CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS

Cuestiones de suma (o poca) importancia

Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones.

Odopitán – Hola, Antípodo, desde nuestra conversación de la semana pasada, más la lectura del editorial de La Campana sobre la crónica de la “Nueva normalidad” el 27 de octubre, apenas puedo hacer cosa alguna con sosiego, sin caer en el pesimismo más estéril.

Antípodo – El pesimismo puede, efectivamente, ser estéril y conducir, sin apenas darnos cuenta, a la servidumbre y resignación ante aquellas fuerzas poderosas que nos tiranizan y no alcanzamos a subvertir. Pero también, el pesimismo puede ser el resultado afectivo de un análisis lúcido y fecundo de la realidad actual, bien enraizado en la pasión de la libertad, el compromiso con el bienestar social y en la pulsión solidaria por la justicia. Así que no te flageles por tu desaliento, que seguro que es momentáneo.

Odopitán – Quizá si, ¡Ojalá pueda seguir esa senda que describes, sin caer en el infantilismo de quienes presumen que la victoria está cerca, con el argumento de que “no hay mal que cien años dure” …

Antípodo – … ni cuerpo que lo aguante.

Odopitán – Hablando del “cuerpo”, hoy mismo oí de labios de un conocido la cantinela de moda, “La salud es lo primero”. Por puro afán de poner en apuros se limitaba a repetir una frase dictada, le pregunté: ¿Qué cosa es la salud para ti, pues dices que es “lo primero” y nada debe prevalecer contra ella?, a lo que me contestó con una frase hecha: “Según la Organización Mundial de la salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social?”

Antípodo – ¿Qué le respondiste?

Odopitán – Le dije: “Siento mucho que tengas tan mala salud, pues se te niega ese bienestar cada día”.

Antípodo – ¿Por qué le dijiste eso? Acaso, tu amigo, estuviese defendiendo que la salud es lo primero por la sencilla razón de que a él le faltase y no hallase alivio para su malestar. También es posible, que valorase lo que la definición de la OMS sugiere, conforme no es posible para nadie, ni individual ni colectivamente, alcanzar la salud y atesorarla de modo permanente de modo que sólo puede aspirarse a disfrutar de ella en momentos más o menos breves o duraderos.

Odopitán – Nada de eso. Su respuesta fue tan rápida como airada: “Estoy completamente sano”.

Antípodo – A lo que parece tu amigo no estaba de acuerdo con la definición que te había dado antes.

Odopitán – Eso mismo le contesté: ¿Cómo es posible -le pregunté- permanecer en ese estado de bienestar mental y social descrito por la OMS, con la que está cayendo encima de todos nosotros? ¿Cómo es posible que millones de personas en España, sin otro oficio que el de la precariedad insomne, de tumbo en tumbo con salarios de miseria, agarrándose aquí y allí al primer clavo esclavo que le ofrecen, puedan considerar estar viviendo en estado de bienestar?

Antípodo – No te falta razón en el reproche, pero, a mi juicio, el verdadero y más grave problema está en la propia definición de salud de la OMS. Recuerda lo que tantas veces hemos dicho los anarquistas: que la noción de salud, como la de cualquier otro valor de importancia, es siempre un hecho, producto o construcción histórica que puede ser utilizado como una mercancía por el poder económico y como un instrumento de coacción (o seducción) por el poder político.

Odopitán – Quizá sea como dices, pero en aquel momento sentí la acuciante necesidad de salir al paso de una persona que repetía fielmente un antiguo aforismo, transformado ahora en consigna de estado para la “nueva normalidad”, sin apenas reparar en el daño que pudiera estar causando.

Antípodo – En cualquier caso, no debemos ignorar qué es la OMS -una oficina más de la ONU, como el FMI o el Banco Mundial- y mucho menos, desconocer el papel que, desde su parcela propia (la “salud”), desempeña en el sostenimiento del infame orden mundial actual, que tantas vidas destruye y que tantas mutilaciones físicas, mentales y sociales provoca.

Odopitán – Comprendo y concuerdo con lo que dices del papel que juegan la ONU y cada una de sus Oficinas en el “orden internacional”, pero no acabo de ver cómo una simple definición de salud puede albergar en su seno un proyecto sanitario tan siniestro como el “orden” al que sirve y en una de cuyas instituciones más relevantes, la ONU, se integra.

Antípodo – Entre otras ‘virtudes’ (malignas) de esa definición, no es la menor conceptualizar la “salud” como si tratara de un ideal absoluto, como una utopía deseable, ni tan lejos como para poder ignorarlo ni tan cerca como para poder culminarlo. Más bien como un anhelo feliz, una necesidad placentera aparentemente inalcanzable pero cuya exigencia -definida en cada momento por quien corresponde- resulta tan inaplazable como insaciable, y sólo satisfecha progresivamente por los únicos que pueden ofrecer los remedios, esto es, los grandes emporios financieros y multinacionales farmaceúticas y bio-sanitarios.

Odopitán – ¿Acaso esos poderosos consorcios están integrados o tienen capacidad de influir en las estructuras decisivas y decisorias de la OMS?

Antípodo – Claro. ¿De qué guindo caes tú, ahora?

Odopitán – Lástima que tengamos que dejarlo aquí. A punto de llegar el toque de queda, en aras de nuestra maltrecha salud. ¡Hasta pronto!

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