Marcha Verde, Marcha de sangre
Unos días antes de la llegada a El Aaiún del Jefe de estado (en funciones) español para exigir obediencia a los altos mandos del Ejército en África, el dictador marroquí, el rey Hassan II, con la ayuda y financiación directa de Arabia Saudí, había montado la llamada Marcha Verde. Se trataba de un espectáculo bochornoso de más de 250.000 personas, reclutadas entre la población más mísera del reino alauita, a las que subieron hacinadas en volquetes de camiones destartalados y otras decenas de miles de desharrapados a pie, avanzando hacia la frontera del Sahara, bajo la comprada y cómplice mirada de la militarada española, dispuesta a abrirles las puertas del territorio que, sin embargo, estaban obligados por la ley internacional y su propia legislación a vigilar y controlar el Sáhara Occicental, todavía era en esos momentos provincia española y sus habitantes, españoles.
Todo se cumplió según lo pactado en las alturas
El 15 de noviembre, cinco días antes de la declaración formal de la muerte del dictador Franco, el ejército abrió a la “Marcha Verde” la frontera y permitió que entrara en las ciudades saharauis, saqueara las viviendas, apalease y matase a cuantos se le enfrentaban.
Con aquellas pobres gentes empujadas por el rey hacia una tierra de la que deberían despojar a sus habitantes, llegó al Sahara también el ejército marroquí, tan corrupto y vesánico como el español del momento. Con ese ejército, se inició el saqueo de las ciudades y pueblos, que obligó a la población a huir.
Cada cómplice en su función
En 2017, la CIA estadounidense abrió el acceso público a más de 900.000 documentos desclasificados, de los cuales unos 12500 se referían a la España de aquellos años. En esa amplia colección se halla la prueba documental de lo que ya era un ‘secreto’ a voces entre militares, políticos y empresarios a ambos lados del estrecho: la infame conjura entre los gobiernos español y marroquí.
La documentación detalla que “Juan Carlos pactó en secreto con Hassan II que la avanzadilla de la gigantesca Marcha Verde, con la que Marruecos se adueñó del Sáhara Occidental, pudiera entrar unos cientos de metros en la colonia española de cuya frontera norte se habría retirado previamente el Ejército español. También aceptó que una delegación de medio centenar de funcionarios y espías marroquíes entrase en esas fechas en El Aaiún, la capital del Sáhara. Esta doble cesión, consumaba la conquista marroquí de la última colonia española”.
Éxodo
Mientras en los salones políticos, cuarteles y despachos palaciegos se consumaba la traición, la población saharaui debía huir aterrorizada de sus ciudades y villas, para refugiarse en campamentos improvisados sobre el pedregal desolado del desierto. Sus casas fueron inmediatamente saqueadas. Muchos de los que se atrevieron a quedarse fueron asesinados. Otros, desaparecidos, fueron enviados anónimamente a los penales de Marruecos. Las columnas de exiliados que huían fueron bombardeadas por la aviación marroquí con napalm y fósforo blanco mientras atravesaban las planicies y dunas arenosas hacia los campamentos improvisados, en las que los habitantes sabían que había un cierto número de pozos de agua, con los que sobrevivir. Pero hasta allí los persiguió la aviación marroquí. Entre febrero y marzo de 1976 fueron arrojadas cientos de bombas químicas, prohibidas por la legislación internacional como crímenes de guerra, sobre los campamentos de refugiados, especialmente en Um Dreiga y en Tifariti.
Fue en ese periodo, bajo tan fatídicas condiciones, que el pueblo tuvo que huir de nuevo en masa y penetrar hasta la desolada región de Tinduf, dentro ya de los límites fronterizos de la vecina Argelia. Al igual que había sucedido seis meses antes, mientras huían prácticamente al descubierto, caminando hombres, mujeres y niños, sobre arenales o paisajes pedregosos de rala vegetación, fueron ametrallados desde aviones por las tropas marroquíes y bombardeados con napalm y otras bombas químicas. Nadie sabe cuantos muertos quedaron en el camino tras aquella cruel y genocida caminata, no obstante haberse contabilizado al menos 3.000 cadáveres de personas asesinadas de este modo.
Y ocurrió lo impensable: El levantamiento del pueblo saharaui
Todo un pueblo, que había sido traicionado tan vilmente, se alzó con coraje inaudito contra enemigos aparentemente mucho más poderosos que él. Fueron aquellas personas que habían llegado hasta el desolado Tinduf en condiciones calamitosas, heridas y agotadas, dejando atrás un reguero de cadáveres, quienes se reunieron y decidieron constituirse en República para la lucha y recuperar su país perdido.
A aquel día seguirán quince años de guerra. Una guerra escalofriante si se tiene en cuenta el reducido número de personas que integran la totalidad del pueblo saharaui. Unos pocos miles de hombres, apenas armados y sin recursos, con sus familias soportando condiciones de escasez extrema, se enfrentaron con temible éxito al innumerable y pertrechado ejército marroquí.
El Frente Polisario
El Frente Polisario (Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro) se había organizado en 1973, cuando los saharauis creían inminente la descolonización prometida desde 1965 y reafirmada con la constitución en 1967 de la Yemaa o Asamblea General del Sahara.
Sin embargo, en 1974 Franco intentó impedir la segregación definitiva del Sahara, para lo que urdió un plan para dotar a la región africana de un estatuto propio con la consideración de provincia española. El “plan” terminó en completo desastre, sino en un fraude para enriquecer a unos pocos y que otros, entre ellos el propio general Franco, alucinasen con una última dosis de fulgores imperiales hacia Dios. Con todo, aquel Frente Polisario saharaui que había sido creado para la inmediata descolonización, servirá ahora como aglutinante para reorganizar la resistencia de aquél pueblo tan brutalmente desgajado de su tierra, bienes y querencias.
Años de guerra e insurgencia
En los años siguientes, a partir de 1976, los saharauis fueron capaces de sobrevivir en las tierras más inhóspitas que cabe imaginar y, al mismo tiempo, levantar un ejército popular capaz de hacer frente mediante una guerra de desgaste a la tremenda fuerza militar desplegada por Marruecos.
No tardaron, los saharauis, ni tres meses desde la Marcha Verde (27 de febrero de 1976) para crear en las estepas yermas del Tinduf argelino, -allí donde nadie podría sobrevivir no siendo una voluntad pedernal- la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) e izar sobre los campos de arena y piedra la bandera de la resistencia armada, del Frente Polisario.
Al poco tiempo la guerra adquiriría dimensiones escalofriantes, tanto para el reducido número de personas que integraban la totalidad del pueblo saharaui, como para la propia población marroquí, incapaz de soportar el eficaz hostigamiento de los guerrilleros del Polisario.
El largo y cruento conflicto bélico librado en el desierto diezmó a los hombres del Sáhara, pero no así a su población que siguió creciendo, pese a las durísimas condiciones de vida y carencias de todo tipo que imperan en los campamentos de Tinduf y en las propias ciudades saharauis, otrora españolas, ocupadas por Marruecos.
El complot de los poderosos
La voluntad del pueblo saharaui, levantado en armas, iba avanzando paso a paso hacia la victoria y la recuperación del territorio. Apenas tres años más tarde, en 1979, Mauritania, derrotada, firmó la paz con el Frente Polisario, renunciando a sus pretensiones en el territorio, cuando el propio monarca marroquí ya apenas podía sostener la guerra y la ocupación.
Entre los documentos sacados a la luz de la CIA en 2017, los referidos a España revelan que Marruecos, bajo la dictadura ominosa de su rey, Hassan II, estaba perdiendo la guerra contra el Frente Polisario saharui, por lo que determinados países -EE UU, Francia, España y Arabia Saudí- acudieron en su auxilio. Enviaron a entrevistarse con el rey marroquí al por entonces consejero de Seguridad Nacional de EE UU, Henry Kissinger (un criminal, responsable de golpes de estado en Latinoamérica y de la instauración de las dictaduras militares en aquella región, entre ellas el cruento golpe de estado en Chile que llevó al poder a Pinochet). Kissinger, le ofreció al rey marroquí, ayuda económica, pertrechos y armamento bélico y, sobre todo, impunidad internacional para todos los crímenes que estuviese dispuesto a cometer, para inclinar la guerra a su favor.
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La tregua de 1991
Ante la inacabable guerra, que desde hacía quince años (1976 – 1991) venía representando una tremenda sangría en la que se hundía toda esperanza de victoria no ruinosa, tanto para Marruecos como para el pueblo saharaui, ambos contendientes acordaron en 1991 una tregua bajo los auspicios de la ONU.
Hasta 1990 la República Saharaui había sido reconocida ya por 74 Estados, mientras la ONU dictaba una y otra resolución, por las que se reconocía el derecho que asistía al pueblo saharaui de recuperar su territorio y a no depender políticamente de soberanías ajenas, fuesen marroquíes, mauritanas o españolas. Marruecos, presionado por la ONU e incluso por consejo de los poderosos amigos que le habían financiado y pertrechado para llevar a cabo la invasión del Sáhara, no tuvo otro remedio que reconocer al Frente Polisario como legítimo representante del pueblo saharaui y someter la cuestión de la soberanía a un Referéndum de los saharauis.
Según los términos pactados, la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO) sería la encargada de supervisar el alto el fuego y cumplimiento del referéndum, en la que los saharauis deberían decidir la integración en Marruecos o constituir una nueva nación independiente. También se acordó que el Referéndum se celebrase en el año siguiente: 1992.
El boicot reiterado
¿ONU impotente? ¿ONU cómplice?
¿ONU impotente? ¿ONU cómplice? ¿Sabía la ONU que si Marruecos firmaba con una mano la celebración del Referéndum, con la otra armaba el fusil y el soborno que lo impedirían? … Claro que lo sabía, pues todos sus Secretarios generales, así como los líderes de los países con derecho de veto -entre ellos EE UU y Francia-, estaban desde el principio en el ajo y el complot a favor de Marruecos. Pero ¿Quién es la ONU?
Desde la caída de la Unión Soviética en 1991, la ONU no es más ni menos que lo que Estados Unidos y los suyos decidan en cada ocasión. Respecto del Sahara Occidental han decidido, con el cinismo habitual para estos casos, que son “impotentes” para obligar a Marruecos a organizar el censo de saharauis con derecho a voto. Lo que, por otra parte, era relativamente sencillo de hacer al existir un censo elaborado por las autoridades de Madrid entre 1973 y 1975, cuando el Sahara era provincia española.
Primer boicot marroquí al Referéndum pactado
El reyezuelo marroquí -consciente del apoyo internacional de EE.UU. y los grandes de la Unión Europea, en primer lugar, Francia, pero enseguida también España- exigió alterar el censo e incorporar a 170.000 marroquíes (soldados, colonos forzados, tribus seminómadas del sur, etc.). Son estas gentes, personas devoradas por un monarca que les ciega con relumbrones palaciegos y prestigios jerárquicos. Pobres ambulantes, artesanos o cabreros, anclados en la costumbre ancestral de la miseria o soñadores de fantasmales pateras, que del voto conocen la orden que se lo dicta y nunca reconocerán la responsabilidad luctuosa de ese ocasional gesto.
Vino también en ayuda del rey marroquí el descubrimiento de yacimientos de petróleo frente a las costas saharauis, cuya explotación enseguida prometió a franceses y estadounidenses, así como a sectores empresariales españoles para que presionasen al gobierno español para que modificase su política pro-Referéndum, lo que evidentemente consiguieron.
Aplazamiento tras aplazamiento
No se pudo celebrar el Referéndum en 1992, pero tampoco en los años siguientes. Una y otra vez se puso fecha para la Consulta y, en el último momento, Marruecos impidió su celebración con cualquier disculpa técnica.
La estratagema marroquí no por burda, expresa y repetida resultó menos eficaz, ya que siempre contó con la complicidad de la ONU para recomponer aquel diálogo inútil.
Así ocurrió en 1995, cuando el Frente Polisario y la ONU acuerdan que la Consulta debe celebrarse a principios de 1996, pero el rey de Marruecos se niega a obedecer el mandato de la ONU. Sucederá lo mismo en 1998 y en el 2000, y siempre, con algún patético secretario general de la ONU argumentando la conveniencia de “partir de cero” y reandar el camino ciego y frustrante desde 1991, como si nada hubiese ocurrido.
Otra vez, por segunda (y no última) vez
Infame comportamiento de los gobernantes españoles.
Ayer, los franquistas. Ahora, el PSOE
Mientras tanto, en España, la “potencia administradora” de la descolonización del Sáhara (según la legislación internacional), el PSOE lograba alcanzar la mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias de 1982, por las que accedió a la Presidencia del Estado, Felipe González.
Hasta esa fecha, tanto el PSOE como el propio Felipe González, habían hecho saber al pueblo saharaui que estarían con él hasta la victoria. Fueron palabras de Felipe González, pronunciadas el 14 de noviembre de 1976 en el Sáhara, frente a los más importantes líderes del pueblo saharaui, las siguientes: “El Pueblo Saharaui va a vencer en su lucha. (…) Para nosotros no se trata ya del derecho de autodeterminación, sino de acompañaros en vuestra lucha hasta la victoria final (…) A medida que nuestro pueblo se acerca a la libertad, será mayor y más eficaz el apoyo que podamos prestar a vuestra lucha. El partido está convencido de que el Frente Polisario es el guía recto hacia la victoria final del pueblo saharaui y está convencido también de que vuestra república independiente y democrática se consolidará sobre vuestro pueblo y podréis volver a vuestros hogares. Sabemos que vuestra experiencia es la de haber recibido muchas promesas nunca cumplidas. Yo quiero, por consiguiente, no prometeros algo, sino comprometerme con la Historia. Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final”.
¿Qué hizo Felipe González en ese momento, en 1982 y en los años siguientes (fue presidente del gobierno por trece años y medio consecutivos, entre 1982 y 1996), por cumplir la palabra dada al pueblo saharaui? Nada absolutamente, que no fuese apoyar a Marruecos en su boicot al Referéndum, su negativa a aplicar las resoluciones de la ONU y de la Unión Africana, consolidar la invasión del territorio saharaui hasta el límite sur otorgado a Mauritania, apoyar la colonización y expansión en el territorio ocupado de empresas internacionales operando bajo concesión marroquí, impulsar el comercio de armas con Marruecos … y, por supuesto, formar parte de la red de impunidad internacional que ampara todas las violaciones de derechos humanos, torturas, asesinatos, desapariciones forzadas, encarcelamientos ejecutados en esos años por el ejército y la gendarmería marroquí sobre la población saharaui en el territorio ocupado.
Este mismo comportamiento -criminal en sus hechos, atroz y genocida en sus consecuencias, cínico en su retórica, vil en su traición-, es el que han tenido todos los gobiernos españoles desde aquella fecha hasta hoy, Aznar, Zapatero, Rajoy y, ahora, el tándem Pedro Sánchez-Pablo Iglesias.
El referéndum que no llega, la ocupación del territorio cada vez más cruenta y rapaz
Siempre es lo mismo: la ONU fija una nueva fecha para el Referéndum y Marruecos, con una u otra excusa (siempre aceptadas sin apenas reproche) lo boicotea. Entre medias, la ocupación del territorio se intensifica, la población saharaui exiliada en Tinduf sufre lo indecible y los habitantes nativos en la zona militarmente ocupada son cada día más acosados y reprimidos, sin que el Frente Polisario pueda hacer frente a una posible, y cada vez más necesaria, ruptura de la tregua alcanzada en 1991.
En diciembre de 1999, el Secretario general de la ONU, Kofi Annan, se había comprometido a fijar una nueva fecha para el Referéndum en el año 2000. “Cuando se cierre definitivamente el censo de electores -había dicho- se fijará la data definitiva para la Consulta”, lo que se produjo en enero, en que se dio por terminado el listado electoral, así como la identificación de todos y cada uno de los posibles votantes. Sin embargo, una vez más, Marruecos bloqueó el proceso y el referéndum acordado no se celebró en ese momento.
Tras el fracaso del 2000, el secretario general de la ONU, Kofi Annan volvió a intentarlo en 2003, ahora con una “nueva propuesta de solución al conflicto”, basada en los siguientes principios: que el territorio saharaui se integre oficialmente en Marruecos, con el compromiso formal del Rey marroquí de otorgar una cierta Autonomía al territorio en litigio y, al cabo de cinco años, celebrar un referéndum en la zona para aclarar definitivamente el status político de la región y sus habitantes (estado independiente, autonomía integrada en Marruecos, provincia marroquí, etc). En esa consulta podrían participar tanto los propiamente saharauis como los ciudadanos marroquíes colocados allí por la monarquía tras la invasión armada. Ninguno de los implicados directamente en esta historia -Marruecos y el pueblo saharaui- se llamó a engaño respecto del verdadero significado del “Plan”, cuya negociación sería además encabezada por el estadounidense James Baker. Por razones obvias la “propuesta” tampoco prosperó.
Invasión, ocupación y saqueo, forzosos e ilegales
En este largo periodo de la “tregua”, de 1991 a hoy, además de incumplir todas las resoluciones de la ONU -sin que, por supuesto, la ONU le reclamase ni impusiese ninguna sanción, unas veces por el veto de EE UU, otras de Francia, otras de España, siempre con la ‘ayuda’ de algún cómplice-, Marruecos fue ocupando y controlando militar e ilegalmente, valga la redundancia, cerca de las tres cuartas partes del Sáhara Occidental, incluida una vasta franja de desierto en la costa atlántica en la que se encuentran sus yacimientos de fosfatos –el depósito de este mineral más rico del mundo- lindante con sus riquísimos bancos de pesca y en la que, además, se han encontrado importantes yacimientos de petróleo.
Saqueo de los recursos naturales del Sáhara Occidental
Colaboración de las empresas españolas y multinacionales en el despojo
Cada día es mayor la implicación de grandes empresas internacionales en la explotación de los recursos naturales saharauis en los territorios ocupados ilegalmente por Marruecos, contraviniendo toda la legislación internacional en cuestiones fundamentales, entre ellas, el derecho de autodeterminación de los pueblos bajo yugo colonial. Se trata de empresas que actúan siempre bajo concesión directa del propio gobierno marroquí, entre las que se encuentran en gran número firmas españolas que co-participan en el saqueo de los recursos naturales propiedad del pueblo saharaui, por más que no la pueda ejercer frente a los fusiles marroquíes.
Baste con señalar unas cuantas de estas empresas para caer en la cuenta de la implicación española en este saqueo:
FMC Foret.- Sólo en 2008, la empresa química FMC Foret afincada en Huelva importó ilegalmente más de 500.000 toneladas de fosfatos procedentes del Sahara Occidental. La naviera Ership S.A. es propietaria de los barcos, ’Sac Flix’, con 16.000 toneladas de capacidad, y ’Sac Málaga’, con 30.000 toneladas. Estos barcos trasportan habitualmente los fosfatos desde el puerto de El Aaiún hasta los muelles de la empresa FMC Foret.
Isofotón.- Empresa malagueña de instalaciones energéticas solares fotovoltaicas. En enero de 2009, anunciaron la adjudicación de 1200 instalaciones fotovoltaicas en “Marruecos”, algunas de las cuales se realizarán en El Aaiún, capital del Sahara Occidental ocupado. También se ha presentado al concurso de construcción de tres centrales solares fotovoltaicas de entre 1 y 3 MW en Dajla y entre 5 y 10 MW en Bojador.
El grupo empresarial gallego JEALSA está asociado con la empresa marroquí Dr Lhoucine Derhem. Dicha asociación, denominada DAMSA, posee en El Aaiún, Sahara Occidental, una fábrica especializada en conservas de sardina y caballa, con una producción de más de 33 millones de latas.
Europacífico.- Las empresas Sealord Group (Nueva Zelanda), Nippon Suisan Kaisha (Japón) y Pesquera Friosur (Chile), han formado una Unión Temporal de Empresas, para la distribución de pescado en el mercado Ibérico (España y Portugal), dando lugar a la denominada sociedad mercantil Europacífico Alimentos del Mar, S.L., con domicilio social en Vigo (Pontevedra). Europacífico ha firmado un acuerdo con la empresa marroquí Grupo Omnium Marocian de Pèche (OMP) para la distribución de pescado (pulpo y otras especies) capturadas ilegalmente por la flota marroquí con base en Tan-Tan, faenando en la zona FAO 34.1.3. y otras áreas limítrofes de pesca en las aguas del Sahara Occidental.
Muros y minas antipersonas
Además, Marruecos continuó la construcción en el territorio del enorme muro de “defensa”, con sus 2700 kilómetros de longitud que atraviesa el Sáhara y cuyos campos exteriores sembró entre siete y diez millones de minas antipersonas, lo que le convierte en el campo minado más extenso del mundo. Desde 1991 se ha producido la mutilación y, en muchos casos, la muerte de más de 2500 saharauis a consecuencia de la explosión de estas minas, por más que el propio Frente Polisario haya logrado neutralizar algo menos de 30.000 de estas minas y artefactos explosivos.
Este muro, extendido a lo largo y ancho de la región en ocho tramos, levantó una frontera física entre los territorios saharauis ocupados por Marruecos y un reducido espacio en el que todavía puede ejercer su dominio la República saharaui. Sin embargo, la creación de la ruta para el transporte rodado que uniría Rabat (Marruecos) con Mauritania y los países del África Occidental, ha de pasar por ese territorio “de amortiguamiento”, por lo que Marruecos decidió abrir una “brecha” (de uso exclusivo) en su propio muro. Brecha que no existía en 1991 cuando se firmaron los acuerdos con los que entró en vigor el alto el fuego, por lo que ahora Marruecos los incumple unilateralmente sin causa que lo justifique.
¿Condenados a una guerra, no menos suicida que la paz que les reserva Marruecos?
Hace apenas una semana, el pasado 13 de noviembre, el Frente Polisario, por voz del presidente de la República Árabe Democrática Saharaui (RASD), Bahim Ghali, declaró que consideraba rota la tregua firmada con Marruecos en 1991 y, en consecuencia, se declaraba el estado de guerra y suspendía el alto el fuego.
Por más que la causa real de esta ruptura tenga su fundamento en la imposibilidad de celebrar el referéndum de autodeterminación del pueblo saharaui previsto hace ya treinta años en aquel acuerdo -firmado bajo los auspicios de la ONU-, la razón próxima del drama que se avecina está en la penetración a finales del mes pasado por el ejército marroquí en la zona de “amortiguamiento” desmilitarizada de Guerguerat, en el extremo sur del Sáhara Occidental, junto a la frontera de Mauritania y la de la propia RASD. En esa zona, la monarquía marroquí acaba de finalizar el levantamiento de unos muros de arena defensivos de la ruta vital para el tráfico rodado comercial entre Marruecos, Mauritania y todo el África Occidental. Esta ruta, construida ilegalmente y al margen de los acuerdos de 1991, a juicio de los saharauis, sólo sirve para el “saqueo permanente por Marruecos de las riquezas del país, cuyo único propietario es el pueblo saharaui”.
El bloqueo saharaui
El 21 de octubre, un grupo de unos sesenta militantes saharauis trataron de controlar el paso de camiones sobre esta ruta, deteniendo a los vehículos para obligarles a reconocer que estaban sobre territorio saharaui y no marroquí. A esta acción pacífica, respondió Marruecos con la invasión por varias unidades militares de la zona, el ataque a campamentos civiles en Guergerat y el intento de establecer puntos de vigilancia y control permanente.
La acción de Marruecos -claramente calculada y decidida con anterioridad al propio bloqueo saharaui, pues ya en 2017 habían asfaltado casi tres kilómetros de esta carretera y ahora estaban a punto de terminarla para llegar hasta la frontera con Mauritania, balizándola además con puestos de vigilancia- provocó la inmediata reacción de los militantes del Polisario, que respondieron con disparos y ataques de cohetería contra bases militares y puestos de control del ejército y la gendarmería marroquí, instaladas en el “muro de seguridad”, que hasta ahora, ejercía de frontera de facto entre la RASD y el territorio saharaui ocupado. La protesta saharaui se extendió en El Aiún, la capital ocupada por Marruecos, donde la población se enfrentó a las fuerzas de ocupación.
Marruecos insiste en su provocación.
Sus cómplices -también el gobierno español- le garantizan la impunidad y, llegado el caso, la última masacre del pueblo saharaui
Por más que la ONU insiste -¡siempre con la boca pequeña!- en que esa zona no puede ser utilizada por equipos y personal militar marroquí sin violar la tregua de 1991 y las resoluciones internacionales posteriores, Marruecos sigue adelante con su plan de llevar las fuerzas de ocupación hasta la frontera misma con Mauritania, lo que es causa legítima para que el Frente Polisario y la República Árabe Saharaui declaren el estado de guerra, al que están siendo obligados.
Los soldados marroquíes levantan un muro de arena a 20 kilómetros al este de la carretera de Guerguerat. Y además, están alargando 200 kilómetros al este el muro que empezaron a construir en 1980 bajo el reinado de Hassan II y que recorre 2.700 kilómetros en el desierto. Ese muro llegará ahora hasta la frontera con Mauritania. Con lo cual, esta franja quedará acordonada y el Frente Polisario ya no podrá bloquear la carretera sin que sea tildado de terrorista por la propaganda occidental, aliada de Marruecos.
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Suicida la guerra, suicida la paz.
Entre ambas realidades, que nunca son absolutas, solo la lucha por la libertad y la justicia tienen sentido verdadero.
El adversario del pueblo saharaui -el que les roba sus casas, paisaje y querencias, el que les mata, reprime y humilla en cada ocasión, el que incumple sistemáticamente los pactos firmados ante instancias internacionales- es tan poderoso como es funesta la tiranía que ejerce incluso sobre sus propios súbditos.
Dispone Marruecos de un ejército dotado y armas en abundancia, pero sobre todo, dispone del apoyo activo de todos los gobiernos de las democracias occidentales, particularmente de EE UU y de la Unión Europea, que le financian, le venden toda clase de armas y municiones, celebran con él acuerdos de todo tipo que incluyen la explotación de los bienes saharauis y, sobre todo, le garantizan la impunidad internacional a todas sus violaciones de los derechos humanos y fechorías, por horrendas que sean.
Un final todavía no escrito
La probable consecuencia de esta nueva frustración del pueblo saharaui será la reanudación de la guerra, interrumpida en 1991.
Si la paciencia (probablemente suicida) de los saharauis no lo evita, las sombras de los muros acogerán nuevas víctimas de una guerra demencial que tanto nos afecta a los españoles, puesto que las fortunas de quienes se lucraron con la venta del pueblo saharaui todavía pasean sus dineros y sus fachas por la España, ahora llamada democrática pero tan traidora a la libertad de miles de personas … de todo un pueblo, como lo fueron hace cuarenta y cinco años sus antecesores franquistas.
¿Hasta cuándo el pueblo del Sáhara se verá obligado a resistir como refugiado insurgente en el desierto a la ocupación marroquí? Sabemos que resistirá épicamente, como lo viene haciendo desde hace cuarenta años, mientras actúe la solidaridad internacional (en la que no es secundaria la demostrada por el pueblo español, en abierta contradicción con sus gobiernos y la política de Estado). Pues si esa falla, los matarán. Y serán los Hassán, los Sánchez-Iglesias, los Macron, los Biden … una vez más, los asesinos.