TCHEN LIN

(China, s. II al III)

Si contemplamos con detenimiento la Gran Muralla China, también comprenderemos el por qué fue motivo de odio durante gran parte de su historia… La muralla es tan alta porque está rellena de los huesos de soldados, obreros, campesinos y artesanos pobres, arrojados de sus campos y talleres por el hambre y la miseria. El verdadero cemento de la muralla es el llanto y la sangre de la población China a lo largo de siglos, y, por el otro, el oprobio de la brutal tiranía que devastó la riqueza del país y llevó a la muerte a miles de personas que trabajaban en su construcción.

Desde la unificación de la Gran Muralla, la poesía china no ha cesado de dar cuenta de esta situación, de cantar el dolor y el sufrimiento causados al pueblo por la colosal obra militar. El soldado Tchen Lin abreva su caballo en el foso de la Gran Muralla China.

EN EL FOSO DE LA GRAN MURALLA ABREVO MI CABALLO

En el foso de la Gran Muralla abrevo mi caballo,

el frio penetra hasta los huesos.

Voy a hablar con el mandarín:

  • No guarde más al soldado T’ai Yuan.

El funcionario saca un registro.

  • Todos los que están aquí de guarnición dicen igual.

Está fijada la duración de los trabajos oficiales.

  • ¿Por qué los hombres han de venir a morir?

¿Por qué contra su voluntad han de levantar la Gran Muralla?

La Gran Muralla se extiende por la frontera interminable,

Las torres y baluartes son muchos y los hombres para servirles pocos,

en las familias quedaron muchas viudas.

Escribo a mi mujer una carta,

le digo que se case, que no me espere en vano.

Que quiera mucho a sus nuevos padres,

pero, de cuando en cuando, piense en mi, su primer marido.

Su respuesta me llegó en las tierras fronterizas:

-Lo que me dices ahora es indigno de ti.

Aunque las tormentas y las penas me martiricen,

¿cómo puedo refugiarme en el hogar de otro?

¿Es que sólo tú no has visto bajo la Gran Muralla

amontonarse los esqueletos de los muertos?

Anudaré mis cabellos y, escondiéndome, iré a servirte;

tan angustiada y triste está mi alma.

¡Oh, ya sé que la tierra de la frontera es cruel!

pero ¿cómo podría pensar únicamente en mí?

Recogemos este poema en la antología “Poesía China”, selección y versiones de María Teresa León y Rafael Alberti, edición de la Compañía General Fabril (Buenos Aires, 1972).

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