Editorial

¿Qué hacer ante el constante número de muertes en el trabajo por accidentes evitables?

En apenas diez días se produjeron en Galicia al menos tres accidentes laborales mortales, uno de ellos en el Puerto de Marín, sin que los medios de comunicación apenas los registrasen o, si acaso, los relegasen a sus ediciones y páginas locales. Y, sin embargo, nada más real y cotidiano en España y en Galicia que esta violencia homicida -gratuita, por evitable en la mayor parte de los casos-, que arrebata cada año la vida a cientos de trabajadores y a miles deja mutilados o incapacitados por largos años, sino definitivamente. Todos los informes serios de seguridad en el trabajo señalan que en España se podrían evitar hasta el 95% de los accidentes de trabajo, pues las causas que los provocan son previsibles y reparables.

Sólo en Galicia, en el primer semestre de este año, se produjeron un total de 28 fallecidos en accidente laboral, colocándose en el quinto puesto de las Comunidades españolas con mayor número de muertes, por encima de territorios con mucha mayor actividad industrial, como Madrid, Aragón o el País Vasco. En el mismo periodo, en España, un total de 354 trabajadores fallecieron en accidente laboral, 62 más que en el mismo periodo de 2019, pese al brutal parón de la actividad industrial y económica a causa de la pandemia.

3 de noviembre, puerto de Marín.

El puerto de Marín fue escenario ese día de un accidente laboral que le costó la vida a un operario. El fallecido, vecino de Pontevedra, perteneciente a la plantilla de Rivadulla, una empresa privada de reparación naval del Puerto, estaba trabajando con un camión equipado con una grúa elevadora en el momento del accidente. Por circunstancias que todavía se ignoran quedó atrapado en el cesto de esta máquina, y murió por aplastamiento. Según las primeras hipótesis el accidente se pudo producir cuando el operario tocó inadvertidamente los mandos de la grúa, accionando una de las palancas del elevador, con lo que provocó que este se moviera de repente a gran velocidad, aplastándole.

3 de noviembre, monte de Valadares (Outes)

En un siniestro laboral, ocurrido en la parroquia de Valadares, limítrofe entre los municipios coruñeses de Outes y de Mazaricos, pierde la vida un trabajador y otro resultó gravemente herido. Ambos realizaban labores de mantenimiento en una torre eléctrica de alta tensión, que se vino abajo por razones de momento desconocidas. La caída de la torreta provocó que los dos trabajadores se precipitasen al suelo desde una altura estimada de 60 metros. Fueron varias personas particulares las que avisaron del accidente, movilizándose hasta el lugar un helicóptero medicalizado, en el que ha sido trasladado el trabajador herido al Hospital Universitario de Santiago de Compostela.

23 de octubre, monte de Tabeirós-Terra de Montes (A Estrada)

Óscar Rial García, vecino del lugar de Amarelle, en A Estrada, de 43 años, se encontraba manejando la motosierra de tala en un pinar de Tabeirós-Terra de Montes, mientras otro compañero se encargaba del movimiento de los árboles ya derribados con un tractor. Tras talar un pino de gran tamaño, el trabajador se desplazó por causas que se desconocen y acabó colocándose en la zona sobre la que posteriormente se desplomó el árbol, golpeándolo de muerte en la cabeza, sin que el compañero lo advirtiese. Según su compañero, aunque el operario llevaba pocos años en la empresa, acumulaba una larga experiencia en el sector y dominaba a la perfección el oficio.

Ese mismo día, 23 de octubre, la Audiencia de Pontevedra confirmaba la sentencia a un año y cuatro meses de prisión impuesta al administrador de Maderas Tato Souto por un accidente mortal ocurrido en enero del 2017, también durante una tala en A Estrada. La sentencia considera acreditado que el trabajador, en un momento dado, cortó un pino «que no derribó, sino que quedó apoyado en otro árbol» (quizá, lo mismo que pudo ocurrir en Amarelle el pasado día 23). El fallecido siguió talando otros árboles «dentro del radio de posible caída del árbol que había dejado arrimado, el cual cedió y cayó sobre su cabeza, aplastándole el cráneo, lo que le produjo la muerte. Los tribunales han determinado que el siniestro laboral y posterior muerte del obrero fue consecuencia a que «no se siguió el procedimiento de trabajo adecuado para evitar la caída incontrolada del árbol y el operario no había recibido por parte de Maderas Tato Souto, la información y formación necesaria sobre los riesgos que acarreaba dicha acción, de por sí peligrosa».

Ante estos hechos reiterados, ¿Qué cabe hacer? ¿Qué responsabilidad cabe exigirnos a los propios trabajadores, pues sólo nuestra debilidad permite que las cosas lleguen a este punto, que la precariedad laboral se generalice, que la subcontratación le resulte rentable a las empresas implicadas …?

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