CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS

Cuestiones de suma (o poca) importancia

Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones. Ayer se encontraron por primera vez en meses, tras el confinamiento y las restricciones al desplazamiento en las últimas semanas.

Antípodo – Hola, Odopitán. ¡Qué alegría verte de nuevo!

Odopitán – Hola, Antípodo. ¿Qué tal estas semanas?

Antípodo – Francamente, mal, muy mal. Por mi edad, ya sabes, me han declarado “persona de riesgo”, prisionero de mi maltrecha salud.

Odopitán – No te conocía, amigo Antípodo, esa faceta quejica. ¿Acaso no es verdad que estabas en situación de riesgo de muerte por el coronavirus ….?

Antípodo – A esta hora, no es esa la única ni la más certera amenaza que pende sobre mi. La especie humana, como cualquier otra especie biológica, lleva en su condición la de ser mortal, pues cada uno de sus miembros ha de nacer, vivir y morir, cada cual a su hora.

Odopitán – Cierto, pero ningún ser humano, salvo situaciones dramáticas y excepcionales, siente urgencia alguna por abandonar este mundo, porque, aún consciente de la fatalidad de la muerte, hará todo lo posible por evitarla. Llegado el momento, todos lloraremos la pérdida de nuestros familiares, amigos y seres queridos cuando se produzca, pero entretanto estamos obligados a cuidarlos, defenderlos y apoyarlos en su decisión de evitarla.

Antípodo – Así lo creo yo también.

Odopitán – ¿Entonces porque esa queja ante quienes te informaron de que eras “persona de riesgo”?

Antípodo – No juegues con las palabras. Nadie me “informó” de tal cosa. Simplemente decidieron que ellos -el gobierno, el estado, la autoridad … pon el nombre que quieras- me “protegerían” de ese presunto riesgo que represento (para mi mismo y para los demás), confinándome, aislándome, no dejándome vivir.

Odopitán – ¿Cómo dices eso? El confinamiento, el uso de mascarillas, el distanciamiento social, evitar los desplazamientos, encuentros y visitas, incluso a los más allegados, prohibir los sepelios, aislar a los ancianos en las residencias, cerrar todos los espacios de encuentro social, etc, etc, fueron medidas, a mi juicio obligadas y justificadas, de prevención sanitaria y salud pública -esto es, individual y colectiva- ante la presencia de la epidemia del Covid-19.

Antípodo – No salgo de mi asombro. ¿Verdaderamente crees lo que dices? Ya hablaremos algún otro día de la infame monstruosidad que significa el hecho de referirse a la prevención de distancia física, como “distanciamiento social”. Dicho esto, te recuerdo que la justificación primera para todas y cada una de esas medidas, no fue la mayor o menor letalidad del Covid-19 (todavía no ‘cuantificada’), sino el “riesgo de colapso del sistema sanitario (estatal y privado) para hacer frente a una epidemia inminente”.

Odopitán – Esa observación, aún siendo cierta, no invalida el hecho de que el confinamiento y demás, fuesen medidas de todo punto necesarias para preservar la salud pública ante una epidemia que de propagarse libremente causaría decenas de miles de muertos.

Antípodo – Afirmaciones tajantes como las que estás haciendo – sin razón ni experiencia ni saber ni hechos que las justifiquen-, no son más que intentos de camuflar mentirijillas, pues lo que dices está en abierta contradicción con los hechos conocidos. No en todos los países, ni tampoco los distintos gobiernos adoptaron las mismas decisiones coercitivas que el gobierno español ni con la misma intensidad y, sin embargo, igualmente salen de la epidemia con desigual fortuna. Por poner un solo ejemplo, el gobierno japonés confirmó a finales de mayo que, sin haber recurrido en ningún momento al confinamiento general de sus 126 millones de habitantes, ni siquiera en las grandes ciudades, sale de la epidemia con apenas 900 fallecidos (exactamente, el 28 mayo: 894), prácticamente todos ellos ancianos de suma edad.

Odopitán – Tengo la impresión que este debate no va a quedar aquí, pues tengo que irme ahora, cuando está a punto de sonar mi toque de queda.

Antípodo – Puedes estar seguro de ello. ¡Cuídate, amigo mío! Nos vemos el próximo lunes.

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