CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS
Cuestiones de suma (o poca) importancia
Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones.
Antípodo – Como todos los años por estas fechas, me dispuse a ir al cementerio. Ante el nicho donde yacen los restos de mi padre, releí una vez más sus versos: “No basta tierra al hombre, camino y sepultura, / no basta no ser nada y ser para la muerte. Conforme ello he vivido”. No pude menos que contrastar la energía moral y compromiso existencial del autor de aquellos versos, con la abyecta ideología que hoy se impone por todos lados, dinamitando la intensidad de la vida en el altar de una sobrevivencia insignificante, cabizbaja y amedrentada.
Odopitán – No entiendo muy bien lo que quieres decir. ¿Qué ideología es esa que, según tu, ‘dinamita la intensidad de la vida’? ¿quién la impone?
Antípodo – ¿Eres tú algún eremita, aislado del mundo y ajeno a las órdenes, amenazas y desquicios que todos estamos recibiendo? ¿Acaso te sientes a gusto en este helado sinvivir, acobardado y tedioso, al que nos están condenando?
Odopitán – ¿Satisfacción? No, ninguna. Siento vergüenza ajena, eso sí, por las decisiones que viene adoptando la clase política, tanto más ineficaces y absurdas cuanto más brutales y coactivas.
Antípodo – No se puede sentir vergüenza ajena de quien no tiene el más elemental respeto a la gente sobre la que gobierna. En todo caso, no se trata ahora de las virtudes o defectos, ni de las facultades o capacidades de cada una de sus señorías. Eso forma parte del espectáculo y la construcción por los poderosos de la ignorancia social. Se trata del papel que cada uno de ellos representa en el tinglado político-económico vigente, por cuyas venas -valga el símil biológico- corren el beneficio de grupo y clase o el privilegio del mando y de cuyas arterias mana tan sólo, la desgracia, la desigualdad y la opresión generalizada.
Odopitán – Decías que la autoridad del Estado -eso creí entender- está promocionando una ideología dirigida contra la vida social y a la que calificabas como abyecta. ¿Qué doctrina es esa?
Antípodo – Es más bien una telaraña de consignas y sórdidos mandamientos, regidos por el afán de lograr el servilismo y la domesticación de la sociedad, condenándola a la impotencia frente al desastre que se avecina a pasos agigantados. Es de nuevo la construcción totalitaria de las masas, miles de individuos juntos cada uno encerrado en sí y para sí pero todos marcando el mismo paso de la oca que le ordenaron.
Odopitán – ¿Qué telaraña? ¿Qué desastre? ¿Ante qué, la impotencia?
Antípodo – Paciencia. Estamos hablando y no adoctrinándonos el uno al otro. Deja que las afirmaciones y conclusiones lleguen después de los argumentos y, sobre todo, que antes de que yo las pronuncie, tu ya las hayas compartido.
Odopitán – Ya te vale, Sócrates de pacotilla. Vete al grano.
Antípodo – Trataré de ser lo más breve posible. A mi juicio, los agentes más poderosos del capitalismo han llegado a la conclusión que la vieja alianza de los Estados nacionales con las grandes corporaciones económicas, ya no es útil para afrontar en su beneficio los retos del presente a nivel planetario: automatización, desarrollo tecnológico, agotamiento de recursos, contaminación y devastación de la biosfera, el despilfarro improductivo … y su inevitable consecuencia: cientos de millones de personas arrojadas al paro, la precariedad, la insalubridad y el sin-sentido.
Odopitán – Sin embargo, el poder político -representado por los Estados nacionales- y el poder económico -representado por las fuerzas hegemónicas del capitalismo- están ahora mismo perfectamente imbricados, sin otros desajustes que los propios de un sistema social dinámico (toda sociedad humana lo es).
Antípodo – Cierto, pero esos desajustes se agravan por instantes por la intervención de aquellos factores que he citado, de modo que el poder económico ha de optar por fórmulas de gobernanza propiamente mundiales, ya no meramente inter-nacionales. Entre esos desajustes, no será el menor el paro planetario que se avecina. Habrá que domeñar a esas gentes desposeídas, para evitar que el ‘desorden’ o la “desobediencia” alcancen entre la población cotas de conciencia y esperanza que puedan poner en cuestión el Orden previsto. Y el modo que se les viene ocurriendo es precisamente, lo que ahora estamos sufriendo.
Odopitán – ¿Quieres decir que las medidas adoptadas para combatir la pandemia -confinamiento, distancia social, obediencia acrítica…- tienen como objetivo fundamental y prioritario, no salvar vidas en peligro por la Covid, sino iniciar a escala mundial el proceso de doma, masificación y castración de una sociedad condenada a la pobreza e impotencia?
Antípodo – Así lo considero.
Odopitán – Tenemos que dejarlo aquí por hoy, pero lo que has dicho me plantea muchas dudas, por más que reconozco que nunca lo había enfocado de este modo. Seguiremos en la próxima semana.