YO SOY PALESTINO
Publicado en el Mallón (órgano de la CGT de Galicia) en abril de 2005. vuelvo a gritarlo, con mayor rabia aún.
El día 30 de marzo celebran los palestinos el “Día de la Tierra”, en conmemoración del levantamiento popular de palestinos dentro del estado de Israel y con la afirmación inequívoca y determinante de la voluntad de los palestinos de vivir en su Tierra, Palestina.
Durante este mes de marzo, en Pontevedra, se realizaron tres actos, que sirvieron para la presentación de la asociación Galiza por Palestina. En el último de ellos, el día 15, habló Mohamed Safa, palestino, miembro de la OLP y que lleva ya muchos años residiendo en Galicia, donde ejerce de médico en la red sanitaria pública.
Su verbo, apasionado y dramáticamente lúcido, remueve la sensibilidad de quien lo escucha hasta la misma raíz, hasta el tuétano. Es voz del sufrimiento, de la denuncia del horror y de su manipulación mediática e institucional, pero sobre todo es la voz de la inquebrantable determinación en la lucha por la libertad. Esa determinación que tan bien refleja el documental Jenin, Jenin. Una niña que afirma ser más fuerte que Sharon; un hombre maduro al que le han destruido por completo su casa y sobre esas mismas ruinas dice que no se irá de Palestina y que no cambiarán de identidad “hagan lo que hagan”; otro hombre, joven, que afirma que todo lo que han destruido se puede reconstruir, que volverán a levantar casas, que las viudas volverán a casarse y tendrán más hijos, que su hijo de cuatro años ya no le tiene miedo a los aviones… esa obstinación, ese empeño, esa determinación de querer vivir como pueblo libre en su tierra.
El martes anterior, día 8, se proyectó la película “La boda de Rana”, una explosión de vida y de hermosura, la de una joven palestina que quiere casarse con quien ella elige. En medio de tanta destrucción y humillación, en el corazón mismo de la ocupación y bajo ella, deslumbra la fuerza y la determinación de personas peleando por vivir, por la alegría de disfrutar de la vida y por conquistar la libertad para vivirla. Pero fue en el primero de los actos, el día 1, cuando mis recuerdos se removieron. Se proyectó un documental con niños palestinos de dos campos de refugiados, uno en Líbano -Chatila- y otro en Palestina -Bet Jala-. ¿Bet Jala?… ¡sí, Bet Jala!. Allí, en una aldea cercana a Belén como nos decía él, había nacido Jadallah Hanna Jadallah Nadjar, mi compañero de habitación en una pensión madrileña de la calle Lagasca.
Era Octubre de 1.965 cuando ambos llegamos a Madrid, dejando por primera vez la casa de nuestros padres, los de Jadallah en Bet Jala, los míos en Ourense. Para mí, en lo personal, supuso un tremendo y determinante salto hacia la libertad, incluso bajo la dictadura. Fue el principio de un profundo cambio en mi vida, en mis convicciones y en mi compromiso, y ya, para siempre, quedó unido también al recuerdo de aquella pensión. Ni Jadallah hablaba castellano ni yo árabe y empezamos a entendernos por señas. En tres meses consiguió dominar con soltura el idioma y se marchó a Valencia a estudiar medicina. Durante ese tiempo, en el que nació un profundo afecto personal, conocí a otros palestinos y lo que, ya entonces, era el drama de su pueblo … después llegó el 66, el 67 y todo el encadenamiento del expolio de Palestina y de la resistencia de su pueblo, hasta hoy. Volver a su tierra, trabajar y vivir allí con su gente llevando consigo la formación que aquí adquirían, ese era su empeño y su afán, ser palestino en Palestina.
Desde entonces fui ganado para la causa palestina y, a lo largo del tiempo, no ha hecho otra cosa que enraizar aún más profundamente en la media en que la causa palestina ha ido siendo, cada vez más, la causa de la libertad. “Yo no reivindico un estado palestino, lo que yo reivindico es la libertad para el pueblo palestino”, afirmaba el día 15, lúcido y apasionado, Mohamed Safa.
Recuerdo una película que hace hincapié en esa forma de autodenuncia que supone gritarle al inquisidor “yo soy el que buscas”. Es Espartaco, de Stanley Kubrick, cuando los gladiadores y demás ex-esclavos comenzaron todos a gritar “Yo soy Espartaco”. La traigo aquí a colación porque quiero gritar “yo soy palestino” y quiero gritárselo a los inquisidores de hoy, que han desatado una auténtica conspiración internacional contra el pueblo palestino. Es una infamia presentar a los palestinos como un pueblo que no ha querido la paz, que ha caído en el terrorismo, pero que, a partir de ahora, que ha tenido elecciones libres y que su electa representación ha firmado un acuerdo de paz, tiene una oportunidad. Y esa infamia no puede pasar, ¡no se puede tolerar!. ¿Qué acuerdo de paz han firmado? ¿que ya no habrá más tanques de Hamas disparando contra las indefensas escuelas israelíes? ¿que ya nunca más bulldozers palestinos derribarán las casas de los colonos israelíes? ¿que no volverán los aviones F-18 palestinos a bombardear Tel Aviv? ¿que los palestinos se retirarán del territorio israelí ocupado a sangre y fuego? … ¿y que, a partir de ahora, la OLP cumplirá todas las resoluciones de la ONU?
Frente al oprobioso y repugnante actuar de los medios de comunicación, de las instituciones y de los gobiernos democráticos, empeñados en presentarnos a Israel como un estado que busca la paz y a un pueblo, el palestino, dividido entre la sensatez de los que quieren la paz y la “iluminación” de unos terroristas, tenemos el ineludible deber moral de levantarnos. En este rincón del mundo, donde celebramos el levantamiento de nuestros ancestros contra la ocupación francesa, sabemos distinguir al criminal ocupante de quien se autoinmola en esa terrible, dramática y tenaz resistencia a someterse a la ocupación.
Por eso quiero, a la manera de aquellos gladiadores, gritarles a los inquisidores, a los “afrancesados” de ayer y pro-israelíes de hoy, y a todos los lacayos de su parafernalia: ¡Yo soy palestino!. Frente a la injusticia, frente al crimen y a su manipulación, quiero gritar, junto a Mohamed Safa y con el recuerdo de Jadallah, ¡Yo soy palestino! Y quisiera hacer partícipes de esta actitud a las compañeras y compañeros del Sindicato.
No sólo son Israel y Palestina, este es un conflicto de intereses más grandes. Mientras miramos hacia los de abajo, que son los más visibles por su sufrimiento, no acabamos, como siempre de saber quién de verdad tiene interés en perpetuar la guerra para sus propios beneficios
Cuando él obrero dejó de pensar qué las máquinas eran malas, miró al patrón
Me parece que hemos perdido la capacidad de innovar en nuestras apreciaciones, sobre todo aquellos que podemos verlo desde cierta distancia
Yo no soy Palestina ni Israelí. Yo soy anti todos esos que ganan perpetuando esto y que es gente con nombres y apellidos y soy anti todos los que se dejan comprar por ellos
Es más fácil ver el dolor y empatizar con los que sufren que buscar el por que esto no acaba