COMIENZO DE SIGLO EN ROSARIO
Del 1º de Mayo a la Huelga
En Rosario, la gran ciudad portuaria Argentina, segunda en importancia del país, el siglo XX comenzó bajo el signo de la inquietud obrera. Los trabajadores, muchos de ellos inmigrantes recién llegados al país, vivían en condiciones penosas, con jornadas interminables que con frecuencia superaban las 60 y 70 horas semanales y salarios reducidos que apenas daban para alimentarse y nunca para disponer de un alojamiento digno o atender cualquier desgraciado accidente o enfermedad (omnipresente en las insalubres barriadas obreras).
En este ambiente, los militantes anarquistas rosarinos, amalgamados en el movimiento obrero local, proclamaron la necesidad un fuerte movimiento huelguístico, que plantase cara a la patronal y mejorase su paupérrima situación.
La Casa del Pueblo acogía un gran número de grupos anarquistas, Amor Libre, Los Náufragos de la Vida, Las Proletarias, Las Libertarias, Círculo Libertario de Estudios Sociales …, que participaron conjuntamente en la celebración anarquista del 1º de mayo de aquel año inicial del siglo, 1901.
Decidieron centrar los actos de ese día en la urgencia de alzarse contra la explotación que soportaba la clase obrera rosarina, logrando que, por primera vez, se congregasen en los lugares del mitin y manifestación más de dos mil personas.
Sin embargo, la decisión de la primera huelga aún se demoró cinco meses más. La sombra de los posibles despidos, la angustia en muchos hogares pobres por las consecuencias de un conflicto previsiblemente duro y largo, el fantasma de la represión y la pusilanimidad de ciertos sectores obreros, retrasaban lo inevitable, pero no lograban detenerlo. Desde mayo y durante cinco meses discutieron, debatieron, se enzarzaron en duras polémicas. Los anarquistas, haciéndose eco de la desesperación de las familias obreras, exigían la movilización, pero una y otra vez chocaban contra la otra cara de la desesperación: la desesperanza inane, que abate.
Con todo, la movilización anarquista iba calando en cada vez mayor número de obreros. En septiembre, los obreros de la gran Refinería Argentina, que vivían hacinados en una barriada infecta, situada en las cercanías de la industria, se hicieron eco de las ideas que defendían los grupos anarquistas.
A finales de septiembre una magna asamblea celebrada en la Casa del Pueblo, acordó comenzar la huelga el 21 de octubre, que, en principio, afectaría a los más de mil trabajadores de la Refinería. La arenga de Rómulo Ovidi, el más conocido activista libertario, sintetizó ante todos la demanda a presentar a los capitalistas: jornada de ocho horas para todos, aumento salarial de tres a cinco pesos diarios y reconocimiento a todos los efectos de la “Unión Obrera”, un sindicato organizado en el seno de la empresa y asesorado por el anarquista uruguayo Florencio Sánchez.
En la semana anterior al comienzo previsto de la huelga, los patronos amenazaron con despidos masivos y reclutar esquiroles. También reclamaron del gobierno la presencia de la policía, para que esta detuviese a los cabecillas e impidiese la celebración de nuevas reuniones obreras. Pese a estas amenazas, el día 21 encuentra a la totalidad de los obreros fuera del recinto de la fábrica. La huelga es total, mientras la policía, acompañada por agentes a sueldo de la propia refinería, patrulla las calles en busca de los sindicalistas más destacados. En un cruce, los agentes del gobierno reconocen a Rómulo Ovidi; lo detienen y empujan violentamente en el interior del coche de caballos, mientras se arma un grave tumulto al reaccionar varios obreros que pudieron observar el secuestro. Un trabajador polaco, inmigrante recién llegado a Rosario, Cosme Budislavich, agarra las bridas de los caballos e impide que el coche avance. Uno de los policías descarga sobre Cosme un fuerte golpe y le hace caer. De todas partes llegan nuevos agentes, pero también más obreros y la reyerta resulta cada vez más grave. Sin embargo, la policía acosa a Budislavich que intenta refugiarse en el tablaje de una cancha de bochas. Lo acorralan y le disparan un tiro en la nuca. A partir de ese asesinato crece la protesta obrera en intensidad, pero también la violencia del Estado y de los matones de la patronal contra los obreros. Los ecos de aquél asesinato retumbarán durante años en Rosario, que vivirá infinidad de conflictos obreros pese a la criminal persecución que se abatirá sobre los anarquistas y los trabajadores en lucha.