CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS
Cuestiones de suma (o poca) importancia
Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones.
Odopitán – Hola, Antípodo. Acabo de enterarme de la decisión municipal de retirar del callejero madrileño los nombres de los socialistas Largo Caballero e Indalecio Prieto.
Antípodo – Sí, algo de eso he oído. Cambia el color de las mayorías en las corporaciones, pero, según la Ley del Número que rige en la democracia representativa, es siempre la mayoría de los ‘representantes electos’ la que decide.
Odopitán – Disponer de la mayoría no justifica cualquier acto o conductas de esa mayoría.
Antípodo –Por supuesto que no, pero sólo para los que como tu y yo -adversarios de la democracia representativa bajo un Estado institucionalmente autoritario- rechazamos esa Ley de la Mayoría que fundamenta las democracias actuales, en las que toda decisión de la mayoría electa no sólo está siempre legitimada (mientras se mantenga en el ámbito reconocido a su poder), sino que, además, es la expresión misma de la legalidad.
Odopitán – Vale. Pero por muy legal que sea el acuerdo del Pleno municipal no deja de ser esa una burda ofensa a la memoria de dos figuras socialistas que, con sus luces y sombras, se enfrentaron al fascismo franquista.
Antípodo – Lo siento, la simpatía que me ofrecen esos dos personajes históricos, con los que nada en absoluto comparto, es sencillamente nula. No obstante, no creo que mi opinión personal sobre ellos, importe demasiado a la hora de comentar el acuerdo del Ayuntamiento.
Odopitán – Así lo pienso yo también. No se trata de valorar la personalidad ni el comportamiento político de ambos líderes, en no pocos aspectos cuestionable, sino de enfrentarse al simbolismo reaccionario implícito en los hechos.
Antípodo – Insisto, amigo mio. No existe verdadera ofensa entre los compinches que definen las reglas de su juego en base a la Ley del Número y el régimen de Mayorías electorales y, acto seguido, las imponen a los demás bajo el pomposo título de “régimen democrático y de derecho”. Los insultos, rencillas, los quítate tu que me pongo yo, las golferías que se reprochan unos a otros, no son hoy en día más que juegos de pirotecnia electoral para consumo de sus creyentes respectivos.
Odopitán – Así pues, según tú, quienes nos oponemos desde abajo y en la calle al fascismo, no debemos sentirnos ofendidos por las decisiones de una mayoría -la que, en este caso, representa el conciliábulo de PP, Ciudadanos y Vox – que ensucia la memoria y la historia de quienes lucharon contra la dictadura.
Antípodo – ¿Ahora vienes con esas? En las democracias al uso, lo previsible y lo exigido institucionalmente se reduce al relevo periódico por vía electoral de quienes ocupan los “resortes” del Estado, sin cuestionar jamás los fundamentos del mismo. En primer lugar, la institucionalización el poder y la capacidad de decisión (y la violencia punitiva inherente a su ejercicio). En segundo lugar, la autoridad estatal (y la opresión que inevitablemente ejerce sobre la comunidad y los individuos bajo su dominio). En tercer lugar, la jerarquía (y el desprecio que ésta fatalmente practica sobre todos aquellos a los que ha de someter). En cuarto lugar, la propiedad que, junto con la jerarquía, construyen la desigualdad …
Odopitán – No discutiré lo que dices, aunque me provoca muchas dudas. Sigo preguntándote: ¿No debemos sentirnos ofendidos ni preocupados por estos hechos, por simbólicos que sean?
Antípodo – Preocupados, probablemente sí, ya que -¡dicho sea con todas las cautelas!- no parecen ser lo mismo unos políticos poseídos de la nostalgia del franquismo que unos ejecutivos socialdemócratas, nostálgicos del pacto reformista capital-estado suscrito en Europa tras la II guerra mundial, pero responsable a su vez del final atroz del colonialismo imperial y su sustitución por el saqueo neocolonialista de los continentes africano, asiático y polinesia.
Odopitán – Probablemente tengas razón en desconfiar del papel que pudieran estar representando los autoproclamados herederos de aquella social-democracia, pero cuya entrega a los intereses de las grandes corporaciones financieras no deja lugar a dudas. Sin embargo, volviendo al tema que nos ocupa, no dejo de sentirme ofendido por la decisión del Ayuntamiento, como si estuviese dirigida contra nosotros mismos.
Antípodo – De ningún modo comparto ese sentimiento tuyo. No debemos sentirnos ni más ni menos ofendidos porque unos -la ‘derecha política’, en este caso- decida borrar del callejero éste o aquél nombre, mientras los otros -la ‘izquierda progresista gobernante’ – trate de imponer como doctrina de Estado, incluso en las programaciones escolares, la delirante versión histórica de una II República virtuosa y de unos líderes antifranquistas honestos y respetuosos con la felicidad y la libertad de los españoles. Nada más lejos de la realidad.
Odopitán – Tampoco yo comparto los presupuestos ideológicos y el dogmatismo falsamente democrático presentes en la última Ley de la Memoria Histórica.
Antípodo – Esto sí que ha de ofendernos -y deberíamos alzar la voz contra el atropello que significa-, pues trata de ocultar y mentir la cruda realidad de una República en la que millones de personas vivían en condiciones paupérrimas y de explotación insufribles, por más que cientos de miles de ellos luchaban con enorme coraje contra sus explotadores de todo tipo. Entre ellos, los obreros anarquistas y militantes de la CNT, perseguidos y acosados, ferozmente y sin tregua, por alguno de esos personajes que citas.
Odopitán – Siempre nos pilla la noche en un punto de la conversación que exigiría continuarla. Pero lo que no puede ser no puede ser. Seguiremos la próxima semana.