ANARQUISMO SINDICALISTA EN COSTA RICA / 3
La huelga de tuitiles, obreros italianos en la construcción del ferrocaril
El 12 de diciembre de 1887, en el puerto caribeño de Limón, en Costa Rica, se oía la de voz de los encargados de la compañía ferroviaria: ¡Tuttili! (Todos allí) ¡Tuttili! Cientos de personas, la mayor parte de ellos originarios de Italia, se dirigieron entonces hacia los funcionarios, para presentar sus papeles de inmigración en regla, como obreros contratados para la construcción del ferrocarril. A partir de ese momento, los operarios italianos serán conocidos en el argot de la región como tuitiles y ese será el nombre que reciba la extraordinaria gesta obrera que protagonizarán.
Cuando el gobierno de Costa Rica se propuso construir una línea ferroviaria que uniera el Atlántico con el Pacífico, decidió en 1872, contratar al magnate estadounidense, Minor Cooper Keith. A falta de mano de obra costarricense que pudiese llevar la imponente tarea de abrirse paso en la accidentada geografía, Cooper Keith envió por todo el mundo agentes para reclutar mano de obra barata. Los grupos más numerosos fueron los caribeños afrodescendientes, los chinos y los braceros italianos. Entre estos últimos había un importante número que habían participado en el movimiento anarquista y sindicalista de su país.
En el origen de la huelga que estallará en 1888 (apenas un año después de la llegada del contingente obrero al puerto costarricense) estaban las deplorables condiciones sociales, laborales y económicas, impuestas a los trabajadores por una empresa ruin. Se les obligó a trabajar en condiciones inhumanas, encadenados como si fuesen presos de un contrato que nunca habían imaginado haber firmado y permanentemente vigilados por hombres armados de la propia compañía, que no dudaban en disparar a los que se atrevieran a escapar. Las jornadas eran agotadoras. Las condiciones insalubres de los campamentos, bajo un paisaje y condiciones climáticas agrestes, insufribles. Los campamentos se habían convertido en tétricos hospitales, cuando los muertos por malaria y miseria ya sobrepasaban el centenar. Con frecuencia los alimentos estaban descompuestos y las raciones eran insuficientes.
El 19 de junio de 1888 llegó a la capital el eco de los primeros levantamientos, pues las huelgas y paros espontáneos se iban produciendo cada vez en mayor número de secciones y tramos. El todos allí llamaba ahora a la revuelta y eran dirigentes obreros los que lo proclamaban. Cuatro meses más tarde, el 20 de octubre, la huelga se había generalizado. En esa fecha, los obreros decidieron no sólo plantar el trabajo, sino también abandonar los campamentos dirigiéndose a pie hacia la ciudad de Cartago. Nada les detuvo, ni siquiera las penalidades del trayecto. Al menos seis de ellos perdieron la vida antes de llegar a su destino.
Cuando los huelguistas llegaron a Cartago se encontraban en un estado lamentable, extenuados y hambrientos. Tanto la empresa, como el gobierno municipal, considerando que los obreros estaban ya al límite de sus fuerzas, dictaron contra ellos una sentencia que les obligaba a reiniciar el trabajo, prácticamente en las mismas condiciones que venían soportando y denunciaban. No contaban con la voluntad de los huelguistas, quienes respondieron, poniéndose en marcha de nuevo, pero ahora dirigiéndose hacia la capital del país, San José. Llegaron a la ciudad el 6 de noviembre, procediendo a ocupar las calles, plazas y cuantos espacios públicos estuviesen disponibles, hasta tanto no fuesen aceptadas sus demandas. Durante una semana la tensión fue en aumento, hasta que el 15 de noviembre, los obreros protagonizaron un violento motín, que se saldó con decenas de detenidos.
La noticia de la determinación obrera corría como la pólvora, por todo el país. Para evitar lo que se venía encima, el cónsul de Italia, Roberto Manglano, solicitó y obtuvo del gobierno costarricense, proveer trabajo a todos los que lo quisiesen y pasaje a Italia a todos los demás. Billetes que debían ser pagados por la Compañía, acusada de incumplimiento de contrato y trato inhumano a sus obreros. El 13 de mayo de 1889, 847 obreros italianos regresaron a su patria. El resto, decidieron quedarse en Costa Rica. No pasarán 20 años, hasta que otra extraordinaria huelga sacuda aquella funesta Compañía ferroviaria.
Aquellas familias obreras italianas dejaron para Costa Rica el legado de la huelga y la movilización como únicos recursos en la defensa de los derechos laborales de los habitantes de esta tierra, como la vía por la cual se han logrado grandes reivindicaciones, desde esa época hasta hoy.