VII Época - 10

¡ASOCIACIÓN O MUERTE!

La huelga general de 1855

 

Hoy día los trabajadores se sienten -nos sentimos- muy alejados de aquellos tiempos en que las duras condiciones de vida y trabajo personales se vivían como un destino colectivo, al que solo podría ponerse término con la lucha común, la organización solidaria, el asociacionismo de socorro mutuo o el hermanamiento en la sociedad de resistencia. La primavera y verano de 1855, en Barcelona, fue uno de esos momentos en que la clase obrera vivió́ con intensidad extrema aquél sentimiento de que solo organizados solidariamente podrían conquistar el derecho al pan y al trabajo.

Desde mediados de 1854, como consecuencia de la Vicalvarada (levantamiento de militares liberales contra el dictador Narváez) y sobre todo de las jornadas combativas de julio en las que el pueblo llano salió a la calle contra la dictadura, las asociaciones obreras, que habían sido prohibidas por el dictador, vivieron un tiempo de respiro. El alivio duró poco tiempo, pero fue suficiente como para que creciera el número de asociaciones y militantes obreros organizados en Sociedades de socorro y apoyo mutuo, cuando ya no decididamente de Sociedades de resistencia a la patronal.

En Cataluña, donde el movimiento obrero estaba mejor organizado, las asociaciones de trabajadores lograron, por primera vez, concertar con algunos fabricantes y patrones contratos colectivos, que fijaban el salario y ciertas condiciones de trabajo, sobre todo relativas a limitar la duración de la jornada. Pero la mayor parte de los empresarios luchaban contra el asociacionismo obrero, al que veían como el enemigo principal. Por ello se pusieron de acuerdo con el capitán general de Cataluña, el general Zapatero, para cerrar el paso a las organizaciones solidarias.

Unos disturbios políticos en Badalona fueron el pretexto que alegó el flamante general -vinculado incluso familiarmente a los fabricantes catalanes- para prohibir nuevamente las Sociedades profesionales obreras, que no las empresariales. El 21 de junio de 1855, el capitán general disolvió́ las sociedades obreras, al tiempo que los patrones despedían a los obreros asociados y las autoridades, clausuraban los locales y confiscaban los fondos económicos y materiales de las sociedades. Once días más tarde, el 2 de julio, los obreros catalanes declararon la huelga general. Era la primera vez que en España se producía una convocatoria de ese carácter.

Como señala Abad de Santillán, a las nueve de la mañana del dos de julio «se paralizaron las fábricas en Barcelona, Gracia, Badalona, Cornellá, San Andrés, Sans y otros lugares; en Igualada y Vich se produjeron disturbios; en el último punto hubo varios heridos». En una bandera improvisada se leía esta inscripción: «¡Asociación o muerte! ¡Pan y Trabajo!». Era una bandera que se venía viendo con cierta frecuencia en muchos lugares fabriles de España desde el año anterior. «Sin embargo la huelga no tenía carácter revolucionario; solamente reivindicaba el derecho de asociación y la jomada de diez horas».

El gobierno envió́ a Barcelona al coronel Rafael Saravia y los obreros volvieron al trabajo nueve días más tarde, el 11 de julio, sin haber conseguido las reivindicaciones por las que lucharon, aunque una represión feroz recayó́ sobre los huelguistas.

El menguado fruto que consiguieron fue la oportunidad de que representantes obreros pudieran dirigirse a las Cortes y exponer su demanda. Según los historiadores el encargado de redactar la Exposición de los obreros fue Pi i Margall, aunque la leyeron los tejedores Joaquín Molar y Juan Alsina.

Mientras eston sucedía en las Cortes, la brutal represión contra los obreros continuaba. «Hubo fusilamientos de nacionales, de civiles e incluso de niños -señala Abad de Santillán-. Entre los ejecutados a garrote vil figuraba Juan Barceló, el dirigente de los obreros del textil. Los consejos de guerra funcionaron durante muchos meses, las asociaciones fueron declaradas fuera de la ley, los presidios se poblaron con contingentes de trabajadores».

La conquista del derecho de asociación aún tardará mucho en conseguirse. Pero la confrontación había comenzado y casi todas las palabras habían sido dichas.

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