CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS
Cuestiones de suma (o poca) importancia
Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones.
Odopitán – Hola, Antípodo ¿Has leído el número Extraordinario de La Campana de la semana pasada, en solidaridad con Palestina?
Antípodo – Si claro. ¿Hay alguna cuestión que te preocupa?
Odopitán – La Campana sitúa el comienzo del drama de Palestina, en 1897, cuando se produce una alianza de facto entre nacionalistas judíos y ciertos grupos religiosos tradicionales.
Antípodo – Así lo considero yo también. Recuerda que la expresión “sionismo” fue acuñada en la Europa central -no en Palestina- para referirse al movimiento doctrinal que defendía que la cuestión judía (dispersión física de los judíos hace 2000 años y su pervivencia como pueblo) sólo podría resolverse impulsando entre ellos la conciencia nacional en los términos propuestos por el nacionalismo político de raíz germana, que pocos años más tarde derivará en el nacional-socialismo hitleriano.
Odopitán – Sin embargo, para los grupos religiosos la apelación ritual al “retorno a Sión” no representaba otra cosa que una metáfora religiosa más de entre las utilizadas por los clérigos para mantener espiritualmente unido el pueblo judío pese a su dispersión territorial.
Antípodo – Cierto.
Odopitán – Así que, según La Campana, el “pacto” entre ambos grupos habría consistido en el hecho de que acordasen identificar mito y geografía y, sobre esa identificación crear un proyecto colonial.
Antípodo – Conviene recordar que, antes de ese ‘pacto’ los nacionalistas judíos plantearon la posibilidad de que su nuevo Estado se erigiese, no en Sión, sino en la Patagonia argentina e incluso en Uganda. Amplias regiones mucho más baratas y menos peligrosas que un territorio habitado por cientos de miles de personas.
Odopitán – Si interpreto bien lo que estamos comentado, el ‘pacto’ se estableció entre quienes consideraban Sión como el símbolo de un “movimiento de liberación nacional” y aquellos otros que lo consideraban tan sólo un “movimiento de perfección espiritual, vertebrador del pueblo elegido por su Dios”.
Antípodo – Así fue. Ambos grupos se encontraron cuando los primeros comprendieron que su “liberación nacional” no podría producirse mediante la independencia territorial y autonomía político-estatal en alguno de los países en que vivían en gran número (al modo de los nacionalismos irredentos que tan bien conocemos en España), sino en un “proyecto colonial”, dirigido a apropiarse de un territorio prácticamente abandonado por ellos dos mil años atrás, pero sobre el que todavía podían observarse las ruinas de Sión y el Templo de Salomón.
Odopitán – Este planteamiento sionista de la “liberación nacional en pro de un Estado propio” está en el origen de mis dudas, pues como dices, su nacionalismo (hasta 1948, irredento, pero desde aquella fecha, vencedor) no se refiere tanto a la liberación e independencia del pueblo judío de los estados que le oprimían, como la emigración masiva desde esos países hacia un nuevo territorio, que habría que invadir y colonizar, para ser allí ‘independientes’.
Antípodo – No comprendo muy bien tus dudas. Los primeros sionistas podían ser víctimas de un delirio de moda -el nacionalismo-, pero no eran tontos ni ciegos. Sabían que no sería lo mismo intentar arrebatarle una gran provincia a Rusia, por no decir a Alemania, para en ella lograr crear su estado propio, que despojar un pueblo empobrecido y desarmado, como el palestino, todavía bajo el dominio turco. Pero en ambos casos, se trata de posicionamientos declaradamente nacionalistas.
Odopitán – ¿Es compatible la ideología nacionalista de un pueblo que lucha por liberarse de una opresión política con la ideología estatalista, por más que se diga nacionalista, en aras de un proyecto colonial, siempre criminal, al menos respecto del colonizado?
Antípodo – Tú mismo te has contestado. No solamente son compatibles, sino que ambas fórmulas forman parte de la misma corriente ideológica: el nacionalismo, con el que gustan identificarse. Por más que un día la exhiban bajo los estandartes retóricos de “libertad” o “independencia” y, al siguiente, una vez logrado el poder, proclamen, no menos retóricamente, la “unidad” o el “derecho de conquista”. En ambos casos se trata de una verdadera “liberación nacional”, sobre la que siempre crece la semilla del racismo y engendra la criminalización del vecino al que se quiere despojar.
Odopitán – Entonces, según tú, la “nación que despierta” (pongamos, por ejemplo, el nacionalismo palestino que defendía Arafat en aras de construir dos estados vecinos) y la “nación sionista que se impone”, son simplemente dos caras de la misma moneda.
Antípodo – Si. Dos caras de la misma moneda falsa. No obstante, no me atrevo a afirmar que el pueblo palestino esté luchando, ahora mismo y desde hace 70 años, por la construcción nacional palestina, imitando con ello a los sionistas que les matan, del mismo modo que los sionistas, estos sí, imitan el comportamiento de los nazis, verdugos de su pueblo.
Odopitán – Me parece que vamos a tener debate para largo. ¿Qué te parece si lo dejamos hasta la semana que viene?