LA PROHIBICIÓN DE ‘LOS AMANTES DE LA TIERRA’
Otro episodio de la lucha a muerte entre la libertad y la miseria
Sucedió hace 90 años. Era el mes de abril de 1931, en Extremadura. Millones de españoles y, con ellos, la gran mayoría de los trabajadores, jornaleros, artesanos y campesinos pobres, habían recibido alborozados el nacimiento de la II República española, el 14 de abril. Todos intuían que libertad y miseria no podían ir demasiado tiempo juntas, pues la una debería acabar con la otra.
En ese tiempo el periódico quincenal El Amigo del Pueblo, daba cuenta de haber nacido en la provincia una nueva asociación campesina, Los Amantes de la Tierra, de clara definición libertaria. Sin embargo, al menos formalmente, el acta de constitución de la sociedad aparece firmada dos meses más tarde, el 12 de julio.
En cuanto a los estatutos se calcan párrafos y artículos enteros de los de la central obrera anarcosindicalista, CNT, especialmente aquellos que se refieren a los objetivos, principios y filosofía social, pero también organizativos y de acción práctica. Aunque formalmente la sociedad no estaba adscrita a la CNT, nadie ignoraba -tampoco las autoridades- que se trataba de una medida para impedir la paralización de la actividad cada vez que se colocara a la CNT fuera de la ley, tal y como había ocurrido con gran frecuencia desde su constitución en 1910.
Con todo, Los Amantes de la Tierra apenas si pudieron ponerse en marcha. Como señala Ángel Olmedo, en el Anarquismo extremeño frente al poder, “Por aquél entonces el Ayuntamiento estaba dominado por la Conjunción Republicano – Socialista, de la que en principio, por su carácter izquierdista, se esperaba la concesión de una amplia libertad para la constitución de sociedades obreras. Sin embargo, no sucedió así”, pues “las trabas comenzaron desde el mismo momento en que se celebraron las primeras reuniones para constituir la asociación”.
Los promotores de la asociación enviaron un escrito al alcalde en el que solicitaban el permiso para una reunión el 14 de mayo. La contestación fue negativa, con la excusa de que “no se habían cumplido todos los requisitos y que estaba declarado el estado de guerra en la provincia, por lo que quedaban prohibidas todas las reuniones no autorizadas legalmente”. Ignorando esta negativa, los asociados continuaron su actividad y reiteraron la petición de permiso para hacerlo legalmente, pues el 12 de julio remitían al ayuntamiento el acta de constitución. La contestación burocrática fue sorprendente.
Con fecha 24 de julio hubo un apremio por parte del alcalde para que la sociedad en el plazo de veinticuatro horas, entre otras cosas, “remitiera al Ayuntamiento los nombres, apellidos, profesiones y domicilios de todos los asociados, señalando los que ejercían cargos”.
Finalmente, la dilación burocrática dejó paso a la represión, tan descarada como arbitraria y violenta. El 25 de julio el gobernador da orden de clausurar el Centro Obrero de la asociación Los Amantes de la Tierra y el periódico El Amigo del Pueblo, según oficio que decía:
“La Sociedad Los Amantes de la Tierra fue clausurada a raíz del advenimiento de la República debido a las campañas disolventes y libertarias que propugnaba y ante la organización de una huelga general en el pueblo de Azuaga, fue necesario clausurar el local efectuándose ello por la alcaldía e interviniendo el puesto de la Guardia Civil que tenía conocimiento de los manejos que se preparaban. Como las causas que motivaron dicha clausura, no es conveniente ni oportuno en las actuales circunstancias autorizar el funcionamiento de la mentada sociedad”.
Sin embargo, en ese momento, los trabajadores no habían perdido del todo su esperanza en la República, por lo que la huelga general revolucionaria solo estaba en la imaginación temerosa de las recién estrenadas autoridades socialistas y republicanas, que nada hacían por aliviar la miseria de los campesinos más pobres y los obreros del campo. Por ello, recurrían, una vez más, a cercenar la libertad de asociación, manifestación y huelga. La batalla entre la libertad y la miseria se radicalizaría a partir de ese momento.
Ya no confiarán más los obreros de Azuaga en alcaldes, gobiernos o diputados … llegarán las huelgas … y la represión … y las reivindicaciones contra la explotación inmisericorde de los propietarios … y la lucha contra la opresión … y también … el golpe de estado del general Franco … las matanzas … la clandestinidad y la muerte … hasta el triunfo ocasional, pero duradero, de la miseria, la postergación de la justicia y la asfixia social.