VI Época - 40

MARÍA BRUGUERA

Una mujer libertaria

Cuando conocí́ a María Bruguera, hace ya veinticinco años, apenas pude sospechar que aquella frágil figura, entregada con energía e ilusión incansables al grupo Mujeres Libertarias, escondía una vida templada a golpes terribles. Si alguien hizo frente a la crueldad con decisión solidaria y rebeldía inabatible, esa persona fue María Bruguera, pues el destino -en su caso, marcado por la brutalidad fascista- no le ahorró ningún sufrimiento, el menor de los cuales a casi todos hubiera abatido.

El 6 de noviembre de 1913 María Bruguera nace en Jerez de los Caballeros, una pequeña ciudad de la provincia de Badajoz, adónde su familia, originaria de PalafrugelI (Gerona), se había trasladado para trabajar en la industria del corcho. El padre, en contacto con los grupos anarquistas extremeños y andaluces, participa en el movimiento libertario de la región, siendo detenido en varias ocasiones. En ese ambiente de militancia, de levantamiento y represión, crece María que llega a intervenir en las representaciones teatrales de un grupo de teatro formado por mujeres, significativamente llamado «Ni Dios ni amo».

Constituidas las Juventudes Libertarias de su ciudad, María se integra en ellas inmediatamente.

Cuando en julio de 1936 estalla el levantamiento franquista, María se encontraba con su familia en Badajoz. Retornan todos a Jerez y ante la terrible represión desencadenada por las tropas de Franco y los falangistas intentan pasar a Portugal, de dónde les expulsa la dictadura de Salazar. Durante un tiempo logran esconderse en la casa de los padres de su compañero, Francisco Torrado, donde María da a luz un niño, Francisco.

Sin embargo, los franquistas rastrean el país, asesinando a todos los militantes izquierdistas, sindicalistas y anarquistas que encuentran, por lo que los refugiados deciden intentar de nuevo el paso a Portugal. Cuando están a punto de atravesar la frontera, el grupo de refugiados, acrecentado en número con otros escondidos en diversos lugares de Jerez y el campo extremeño, es detectado por los fascistas, que asesinan a casi todos, incluida la madre y el compañero de María. Durante ocho años, María recorrerá́ la geografía penitenciaria española. En condiciones terribles, con una salud cada vez más debilitada, conocerá́ las cárceles de Badajoz, Salamanca, Santander y Madrid. En ese tiempo, le arrebatan el hijo, bautizándolo a la fuerza, y fusilan al padre, que se había entregado voluntariamente a las fuerzas franquistas con la esperanza de contactar con lo que restaba de la familia. A finales de los años 40, María sale de la cárcel y, con la salud quebrantada por la penuria padecida, se traslada a Madrid.

En Madrid se une sentimentalmente con Aureliano Lobo y ambos participan activamente en la reconstrucción de la CNT durante el periodo clandestino de los años 50. Pese al increíble esfuerzo organizativo desarrollado en esos años la represión franquista logra aplastar el renacer de la organización sindical y encarcela a centenares de anarquistas y anarcosindicalistas.

En los últimos años del franquismo María hubo de atender a su compañero enfermo, que fallece en 1976. Poco después María se reintegra a la CNT, pero trabaja en la reconstrucción de un grupo de mujeres que refundará el colectivo Mujeres Libertarias, del que María será el verdadero motor. En la década de los 80, cuando ya la escisión de la CNT se había consumado y el anarquismo y el anarcosindicalismo pierden fuerza y relevancia social, reducido el movimiento libertario a un papel casi testimonial, María hubo de luchar denodadamente contra quienes desde la obsesión controladora pretendían menoscabar la independencia y autonomía del grupo libertario femenino y la de ella misma. En la larga crisis confederal, María, separada de la CNT y afiliada a la central que después, a su disgusto, se llamaría CGT, vuelca su ilusión y trabajo en la continuidad de Mujeres Libertarias, hasta el 26 de diciembre de 1992, cuando le sorprende la muerte.

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