CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS
Cuestiones de suma (o poca) importancia
Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones.
Odopitán – Afirmabas la semana pasada que “la libertad se realiza en la lucha colectiva de los seres humanos contra las determinaciones y artificiosas limitaciones que la vida y la sociedad les impone”.
Antípodo – Si, eso es lo que considero.
Odopitán – Dejemos de lado, siquiera sea por un momento, la cuestión de la libertad respecto de las limitaciones que nos imponen nuestra condición biológica y el hábitat natural, contra las que la humanidad se enfrenta con libertad a través del saber y el conocimiento. En este aspecto, la libertad equivale al puro acto -acción o lucha, como tú la denominas- de pensar, comprender y buscar remedio sincero en todos los órdenes a la inquietud vital de la especie humana.
Antípodo – Centrémonos entonces en la consideración social de la libertad y, por tanto, en relación con sus contrarios: poder, autoridad, coerción, opresión, sumisión, ley, estado …
Odopitán – Según los demócratas actuales y demás defensores del que llaman “estado de derecho” ninguno de esos términos -poder, autoridad, ley – e incluso, coerción, sometimiento, imposición, se deben entender como contrarios a la libertad.
Antípodo – Lo sé. En la jerga académica, jurídica y política de Estado hoy mundialmente hegemónica, se ensalzan y resignifican aquellos vocablos de triste memoria histórica como condiciones necesarias para la propia posibilidad de la libertad. Es el imperio de la neolengua orweliana, del control por el poder del lenguaje.
Odopitán – Son lugares comunes en los ideólogos del régimen democrático-representativo, sean de ‘derechas’ o de ‘izquierdas’, frases del tenor “sin cumplimiento de la ley, no hay libertad”, “El estado como garantía de la libertad de los ciudadanos” …
Antípodo – No es casual el hecho de que, gracias al uso y reiterativo abuso de eslóganes y fórmulas retóricas como esas, la patraña, la superstición y el argumento falaz tengan hoy en día más predicamento que nunca, equivalente al que disfrutaban en los tiempos del oscurantismo religioso los curas, teólogos y demás voceros de la jerarquía. Hay que tener en cuenta que el llamado “estado de derecho”, encubre hoy lo que es una verdadera e indisimulada plutocracia, un sistema de gobierno en que el poder de decisión, ejecución y control de la ‘opinión pública’ lo ostenta una minoría formada por sus miembros más ricos.
Odopitán – Lo decisivo ahora mismo es que el poder -sea de seducción o de coerción, en cualquiera de sus grados- de los Estados actuales, es más intenso que lo fue nunca en el pasado. No importa como se llamen: democracias, plutocracias, democracias-populares, teocracias, tecnocracias o paranoicocracias, …
Antípodo – Eso es lamentablemente cierto, pero no lo es menos que ese proceso se pueda truncar o, mejor dicho, que todas esas formas de la impostura gobernante sucumbirán más pronto o más tarde. Es más. A mi entender, probablemente estamos asistiendo a un momento histórico crucial, en el que el capitalismo y los intereses de todo tipo a él ligados, por pura necesidad de sobrevivir, traten de imponer una organización política a escala planetaria distinta a los casi 200 estados nacionales hoy reconocidos, que se les quedan pequeños y, en ocasiones, problemáticos al provocar distorsiones locales o regionales en sectores fundamentales, como el energético, bio-sanitario, agro-pecuario, etc.
Odopitán – Volvamos al tema que nos preocupaba al principio, el de la libertad y su relación con la organización social o, dicho de otro modo, si es posible alguna forma de poder de unos individuos sobre otros, sin coerción ni violencia liberticidas.
Antípodo – Puedes formular la pregunta de ese modo, o también de este otro: ¿es posible alguna otra forma de organización social que no implique coerción ni violencia y no autorice ni faculte poder ajeno alguno en su seno?
Odopitán – ¿Te refieres a la posibilidad real de un ‘comunismo libertario’, semejante al que venimos defendiendo, al menos en la teoría y el discurso estatutario, las organizaciones anarcosindicalistas de nuestro país?
Antípodo – A lo largo y ancho de la geografía y la historia mundiales hubo y hay muchos más ejemplos de convivencia colectiva sin jerarquía, coacción o violencia institucional de unos sobre otros, que el que citas. Pese al gigantismo autoritario de los Estados actuales, ninguno de ellos puede presumir, ni de lejos, con gozar de la omnipresencia y poder omnímodo que se atribuían al inefable Dios del pasado.
Odopitán – Apenas observo en parte alguna esas islas de bienaventuranza que dices que hay, por más que no dudo sobre su posibilidad, ni siquiera dudo de que, como las brujas en el dicho gallego, “habelas, hainas” (haberlas, las hay)
Antípodo – Amigo mío, tienes que cuidar la vista. Ahora mismo nos dirigimos, tu y yo, hacia una sede sindical, en la que nos disponemos a celebrar al encuentro con unos compañeros, todos dispuestos a llegar a acuerdos sin necesidad de comités, cargos decisorios, mandos de ninguna clase, discriminaciones, sistemas coercitivos ni disciplinarios.
Odopitán – Si, claro. Pero esa libertad y ausencia de jerarquía no alcanza más que a los que estamos comprometidos con ella y, además, tampoco faltan ocasiones en que chirría.
Antípodo – Sólo a un idealista empedernido como tú, se le ocurre identificar el anhelo, búsqueda y permanencia histórica de una sociedad libre e igualitaria con un idílico estado religioso de bienaventuranza. Los anarquistas no somos milenaristas, ni mesiánicos …
Odopitán – Cierto, pero todos esos grupos heterodoxos, perseguidos y acosados ferozmente por los poderes de su tiempo, están mucho más cerca de nuestro corazón y simpatías que los inquisidores y demás autoridades que erigían hogueras, patíbulos o mazmorras.
Antípodo – Anda. Ven. Subamos juntos estas escaleras que nos matan. Ya tendremos ocasión de seguir charlando.