LA LARGA LUCHA FEMENINA
El Primero de Mayo de 1891 en Barcelona
El 1º de Mayo de 1891 en Barcelona merece ser bordado en la memoria de la humanidad y de la lucha femenina con los hilos libertarios de Teresa Claramunt, obrera textil y anarquista barcelonesa. A comienzos de aquel año un grupo de mujeres libertarias, todas ellas trabajadoras afiliadas a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), discutía acaloradamente en el local sindical barcelonés:
– ¡Tenemos que acabar con esta situación, ya que no es posible que nadie lo haga por nosotros, ni el patrón ni nuestros hombres! ¡Trabajamos sin apenas descanso jornadas de hasta doce horas seis días a la semana, por salarios tan miserables como imprescindibles! ¡Las condiciones higiénicas de los talleres son insanas y el ambiente asfixiante! ¡El sometimiento o el silencio ante las humillantes persecuciones de los jefes y encargados son condición para cobrar el salario y no ser inmediatamente despedidas!
Cuando así hablaban aquellas mujeres, 20 años antes, en 1873, casi 8.000
obreras se habían afiliado en Barcelona al Sindicato de Manufacturas. 5.000 de ellas se habían dado de alta también como miembros de la Federación Regional Española de
la AIT, a través de la cual pretendían entrar en “el fecundo movimiento obrero universal, para cooperar al advenimiento de la Revolución Social, a fin de establecer la Anarquía y el Colectivismo, a la igualdad de deberes y de derechos”.
Ahora, en 1891, le tocaba el turno de la lucha a sus hijas, ellas también obreras y condenadas a similares agravios en el trabajo y en la vida familiar … Pero algo había cambiado en aquellos 20 años, que se percibía con nitidez en el repleto local de la AIT barcelonesa. Entre las más jóvenes de la reunión, que prestaban grave atención a las más antiguas luchadoras como Teresa Claramunt, se observaba una imprevisible tenacidad en la defensa cotidiana de su personalidad. Estaban decididas a combatir para sacudirse de encima el doloroso papel que quería imponerle la burguesía industrial naciente y el nuevo régimen político, el de obrera pisoteada en la fábrica y esclava en la vida y la familia.
Acordaron celebrar una serie de asambleas para organizar el 1º de Mayo, con el objetivo de exponer ese día ante la clase trabajadora y la sociedad entera sus problemas.
A la primera asamblea acudieron muchas obreras de diferentes ramos, ocupando la tribuna de oradoras “una camisera, una encuadernadora, una zapatera, una obrera textil, una criada y una sastra”. Ya cercano el 1º de Mayo, en la asamblea del 26 de abril el número de grupos y gremios representados alcanzó ya la cifra de 47. Ese día la principal oradora fue Teresa Claramunt, la conocida activista anarquista que instó a las mujeres a expresar sus agravios y a trabajar juntas para remediarlos”. Terminada la asamblea, se concluyó la necesidad absoluta de que las mujeres se unieran para oponerse a la explotación del trabajo femenino y constituyesen secciones generales que agrupasen las de oficio. Una de las resoluciones insistía en la lucha especifica de las mujeres y la necesidad de crear una asociación separada y autónoma de trabajadoras, en la que los hombres estarían excluídos de su dirección, administración y representación a fin de evitar “las imposiciones masculinas basadas en una supuesta inferioridad femenina.”
Hasta mucho después de aquel 1º de Mayo Teresa Claramunt batalló incansable por la organización autónoma de las mujeres en el seno de la organización común de los trabajadores. Aparentemente no logró convencer a la AIT ni a la CNT a las que estuvo afiliada, pero el éxito de sus planteamientos en las organizaciones y grupos anarquistas fue patente. Pese a las limitaciones de una tradición deplorable, que una y otra vez reproducía entre los hombres -incluso entre anarquistas cabales- prácticas contradictorias con el ideal proclamado, las denuncias de Claramunt y de tantas otras mujeres, como aquellas que organizaron el 1o de Mayo de 1891, logró que ambas organizaciones proclamasen e intentasen llevar a la práctica cotidiana como nunca se había hecho antes la igualdad real de hombres y mujeres, la defensa del amor libre y la independencia en todos los órdenes de la vida de los individuos, fuese cual fuese su condición y sexo. Como afirmaba Teresa Claramunt en las asambleas de mujeres y en todo lugar: Ni obreras explotadas en la fábrica ni esclavas en el hogar o la familia: ¡Por una sociedad sin amos ni señores, comunista y libertaria, de hombres y mujeres libres!