VI Época - 23

CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS

Cuestiones de suma (o poca) importancia

Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones.

Odopitán – Hola, Antípodo. La semana pasada, afirmaste que no te considerabas ‘feminista’, ya que no compartías -eso dijiste- “los argumentos, proclamas y reivindicaciones” que exhibe el movimiento feminista. Sin embargo, este movimiento es muy variopinto, tanto en el ámbito doctrinal como en el organizativo y reivindicativo. En el caben muy distintas visiones de la sociedad, de los fundamentos biológicos y culturales de la sexualidad, del modo de encarar las relaciones afectivas y sexuales entre los individuos o de la idea misma de la libertad y organización social …

Antípodo – Ninguna novedad hay en ello, pues lo mismo puede afirmarse de cualquier doctrina o movimiento social o político más menos influyente y extenso, sin que esa circunstancia imposibilite que podamos analizarlos o considerarlos en su conjunto.

Odopitán – No entiendo muy bien lo que quieres decir. ¿Acaso las diferentes familias del movimiento feminista pueden ser analizadas como si todas ellas respondiesen a unas pocas premisas comunes, compartidas sin fisuras por todos los grupos y colectivos, sin apenas tener en cuenta sus polémicas, debates e, incluso, exclusiones mutuas?

Antípodo – Ni el nacionalismo, el liberalismo, el cristianismo, el colonialismo, el socialismo, el anarquismo, el sindicalismo o cualquier otro “-ismo” de cierta relevancia, escapan a esa evidencia de materializarse en diferentes fórmulas según épocas, países, circunstancias, personalidad, oportunismo, luchas por el poder o la hegemonía, etc …

Odopitán – Cierto.

Antípodo – Y, claro está, ese hecho -la diversidad de todos y cada uno de esos fenómenos sociales y movimientos- no puede esgrimirse, por ejemplo, para reprochar al filósofo inglés, Bertrand Russel, que escribiese un precioso librito titulado “Por qué no soy cristiano” o que las militantes de la federación anarquista de “Mujeres Libres” afirmasen rotundamente “no somos y no fuimos feministas’, por más que todas ellas, como mujeres, se consagrasen a la emancipación social, sin jerarquías ni discriminaciones …

Odopitán – Ignoro adónde quieres ir a parar.

Antípodo – Por otro parte, no soy yo quien para ofrecer carnet o certificación de pertenencia al feminismo, sino que eso corresponde a quienes libremente deciden así denominarse y como tales son mutuamente respetadas en el seno del propio movimiento.

Odopitán – ¿Acaso, pretendes justificar tu declaración de “no ser feminista”, con un manifiesto argumentado, semejante a los que comentas?

Antípodo – Si fuese necesario, por supuesto que lo intentaría, del mismo que otras personas lo hacen para afirmar lo contrario. En todo caso, como te decía, no intervengo en el movimiento feminista actual del que me siento ajeno, pues no suscribo gran parte de sus afirmaciones más rotundas, no aplaudo muchas de sus reivindicaciones, expresiones de moralidad pública y programas políticos, ni apruebo sus procedimientos -participación electoral, influencia política, aparato mediático y orgánico-, etc.

Odopitán – En ocasiones, yo también me siento incómodo con algunas proclamas y ciertos argumentos y actitudes del movimiento feminista, pero ello no me impide reconocer que ha sabido poner de relieve lo injusto de la subordinación histórica de la mujer al varón y organizarse como movimiento eficaz que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes -político, jurídico, económico y social- del principio de igualdad entre las mujeres y los hombres.

Antípodo – Esas son, entre otras, algunas de las cuestiones que más me alejan del feminismo actual.

Odopitán – ¿Cómo es posible? ¿Te refieres, por ejemplo, a la reivindicación de la igualdad que debe existir -y todavía no existe- entre hombres y mujeres?

Antípodo – Sabes muy bien, que tanto tu como yo, ambos anarquistas, tratamos de regir nuestra conducta -¡no siempre lo conseguimos!-, entre otras premisas insoslayables, por la consideración de que la lucha finalista por la igualdad efectiva de todos los seres humanos en todos los ámbitos sociales ha de ser llevada a cabo mediante la acción directa, sin ejercer y, mucho menos justificar o tolerar en nuestros círculos, ninguna discriminación o reproche por razón de raza, etnia, sexo, lengua, aspecto, cultura o condición particular.

Odopitán – Comparto lo esencial de lo que dices. No cabe duda que los libertarios consideramos la igualdad de trato y consideración que merecen todos los individuos de la especie humana como un eje insoslayable de nuestra lucha, pero no es menos cierto que la desigualdad existe y hemos de afrontarla, aquí y ahora. En ningún lugar ni época fue o es igual el trato que sufren las mujeres respecto del que reciben los hombres. Ellas estuvieron y están casi siempre subordinadas y sometidas al hombre y, en consecuencia, se ha producido una brecha histórica, que delimita y enfrenta a ambos grupos -hombres y mujeres-, siempre a estas últimas como víctimas. En esa situación estamos hoy.

Antípodo – Por no desviarnos de la conversación, ya discutiremos algún otro día sobre lo que puedan significar abstracciones más o menos irreales y fantasmagóricas como las designadas con las palabras “Hombre” o “Mujer”, así como su uso en la retórica política.

Odopitán – Si, mejor lo dejamos para otro día.

Antípodo – Dicho esto, por supuesto que uno de los males más indignos que nos impone el régimen vigente -económicamente capitalista, basado en la propiedad privada, y políticamente jerárquico, basado en la organización estatal- es precisamente la creación artificial de fronteras y clasificaciones discriminatorias entre seres humanos: racismo, xenofobia, nacionalismo, clasismo, exclusión, desprecio al ‘otro’, etc. Lo cierto y universalmente asentado -al menos allí donde llegan el poder del capital y la autoridad del estado- es la presencia de la desigualdad y la discriminación. No hay igualdad entre los ‘varones’, ni entre los ‘blancos’, ni entre los ‘nacionales’ …., como no la hay entre las ‘mujeres’, ni entre los ‘negros’ o entre los ‘extranjeros’.

Odopitán – Reconozco lo que dices e intuyo adónde quieres ir a parar. En términos matemáticos, si los miembros del conjunto “A” son desiguales entre sí (en derechos y deberes), al igual que lo son los del conjunto “B”, ¿a qué clase de ‘igualdad’ nos referimos, cuando se proclama que “A” (hombre) y “B” (mujer) deben ser iguales (en derechos y deberes)?

Antípodo – No soy muy partidario de aplicar fríamente esquemas lógico-matemáticos al análisis social, pues siempre terminan por contaminarlo todo en su asepsia moral. Ya hablaremos otro día de esta cuestión.

Odopitán – Volvamos al símil que estaba exponiendo y creía deducir de tus palabras. ¿Qué significa el término “igualdad” entre dos grupos, cuando los miembros de cada uno de ellos son tratados de forma desigual entre sí? ¿Iguales el rey con la reina, el duque con la duquesa, el tejedor con la tejedora, pero no el obrero con la banquera, la sirvienta con el señor, el súbdito con la condesa, la labradora con el rey? ¿Entiendes tú, que esa es la clase de “Igualdad” que se reivindica desde el movimiento feminista actual?

Antípodo – No sólo desde el movimiento feminista actual, también desde instancias gubernamentales y poderes fácticos.

Odopitán – No obstante, si a estas alturas del siglo XXI la clase política de casi todo el mundo occidental, de derechas o de izquierdas, asume esos planteamientos, es precisamente por el empuje del movimiento feminista.

Antípodo – Quizá, pero también porque sirve a sus intereses.

Odopitán – ¿Cómo?

Antípodo – ¿No acabas de reconocer que la consigna de “Igualdad”, enarbolada actualmente por el movimiento feminista y asumida en España hasta el punto de dar nombre a un Ministerio, encubre en realidad el mantenimiento y sostén de su contrario, esto es, la Desigualdad como Ley universal entre “A” y “B”?

Odopitán – No lo reconozco, al menos hasta el punto que tú pareces dar por hecho.

Antípodo – ¿Qué te extraña de esa operación de retórica política, por otra parte de uso tan antiguo como el Estado mismo? ¿Acaso no disponemos de un Ministerio de Justicia, encargado literalmente de celebrar sobre el conjunto social el Sistema Penal a fin de garantizar la injusticia permanente del régimen del que forma parte? ¿Y el de Defensa, que es de la guerra y los ejércitos? …

Odopitán – Ya vale. La “paz” como palabra en boca del gobernante imperial, encubre la guerra como hecho. La “justicia” levanta cadalsos y prisiones. La “civilización” organiza el terror y la explotación en la colonia. Todo eso es conocido, pero ¿cómo a partir de esas obviedades, concluyes que la retórica igualitaria del feminismo actual es ya parte de la retórica del poder mismo?

Antípodo – Lo cierto, es que mujeres y hombres jamás lograrán ser iguales en derechos y deberes, si los miembros de uno y otro grupo no luchan juntos y al unísono por librarse de la desigualdad respectiva, causada en ambos casos por la violencia de un régimen económico y político cuya columna vertebral es, precisamente, la desigualdad y el privilegio, así como la represión necesaria para sostenerlos. Esta es una de las razones por la que “Mujeres Libres” no se reconocía como feminista, y yo, al igual que ellas, tampoco.

Odopitán – Tenemos que reflexionar más sobre este asunto, pues no acabo de comprender muy bien tus reticencias respecto del movimiento feminista contemporáneo, que no se reduce al discurso sobre la “igualdad”, sino que abarca mucho más: derecho al aborto, sexualidad, violencia, victimización, género, etc. Otro día, seguiremos, pues ya es tarde y estas cuestiones no se resuelven en un solo día.

Antípodo – Cierto. Hasta pronto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *