MARÍA LOZANO MOLINA y ÁNGEL MOMBIOLA / y 2
En la anterior hojita campanera de Memoria Libertaria, recordábamos como la joven pareja anarquista aragonesa, María Lozano y Ángel Mombiola, nada más conocer el alzamiento militar franquista, se incorporaron de inmediato a las milicias anarquistas que con las armas que pudieron lograr y extraordinario coraje, en julio de 1936, se dispusieron a “combatir el fascismo e impulsar la revolución social, que sustituyese el dolor universal del capitalismo explotador y el autoritarismo político por la fraternidad social del comunismo libertario”.
Tras la derrota de la revolución social primero y la del ejército republicano que muy pronto le siguió, Ángel y María, amenazados de violencia sin límite por las tropas del fascismo vencedor, tuvieron que emigrar, rumbo al exilio en Francia. Tal como reseñamos, pese a todas las dificultades de la invasión de Francia por las tropas de Hitler, la pareja, internacionalista convencida (su única patria, la lucha contra la opresión y el compromiso imperecedero de la libertad), al igual que otros muchos exiliados españoles, reanudó su lucha internacional contra el fascismo incorporándose a la Resistencia francesa.
Ángel y María se integraron en el maquis de Grenada, una formación francoespañola, que tenía como centro de operaciones el bosque de Bouconne. En esa comarca, la pareja continuó el combate contra el fascismo hasta el fatídico día del 20 de agosto de 1944, cuando Ángel y otros dos compañeros, miembros de la CNT como él, Francisco Aguado y Ricardo García, se disponían a volar un puente sobre el rio Garonna, con el objetivo de impedir el paso de las tropas invasoras. Sorprendidos por los alemanes, fueron detenidos y poco después fusilados. En el lugar donde fueron ejecutados, los compañeros de la Resistencia, colocaron una placa y un monumento dedicado a su memoria y al conjunto de los españoles muertos por la liberación de Francia: “Ellos no quisieron morir, pero murieron, murieron porque luchaban, por la libertad de los pueblos”.
Tras el asesinato de su compañero, María continuó la lucha en la Resistencia francesa hasta que, con el fin de la gran guerra, ya instalada ya en Toulousse, en 1945, María cruzó clandestinamente los Pirineos hacia Zaragoza con la intención de buscar a su hija de trece años, que seguía en España al cuidado de familiares y llevarla con ella a su nuevo hogar en Francia. Lo que no se esperaba es que su hijita no quisiera acompañarla. La decepción la llevó a perderse en la cadena montañosa durante la vuelta, y a sufrir duros momentos hasta que consiguió llegar por fin, desorientada y abatida, a una casa amiga.
De nuevo en Toulousse, María siguió militando en la CNT, convirtiendo su casa y lugares sólo por ella conocidos, en lugares de refugio y auxilio de los militantes anarquistas y anarcosindicalistas, que mantenían viva la lucha clandestina en España a través de los pasos fronterizos. Y siempre había un hueco para el clandestino, el buscado, el guerrillero, buscándole escondites y alojamientos seguros, ocultos a los ojos tanto de la policía secreta franquista como de la gendarmería francesa. De hecho, su casa siguió siendo refugio años después, en la década de los sesenta, para militantes del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL) (al parecer allí reposó Puig Antic), o a los de los Grupos de acción Revolucionaria Internacionalistas (GARI).
Pese a que los años pasaban, no cedía en su pundonor. Seguía yendo a charlas, manifestaciones, mítines… . Alternaba la militancia con la escritura, tanto de poemas como de textos en publicaciones libertarias. En 1972 participó en la fundación en Toulouse del archivo de documentación libertaria Centre de Recherche sur l’Alternative Sociale (CRAS, Centro de Investigación sobre la Alternativa Social), cuya presidencia mantuvo hasta su muerte, incorporándose como una luchadora más a todas las luchas sociales y antinucleares de la región, como la movilización contra la central nuclear francesade Golfech realizada por el colectivo Retonda.
Finalmente, el 19 de febrero del año 2000, María se fue apaciblemente, a sus 86 años, desde su humilde apartamento de la rue de Pargaminières. La militancia anarquista de Toulousse colocaron una placa dedicada a aquella mujer que nunca desfalleció en la defensa de los ideales, pese a amenazas, violencias y desalientos. La placa fue retirada tiempo después, con la excusa de os propietarios de proceder a restaurar el edificio, lo que fue consentido por autoridades locales. De este modo, las democracias occidentales reescriben lo que sus ejecutivos llaman “memoria histórica”, “memoria democrática”.