VI Época - 28

CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS

Cuestiones de suma (o poca) importancia

Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones.

Odopitán – Hola, Antípodo. Parece que en un debate te manifestaste contrario a suscribir un comunicado o realizar algún acto de protesta en solidaridad con el artista rapero Pablo Hasel.

Antípodo – Cierto. Algunos de los presentes argumentaban que deberíamos sumarnos o celebrar en Pontevedra algún acto y declaración solidaria, mientras que otros, como yo mismo, considerábamos que ni una cosa ni otra.

Odopitán – ¿Acaso no consideras como un deber inexcusable que cuando reprimen derechos y libertades hemos de salir en respuesta a la calle y manifestar nuestra repulsa a la condena?

Antípodo – No siempre ese ‘deber’ es exigible y tampoco inexcusable, pues no todo acto ni siquiera todo inviduo es merecedor de aprobación y solidaridad. Hay que aclarar que la mayor parte apenas conocíamos al cantante e ignorábamos los hechos. Fue en el curso del mismo que conocimos algunas de las letras y contenido de los decires de Pablo Hasel, que, si bien le valieron la condena a 9 meses de prisión, también expresaban planteamientos en las antípodas de todo aquello que como anarcosindicalistas y libertarios defendemos.

Odopitán – ¿Qué importancia puede tener el contenido concreto de los tuits y canciones del artista, frente al hecho de que un Tribunal se arrogue la potestad de juzgar y condenar a una persona por meras expresiones artísticas, vulnerando el derecho de todo individuo a la libertad de expresión?

Antípodo – Ese fue, en parte, el meollo del debate, pues no basta que una acción sea objeto de castigo o represión por el Estado para que resulte merecedora de nuestra estima y defensa. Mantener lo contrario sería un desatino mayúsculo.

Odopitán – Entonces, no consideras suficiente para mostrar tu apoyo al artista y repulsa al Tribunal juzgador el hecho de que esta condena pueda servir como un ataque a la libertad de expresión y una amenaza dirigida al movimiento social y sindical.

Antípodo – Pronto responderé a esa pregunta que, te adelanto, considero capciosa, pero antes, permíteme recordarte, que se nos reclamaba otorgar la solidaridad a Pablo Hasel y no a otra persona de las muchas que están siendo condenadas cada día por esos mismos tribunales, con diferentes motivos. Por tanto, a nuestro juicio, es a éste a quien le corresponde merecerla, le guste o no al Estado o al aparato judicial. ¡Cuantas veces no nos hemos solidarizado con actuaciones consideradas delictivas por el Estado! La Ley no puede, ni nosotros lo hemos admitido nunca, determinar quién es quién en la lucha social por una sociedad sin clases y sin jerarquía. ¡Hasta ahí, podríamos llegar!

Odopitán – Cierto que no todo adversario de nuestro enemigo ha de ser por ello nuestro amigo, pero un mínimo sentido de la oportunidad puede aunar esfuerzos en contra del enemigo más poderoso, en defensa de un mayor bien: la libertad de expresión.

Antípodo – Ya sabes que el oportunismo y el tacticismo son prácticas ajenas a mis planteamientos en la lucha social. Por más que todo preso sea víctima de un sistema carcelario injusto y toda sentencia sea un ejercicio de poder, no puede colegirse que estemos obligados, los anarquistas ni nadie, a mostrar nuestra solidaridad con los responsables de actos de palabra u obra, que rechazamos. Aceptar esa obligatoriedad representaría una abdicación de la inteligencia, la moral y la consciencia social propias. Un ataque frontal a nuestro ideal de solidaridad, que ha de ser siempre voluntaria, consciente y comprometida con la lucha común, según principios de libertad y autonomía.

Odopitán – Entonces, nada tienes que decir al secuestro de la libertad de expresión que significan estas condenas judiciales.

Antípodo – Y tanto que sí, y tanto que tenemos mucho que decir y en verdad, decimos. Trataré de resumir mi opinión. En primer lugar, dejemos claro que mi consideración respecto de la función social e histórica de los jueces, tribunales y demás elementos de los Aparatos de Justicia estatales es, por decirlo suavemente, profunda y esencialmente negativa.

Odopitán – Comparto contigo esa consideración.

Antípodo – Sin embargo, el Estado y todos sus partidarios defienden lo contrario. Consideran sus Leyes, Tribunales, y el Derecho punitivo como uno de los pilares virtuosos del orden social, político y económico que rige en su nación. No en vano se precian de ser un “Estado de Derecho”

Odopitán – Eso es una obviedad.

Antípodo – Así pues, quien define el “Derecho”, esto es, “a lo que hay derecho y a lo que no hay derecho” es el propio Estado, aunque para ello, haya tenido que secuestrar la ‘libertad’ y encorsetarla en ‘libertades’ (de ‘expresión’, de ‘participación’, etc).

Odopitán – No entiendo muy bien lo que quieres decir, ni a que viene todo esto en relación a la condena de Pablo Hasel.

Antípodo – ¿Acaso no percibes que allí donde pudiera haber ‘libertad’, el Estado impone que haya ‘derecho’ y, por tanto, pena y castigo para quien lo desafíe y vulnere los términos en que está expreso en la Ley, p.ej en el Código penal. ¡Y que eso lo aceptan los que apelan a un supuesto ‘derecho a la libertad de expresión’!

Odopitán – Ahora sí, intuyo por dónde va tu razonamiento.

Antípodo – Desde mi punto de vista, considero que todo individuo, puede y, si acaso, debe expresar sus sentimientos, opiniones y certezas sin respeto ni acatamiento alguno a la Ley del Estado en que vive, pero también, considero que todos somos responsables, comprometidos con aquello que decimos, para bien o para mal. Dado que para nosotros la palabra nunca ha de ser vana y casi nunca es inocua, considero un hecho muy grave que quienes impugnamos y luchamos por un mundo de libertad y sin estado coactivo, aceptemos sin más apelar ante la sociedad al ‘derecho a la libertad de expresión’, en lugar de ejercerla, si es que la consideramos justa y necesaria, incluso contra el derecho y la ley.

Odopitán – Es muy tarde, continuaremos la semana que viene.

Antípodo – Seguro que sí. Hasta pronto.

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