CONTROVERSIAS ENTRE AMIGOS

Cuestiones de suma (o poca) importancia

Antípodo y Odopitán son dos amigos anarcosindicalistas y campaneros. Cada lunes los encontramos en el local del sindicato pontevedrés enzarzados en fraternales discusiones.

Odopitán – Buenas tardes, Antípodo. ¿Leíste el comentario de nuestro compañero Ricardo, en La Campana de la semana pasada, sobre “Sindicatos y debate en torno a la prostitución”?

Antípodo – Sí. Estoy muy de acuerdo con la mayoría de sus argumentos.

Odopitán – Hay más de una cuestión que me preocupa en ese artículo. Según Ricardo, por un lado es bueno y necesario que en el sindicato se debata ampliamente sobre la prostitución, pero por el otro, afirma que esa reflexión colectiva ha de mantenerse permanentemente abierta, sin concluir nunca en una resolución que refleje el sentir mayoritario. ¿Ha de estar, entonces, el debate sindical condenado a la impotencia de la inacción y a perder su tiempo en discusiones bizantinas, sin otro horizonte que el cansancio y la reiteración de argumentos?

Antípodo – De ningún modo. Ricardo señala muy claramente la importancia de mantener abierta en el sindicato esa polémica, pues la considera como el instrumento formativo principal, necesario e idóneo, para la vertebración en la clase trabajadora de una conciencia socialmente comprometida con la libertad, la equidad y la justicia.

Odopitán – Una formación meramente diletante, sin otra finalidad que el entrenamiento para el espectáculo público y exhibición personal, que además no desemboque en una acción consciente, es una formación fallida.

Antípodo – Nada hay en el artículo de Ricardo, que te permita semejante conclusión respecto del papel esencial que él atribuye a esa formación en la acción sindical cotidiana. Recuerda que también señala, el momento en que le será exigible al sindicato resolver responsablemente sobre la prostitución. Cuando, en trance de sustituir el Estado, la clase obrera “se haga cargo directamente, autogestionadamente y sin mediaciones, de todas y cada una de las instituciones relacionadas con el problema”.

Odopitán – Mientras aguardamos esa lejana situación revolucionaria ¿dejaremos que la esclavitud de la prostitución y todos los males que lleva aparejados -miseria, degradación moral, explotación, violencia, etc- continúen produciéndose impunemente, manteniéndonos nosotros impasibles mientras conversamos sobre ello? ¿Nos vale como coartada para justificar esa insensibilidad degradante e inacción que, al menos en apariencia, exhibimos?

Antípodo – ¿Dejaremos?, dices ¿A quien te refieres, con ese “nosotros” impasibles? Ricardo dejaba claro, y en eso también concuerdo con él, de “que el hecho de que no haya solución al problema de la prostitución -como de tantos otros hechos sociales ignominiosos- mientras el capitalismo y el autoritarismo estatal pervivan, no quiere decir que nos resignemos a ellos y, mucho menos, que los aprobemos. Todo lo contrario.”.

Odopitán – Cierto que lo dice con esas palabras, pero mientras esa rebelión y rechazo no se traduzcan en otra cosa que en debates más o menos inteligentes, tampoco avanzaremos nada. Es en ese sentido que digo ‘nosotros’, refiriéndome a todos y cada uno de los miembros de las sociedades y comunidades humanas en las que se ejerce la prostitución.

Antípodo – ¿Quieres decir que las instituciones sociales -guerras, prostitución, miseria, explotación, fronteras, estado, propiedad, don dinero, etc, etc- tienen causa y razón de ser en un ‘nosotros’, víctimas y verdugos cada uno de sí mismo, todos responsables de su persistencia histórica?

Odopitán – No comprendo bien tu respuesta

Antípodo – Hemos de combatir la doctrina -profundamente reaccionaria y necia- de que basta la suma de voluntades individuales (lograda no sé por qué medio) y el idílico altruismo moral para lograr que se solucionen los más graves y antiguos problemas sociales al margen de los agentes y fuerzas -históricas, institucionales y antropológicas- que los generan.

Odopitán – En ningún momento he sugerido que erradicar la prostitución vaya a resultar fácil, como tampoco lo será acabar con las violentas realidades sociales que, como tu dices, la necesitan, hacen posible e instrumentalizan.

Antípodo – Por otro lado, ¿Consideras como inacción, la persistente reflexión crítica en torno a un hecho social, histórica, cultural y geográficamente cambiante y multiforme, por más que siempre haya estado y permanezca todavía, en tanto que institución, al servicio instrumental y simbólico del poder mismo?

Odopitán – Ya que no podemos solucionar los problemas del pasado ni tampoco, claro está, la prostitución habida en las Edades Antigua y Media o en los pueblos y sociedades desde el neolítico hasta hoy -no es gratuito señalar que la prostitución es una de las actividades humanas más antiguas y universales-, sí que debemos combatirla en la forma que adopta ahora mismo, en el siglo XXI.

Antípodo – ¿Acaso insinúas que ese capitalismo y poder jerárquico de los Estados, presentes en todos los rincones del planeta (incluidos, por supuesto, prostíbulos y burdeles, tráficos de personas y mercantilización de los deseos y pulsiones más elementales del ser humano), tienen a su alcance o es de su interés o les es posible una ‘solución’ -no infame ni execrable o indigna- a la prostitución? ¿De que guindo has caído? ¿A esa quimérica ‘solución’ y a tales ‘aliados’ quieres tu que se apunte el sindicato anarcosindicalista?

Odopitán – Nuestra decisión no tiene porque coincidir con la que tengan en mente -valga la metáfora- el poder económico y el poder político.

Antípodo – Eso es justamente lo que defiende nuestro compañero Ricardo en su artículo. Que no es posible ofrecer una ‘solución’ (digna, liberadora o esperanzada) a la prostitución en el marco del actual régimen capitalista y jerárquico-estatal. Ambos – Capital y Estado- son, ahora mismo, los máximos representantes y agentes causales de la prostitución y degradación de todo lo bueno, digno y solidario que todavía pueda albergar la sociedad.

Odopitán – No discuto eso.

Antípodo – O bien se da un golpe al tablero y desborda su marco, o el ‘juego’ de la ignominiosa prostitución continuará, tal cual se viene produciendo desde hace miles de años. Con toda contundencia afirmo, que tanto la ilegalización y abolición punitiva como, en su defecto, la regularización mercantil o laboral de la prostitución, no son más que la garantía lampedusiana de su pervivencia.

Odopitán – Tendremos que seguir la semana próxima, pues no estoy muy convencido de que podamos dar la polémica por acabada.

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